Pretender condensar en pocas palabras la filosofía platónica está condenado al fracaso. Un autor del que Whitehead aseguró que la filosofía occidental eran meras notas a pie de página de la obra del gran filósofo ateniense no merece recesiones ni lecturas parciales. Por eso, antes de nada, debo recomendarles que lean los textos originales (en la editorial Gredos pueden encontrar todos los Diálogos en magníficas traducciones).
Sin embargo, tampoco podemos prescindir en estos tiempos de desprecio de las disciplinas humanísticas de apuntar aquellos temas que más se relacionan con nuestro objeto de estudio. Por otra parte, la obra de Platón es tan compleja y amplia que, con frecuencia, a Platón se le ha citado como autoridad para pretender justificar casi cualquier cosa cortando y pegando por dónde le conviniera al comentarista de turno (cuando, en otra entrega, veamos el mito de la Atlántida tendremos un buen ejemplo de ello por cuanto los atlantófilos suelen ignorar todo o casi todo de la obra platónica). El procedimiento de citar parcialmente prescindiendo del sentido que adquiere ese fragmento en una obra de mayor amplitud es, obviamente, una invitación al error (y al horror).
No obstante, esto es tan válido para los atlantófilos como para el que subscribe. Deben tenerlo muy en cuenta y recordar en todo momento que la obra filosófica del ateniense es mucho más amplia, compleja e importante de lo que vamos a ver. es más, podrán encontrar con facilidad interpretaciones que no coincidirán con lo que voy a escribir. Dado que no pretendo estar en posesión de la Verdad, harán muy bien en leer más interpretaciones, más estudios sobre el platonismo y quedarse con aquello que les parezca estar mejor fundado. Una vez hechas estas necesarias salvedades y con un nuevo llamamiento a que lean esta página con espíritu crítico, podemos comenzar.
Platón, es bien sabido, fue discípulo de Sócrates. Sócrates, es también conocido, fue condenado a muerte por la democracia ateniense. Tal vez sea más ignorado que este episodio es uno de los misterios de la antigüedad. En realidad de Sócrates desconocemos muchas cosas comenzando por el "pequeño" problema de que no dejó obra escrita. Por ello debemos acercarnos al pensamiento socrático a través de obras de terceros que fueron, principalmente discípulos suyos directos (Platón) o indirectos (Aristóteles que lo fue de Platón). Desde hace tiempo, los historiadores de la filosofía han intentado deslindar en los Diálogos platónicos qué procede de Sócrates y qué le atribuye Platón. En virtud de esa mayor o menor fidelidad a la enseñanza socrática se han definido tres periodos en la obra platónica:
A) Diálogos socráticos. Posiblemente el Sócrates que aparece en ellos sea el real, el filósofo que pregunta a los sabios "¿Qué es...?" para descubrir sus errores y sus incongruencias. Con ello corroía las ideas imperantes en su tiempo y, posiblemente, fue eso lo que condujo a su ejecución. Pertenecen a esta etapa los diálogos Laques, Cármides, Eutifrón, Lisis, Hipias menor, Ion, Hipias mayor, Apología, Critón y Protágoras. Gorgias está a caballo entre esta etapa y la siguiente.
B) Diálogos doctrinales. Posiblemente aquí Sócrates ya no es él en realidad sino el propio Platón. Ya no se limita a preguntar sino que expone su propia doctrina, un pensamiento influido por los mitos órfico-pitagóricos que posiblemente Platón conociera en su primer viaje a Sicilia. A esta etapa pertenecen alguno de sus diálogos más conocidos: Menón, Crátilo, Eutidemo, Menéxeno, Banquete, Fedón, República y Fedro.
C) Diálogos críticos. La doctrina platónica no está exenta de contradicciones y problemas. Su crítica es pues fundamental para aclarar conceptos. Pertenecen a esta etapa: Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias y Leyes. (Para mayor abundamiento sobre estas cuestiones, véase "Historia de la Filosofía" Por Felipe Martínez Marzoa. Editorial Istmo. Madrid, 1973)
Centrémonos primero en la obra fundamental de la segunda etapa y, en opinión de muchos, en el texto filosófico más importante que la humanidad haya producido jamás, en "República". ¿Qué es "República"? Decir que es un texto sobre política, sobre las formas de gobierno y sobre cómo debe organizarse idealmente la sociedad es como decir que "El Quijote" es una novela sobre la locura. No es falso, pero es una pequeña parte de la verdad. Por desgracia, lo más conocido de este extenso diálogo es la organización ideal platónica de la sociedad, gobernantes = filósofos, defensores = guerreros, y mantenedores de ambas categorías = artesanos, así como su ataque a la sociedad democrática que, recordemos, para Platón era la responsable de la ejecución de su amado maestro Sócrates. En una y otra se han apoyado alguna de las mayores barbaridades políticas que jamás haya visto la humanidad.
