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Escritos desde el páramo

106 años no son nada

 

La verdad es que últimamente cada vez que hablo de un medio de comunicación es para pegarle un palo. Ya sé que soy un cascarrabias (forma autocomplaciente de decir que Ebenezer Scrooge parecería a mi lado una persona de lo más afable y cordial y, además, yo no creo en fantasmas navideños que pudieran redimirme) pero preferiría aplaudir sus actos a ponerlos como chupa dómine. El problema es que lo medios no llegan ni a cuartos tal vez por preocuparse en exceso de éstos.

Comprendo que dar cancha a una descerebrada rubia de bote que chilla más que un ciervo rijoso atiborrado de Viagra en época de berrea es mucho más sencillo y económicamente rentable que enviar unos periodistas a las montañas afganas para que investiguen qué demonios pasa allí. Sin embargo, un medio de comunicación debería tener siempre presente que su fin primordial es informar, no ganar dinero. Por desgracia, una cosa es lo que debe hacerse y otra distinta lo que se hace. No es ninguna novedad, ya dice nuestro sabio (a veces) refranero aquello de: "Más fácil es predicar que cargas de trigo dar", pero sí es algo que en esta época sin valores (excepto los convertibles) ha alcanzado cotas difícilmente imaginables. Si el deber, el honor, el esfuerzo, el trabajo bien hecho... tienen la misma consideración social que la hipocresía, la deshonra, la molicie y la chapuza, habremos firmado nuestra defunción. Ya, ya sé que eso es algo tan viejo que la Biblia cuenta la historia de Esaú que vendió sus derechos como primogénito por un plato de lentejas (y eso que eran sin chorizo que si llegan a tenerlo...), pero antes, al menos, los que así actuaban podían ser blanco de la reprobación pública como aquel "Capitán Araña, que a todos embarca y a todos engaña". Hoy, en cambio, campan por sus respetos montando el belén en cada plató que pisan siempre previo pago de su importe. Recuerden aquellos versos de sor Juana Inés de la Cruz:

"¿O cual es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?"

para comprobar que aquí no hay inocentes sino culpables en distinto grado sin olvidarnos del público:

"¿Por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?"

sin cuyo aplauso nada de esto habría sucedido.

Además de haberme quedado a gusto con estos apuntes de crítica social, viene esto pintiparado para explicar porqué, esta vez (y esperando que sirva de precedente) las lanzas se tornan cañas al revés de lo que es habitual.

El diario ABC ha tenido la magnífica idea de colgar en la red su hemeroteca algo que ya había hecho La Vanguardia en esta dirección. Ambos periódicos permiten la búsqueda tanto por palabras claves como por fechas y dan acceso a las páginas escaneadas de los originales. Podemos así no sólo ver las noticias sino también la publicidad que incluían en sus páginas lo que también ilustra los cambios sociales desde 1903 en el caso del diario madrileño y desde 1881 en el caso del periódico barcelonés.

Portadas como ésta del 15 de abril de 1931 con la multitud celebrando en la Puerta del Sol la proclamación de la II República el día anterior son pura historia de España que contrasta con la portada de ese mismo día en el diario catalán mucho más extraña para nuestra concepción actual del periodismo. Pero al lado de la gran historia hay un hueco para los anuncios entrañables como este jabón en el rotativo barcelonés o esta avanzada calculadora de 1966 en el madrileño por no hablar de los que hoy serían considerados como motivo de escándalo como éste (y no precisamente por el anuncio de la comedia musical sino por la publicidad dentro de la publicidad -por si no lo han pillado, miren a la izquierda de la imagen ese maravilloso "Los cigarrillos que fuma el señor Closas en escena son de la marca Rumbo"-).

Así, entre unas cosas y otras podemos ver no sólo como transcurrió el siglo XX sino también cómo se reflejó en la España de su época, por ejemplo, el inicio de la II Guerra Mundial, un magnífico regalo que ambos diarios han hecho tanto a los estudiosos como a los meros curiosos. ¿Quién dijo que los Reyes Magos eran una entelequia? Pues yo y sin embargo...

 

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