Ha muerto un hombre, se ha quebrado un paisaje
Permítanme que, por una vez, abandone (o tal vez no) la temática exclusiva de esta bitácora para hablar de un escritor y su obra. Aquél se ha ido para siempre (al menos para los que no creemos en ninguna forma de vida más allá de la tumba), ésta perdura en el corazón de aquéllos que la hemos leído y admirado (que a juzgar por la escasa repercusión mediática que ha tenido su fallecimiento debemos ser pocos). Como alguno de Vds. habrá adivinado por el título de esta entrada me estoy refiriendo a Paco (no me sale el llamarle D. Francisco así que tendrán que disculparme esa falsa familiaridad con una persona a la que nunca conocí) Candel. Como me temo que ese nombre no les diga nada (o muy poco) comenzaré por una recomendación, busquen en las librerías de viejo o en reediciones modernas una novela titulada Han matado a un hombre, han roto un paisaje que se publicó en 1959 (y, por cierto, sigue pareciéndome increíble que en esa fecha llegase a publicarse este texto).
¿Qué es Han matado a un hombre, han roto un paisaje? Una curiosa mezcla de realidad y ficción en la que Paco Candel disfraza de narrativa sus vivencias en Barcelona (mejor dicho, en los suburbios habitados por emigrantes) desde la preguerra civil a la postguerra, años duros y difíciles, vidas condenadas a un destino trágico, lugares deprimidos... que podrían haber dado lugar a una visión deshumanizada pero que el niño que era entonces Paco Candel rememora y recrea con todo el peso de sus sentimientos tanto en los momentos trágicos (los bombardeos, los fusilamientos cuando Barcelona es tomada por los nacionales...) como en la vida cotidiana de unos niños para los que la guerra supuso hambre pero también libertad para hacer lo que les diera la gana. Es una grandiosa pintura de una época irrepetible (o eso espero), un fresco en el que hay lugar para todo, para la vida y para la muerte, para la risa y para el llanto, para el amor y para el odio... pero en la que siempre intuimos la existencia de un destino trágico contra el que en vano lucharán los protagonistas, un sino creado por la pobreza y la ignorancia que terminará por alcanzar al Grúa, el alter-ego novelesco de Paco Candel, en lo que supone el cumplimiento del título de esta novela.
Relato de unos hombres, pero también de un paisaje al que Paco Candel vuelve una y otra vez en sus novelas como Donde la ciudad cambia su nombre o Historia de una parroquia, el de las Casas Baratas en la Zona Franca. Hombres humildes y paisaje suburbano que encuentran en Candel al escritor que da voz a los que habitulamente no la tienen, al autor comprometido (en el mejor sentido de ese término, nada que ver con los novelistas-pesebristas-de-estómago-agradecido) porque no podía ser otra cosa, porque él mismo era un emigrante que incluso cuando tuvo cierto (y en parte efímero) éxito literario no quiso dejar de vivir en la Barcelona que conocía y amaba, la de la Zona Franca. Escritor sin formación académica, autodidacta por necesidad, izquierdista hasta la médula (fue senador por el PSUC)... todo eso fue Paco Candel y, sin embargo, pretender reducirlo a esas etiquetas sería injusto porque, por encima de todo ello, existió un hombre que supo sobreponerse a las dificultades, el escritor que surgió del pueblo y que habló con la voz del pueblo, que hizo de su vida y de la de sus semejantes materia novelesca. En una época en la que corren malos vientos para la épica el supo reflejarla, no la épica de los héroes griegos sino la épica cotidiana de sus paisanos.
Hoy se nos ha ido en silencio, sin aspavientos, casi ignorado excepto en su Barcelona de adopción. Los homenajes que se le rinden a la hora de su muerte (somo un país de necrófilos), capilla ardiente en el Palau de la Generalitat incluida, se me antojan claramente insuficientes. Maldita sea esta España que premia con el olvido a quien supo hacer de su memoria la crónica de unos hombres y unos lugares que, de no ser por él, se habrían perdido en la nada.
Paco Candel, que la tierra te sea leve.
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