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Escritos desde el páramo

Intermezzo artístico

Permítanme realizar un breve paréntesis en la historia de los cátaros (que después retomaremos) para hacer un poco de publicidad de mi tierra que, si no es más hermosa que ninguna otra tampoco es menos bella o, al menos, eso nos parece a los que aquí vivimos.
En estos días (empezó a finales de mayo y concluirá en julio aunque ya se está hablando de prolongarla hasta finales de agosto) se está celebrando en la Catedral palentina la exposición "La Catedral, Palabra construida". Junto a la presentación en sociedad de las últimas obras de restauración (apertura de los vanos del claustro que tuvieron que ser cegados cuando la estructura se resintió por el terremoto de Lisboa y eliminación de añadidos en la cripta románica) se han reunido piezas de extraordinario valor artístico procedentes, en su mayor parte, de la propia Diócesis. No es nada fácil ver reunidas obras de Juan de Juni, los tres Berruguete (Pedro, Alonso e Inocencio), Gregorio Fernández, Siloé, Vigarny, Alejo de Vahía... pero en esta tierra antaño rica y poderosa y hoy convertida en escombros sin que nadie haya movido un dedo para impedirlo (ya se sabe que los únicas catástrofes que movilizan a la gente son las repentinas. La decadencia secular no vende) eso es casi el pan de cada día.
Sin embargo, quiénes quieran disfrutar de piezas poco o nada conocidas (bastantes proceden de conventos de clausura) harán bien en darse una vuelta por aquí. Es un conjunto tan extraordinario que no se sabe bien qué destacar, las pinturas procedentes de Santa María del Castillo en Frómista o las de Becerril de Campos, la Virgen con el Niño de Alonso Berruguete procedente de Paredes de Nava, el Descendimiento de Vigarny... no tienen nada que envidiar a la pequeña (y sin embargo, inmensa) Virgen románica de la Dehesa (raro ejemplar realizado en cobre y esmaltes) de Husillos o al Jesús crucificado de Gregorio Fernández. Y junto a ellas, El Greco (con un San Sebastián que cada día causa mayor admiración), Pieter Coecke (Virgen con el niño, copia -o versión- de Mabuse), Cranach (retrato anamórfico de Carlos V)... y numerosos artistas anónimos no por ello menos interesantes.
Mención aparte merece la extraordinaria colección de orfebrería (cálices, custodias, salvillas...) de talleres nacionales e internacionales (copa de Nuremberg que Carlos V donó a la Catedral palentina), así como las dos series de tapices flamencos y una pequeña muestra de los fondos de la Biblioteca y Archivo entre los que podemos destacar un ejemplar de la Biblia Políglota de Amberes.
Organizada en ocho apartados temáticos: Señor y Mesías; María, Madre de Dios y Madre nuestra; Cripta de San Antolín y trascoro; La sala capitular; la Eucaristia; Santos palentinos; Memoria escrita; y Vidrieras antiguas y modernas, cumple con su cometido de mostrar sin acumular (en Palencia es fácil caer en la tentación de exponer piezas y piezas hasta que el visitante queda saturado porque nuestra riqueza artística lo permite). Pocas obras pero casi todas ellas admirables (el borrón de la muestra es la sección de Santos palentinos, con imágenes que tendrán valor devocional pero cuyo valor artístico -con excepciones- es casi nulo) y magníficamente expuestas de forma que el visitante apresurado puede cumplir con la visita con brevedad mientras el turista concienzudo puede demorarse en encontrar mil y un detalles en cada obra.
Además, la entrada es gratis salvo para grupos guiados (30 €). El horario es amplio, de martes a domingo de 10:30 a 13:30 y de 16:00 a 20:00 (el lunes permanece cerrada). En fin, que si necesitaban una excusa para venir a esta tierra o si este verano quieren algo más que sol y playa, ya saben dónde estamos.

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