Sin embargo, Platón no propone esto porque sí, porque haya venido un ángel con su espada flamígera a visitarle y le haya dicho que eso tiene que ser así porque le sale de las gónadas procreativas (vulgo cojones). Puede sorprender que un texto sobre política comience con unas reflexiones sobre la vejez y la muerte y termine con una narración sobre el juicio a las almas y la vida de ultratumba. En realidad, "República" habla sobre la justicia y las conclusiones político-sociales a las que llega es basándose en esa idea. Comienza Platón por argumentar la superioridad de la justicia sobre la injusticia (Libro -capítulo- I). En el Libro II para responder a uno de sus contetulios que ha afirmado que la vida del injusto es más fácil que la del justo, Platón, en boca de Sócrates, desciende de la idea general al caso particular de la configuración del Estado. Para Platón el Estado nace de la necesidad de los individuos de procurarse aquello de lo que no pueden autoabastecerse. En primer lugar la comida, en segundo la vivienda, en tercero la vestimenta... para ello es necesario un labrador, un constructor, un tejedor, un zapatero... pero cada hombre está más dotado para una de estas actividades que los demás y será más efectivo si se dedica sólo a esa actividad para la que está bien dispuesto que si intenta ejercer varias de esas labores. Por ello, el labrador será más útil si no tiene que intentar fabricarse él sus herramientas. Por ello se necesitan herreros, boyeros... pero ningún Estado es autosuficiente y, por ello, también debe haber quién importe de otros Estados lo que falte en el propio. Para mantener ese comercio es necesario que el Estado produzca excedentes que pueda intercambiar. Conforme crezca el Estado además de las necesidades básicas se introducirá el lujo y con él la necesidad de poseer más lo que hará necesaria la existencia de guardianes. A partir de ese momento Platón comenzará a tratar de la pedagogía comenzando por renegar de los antiguos mitos que presentan a los dioses cometiendo injusticias sin fin. "Por consiguiente -proseguí- dado que Dios es bueno, no podría ser causa de todo, como dice la mayoría de la gente; sería sólo causante de unas pocas cosas que acontecen a los hombres, pero inocente de la mayor parte de ellas. En efecto, las cosas buenas que nos suceden son muchas menos que las malas, y si de las buenas no debe buscarse otra causa que el dios, de las malas debe buscarse otra causa." De igual forma, prohibiría que se presentase a los dioses como cambiantes puesto que si un dios es, por definición, el supremo bien cualquier cambio que experimentase sería para empeorar y ¿quién, voluntariamente, cambiaría para peor?
En el Libro III prosigue con la pedagogía de los vigilantes. Si éstos temen a la muerte ¿podrían cumplir con su misión? Por ello propone desterrar los mitos sobre el Hades así como cualquier mal ejemplo para esos guardianes como la embriaguez y la lujuria. Para conseguirlo plantea Platón el control del Estado sobre la producción poética y artística incluyendo la labor de los artesanos. Después del cuidado de la mente, Platón se ocupa del cuidado del cuerpo, de qué ejercicios serán más beneficiosos para esos guardianes y de su alimentación. De allí pasa a la medicina y a la judicatura y es tajante: "En cuanto a los otros, se dejará morir a aquellos que estén mal constituidos físicamente; y a los que tengan un alma perversa por naturaleza e incurable se los condenará a muerte." De entre estos vigilantes debe elegirse a aquéllos que, sometidos a prueba, demuestren mayor interés en el beneficio del Estado para gobernarlo. Incluso en su formación debe incluirse el mentirles: "Ahora bien, ¿cómo podríamos inventar, entre esas mentiras que se hacen necesarias, a las que nos hemos referido antes, una mentira noble, con la que mejor persuadiríamos a los gobernantes mismos, y si no, a los demás ciudadanos?" Platón propone que se los engañe con un mito, el de que todos son hijos de la misma tierra pero que los gobernantes han sido modelados por un dios que puso en la mezcla una mayor parte de oro, los guardianes con mayor parte de plata y los comerciantes y agricultores de hierro y bronce. Deben vigilar las tendencias de sus hijos y ponerlos con aquéllos que les sean afines, de forma que las tres "castas" platónicas no son cerradas, no son fruto de un derecho de nacimiento si no que están conformadas por la aptitud. A continuación Platón expone que los vigilantes deben vivir juntos y ser provistos de todo lo que necesitan para vivir por agricultores y comerciantes pero sin concesiones a lo superfluo. De igual forma les estará vedada la propiedad privada para que no puedan corromperse.
-Continuará-