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Escritos desde el páramo

Investigando que es gerundio (I)

En cualquier campo (incluido el esoterismo) es posible la investigación. En cualquier campo pululan junto a los investigadores de verdad, una manada de himbestigadores que confunden la lectura de media docena de libros (normalmente malos de solemnidad), el ponerse chalecos con bolsillos hasta en la bragueta y hacerse cuatro fotos en lugares exóticos con la realización de una investigación. Parece una extraña ley matemática que la calidad de una investigación sea inversamente proporcional a las dificultades que, según su autor, conllevaba ésta.
En estos tiempos menguados, abundan los vivos que publican textos (siempre producto de años de dedicación y de ímprobos esfuerzos investigadores) en los que importa un carajo si los hechos relatados son o no ciertos y, ni tan siquiera, si tienen la más mínima pátina de racionalidad o si son, por el contrario, un perfecto ejemplo de lógica patidifusa.
Por desgracia, los auténticos investigadores suelen considerar que las tonterías que en ellos se aseguran como son de un calibre superior al de los cañones del Yamato no merecen la pena ni para enfangarse las zapatillas marca Victoria (en griego queda más fardón) ni para perder medio minuto de su valioso tiempo. Ya se sabe que la élite intelectual sólo debe abandonar su torre de márfil para manifestar su preocupación por causas tan importantes como el peligro de extinción del cangrejo bizco de las Columbretes de Abajo.
Así que queda para los que ni somos investigadores de nada ni tan listos como para forrarnos vendiendo los códigos secretos que empleó Miguel Ángel para pintar la Capilla Sixtina (no sé que pensarán Vds., pero seguro que alguna segunda intención tenía el pintor para plantificar al Creador la horrorosa túnica lila ésa que parece salida del barrio de Chueca) la tarea de aclarar algunas cosillas y plantear algunos enigmas sin solución. Debo confesar que el hecho más inexplicable con el que me he encontrado en los últimos años es que un engendro como "El Código da Vinci" haya sido un éxito de ventas. Tan alucinante, al menos, como que alguien haya ido a ver la peli ésa de Pocholo y Borjamari (y después se preguntará alguien por qué el cine español pierde espectadores año tras año. ¡Coño!, si lo raro es que quede alguno...)
Como todos Vds. a estas alturas -o bajuras- ya saben de qué va la ¿novela? del Sr. Brown me ahorraré el hacer la sinopsis y me limitaré, por el momento, a comparar fragmentos escogidos de tan excelsa obra (el peyote me debe haber sentado muy mal) con otros correspondientes a "La Revelación de los Templarios", magna obra de investigación donde las haya (en efecto, me ha sentado fatal).
Las ediciones empleadas son: "El Código da Vinci" por Dan Brown. Traducción de Juanjo Estrella. Ed. Círculo de Lectores por cesión de Ediciones Urano S.A. Barcelona, 2003; y "La Revelación de los Templarios" por Lynn Picknett & Clive Prince. Traducción de J. A. Bravo. Ed. Círculo de Lectores por cesión de Martínez Roca S.A. Barcelona, 2004. Cabe hacer la aclaración de que los originales ingleses fueron publicados en 2003 y 1997 respectivamente, por aquello de que quede claro qué obra es la original y cuál la copia.
Hablan ambos textos sobre la Última Cena, el fresco de Leonardo da Vinci:
"Como ésta es la Última Cena, en que según nos enseña el Nuevo Testamento, Jesús instituyó el sacramento del pan y el vino e invitó a sus seguidores a que comieran y bebieran de ellos afirmando que eran su carne y su sangre, sería razonable buscar algún cáliz o copa de vino delante de él, abarcado por el ademán de ofrecimiento." (LRT, Pág. 26)
"Miró la pintura y para su asombro vio que todos tenían una copa delante, incluido Jesús. Trece copas. Es más, las copas eran en realidad unos vasos de vidrio muy pequeños, sin pie. En aquel fresco no había cáliz." (ECV, Pág. 253)
"A quien contemplase por primera vez este cuadro podría disculpársele alguna incertidumbre sobre el supuesto Juan. Pues si bien es cierto que cuando el artista quería representar la suprema belleza masculina con arreglo a sus propias predilecciones solía elegir un canon algo afeminado, sin duda lo que estamos mirando aquí es una mujer. Toda la figura es sorprendentemente femenina; por más que la pintura sea antigua y esté deteriorada, ahí están todavía las manos pequeñas y bien formadas, los rasgos del semblante finos y armoniosos, el pecho, indudablemente femenino y el collar de oro." (LRT, Págs. 26-27)
"Sophie se fijó en aquella figura, observándola con detenimiento. Al estudiar el rostro y el cuerpo, le recorrió una oleada de desconcierto. Aquella persona tenía una larga caballera pelirroja, unas delicadas manos entrelazadas y la curva de unos senos. Era, sin duda... una mujer." (ECV, Pág. 258)
"La mujer, pues estamos seguros de que lo es, viste además ropas que la señalan como alguien especial. Son el reflejo invertido de la indumentaria del Redentor ya que vemos una túnica azul con manto rojo a un lado, y una túnica roja con manto azul al otro, siempre dentro del mismo corte y estilo." (LRT, Pág. 27)
"Las ropas tenían los colores invertidos. Jesús llevaba la túnica roja y la capa azul, mientras María Magdalena llevaba una túnica azul y una capa roja." (ECV, Pág. 261)
"Si nos fijamos en la composición general, lo más destacado es la figura que componen Jesús y la mujer, una gran M muy abierta, casi como si estando literalmente unidos por la cadera hubiesen sufrido una separación o se hubiesen apartado de manera voluntaria. Que sepamos, ningún estudioso ha dicho nunca que ése fuese un personaje femenino, ni menciona la M de la composición." (LRT, Pág. 27)
"Y si vamos ya a matices más sutiles -añadió Teabing-, vea que Jesús y su esposa aparecen unidos por la cadera e inclinados en direcciones opuestas, como si quisieran crear claramente un espacionegativo entre ellos." (ECV, Pág. 261) y "Sophie la vio al momento. En realidad, de pronto era como si ya no viera nada más. Ahí, destacada en el centro de la pintura, surgía el trazo de una enorme y perfecta letra M." (ECV, Pág. 261)

-Continuará-

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