Inauguramos una nueva sección (IV)
Tal vez consideren que la frontera que separa a la historia de la pseudohistoria es nítida. En muchos casos no lo es. Si esa diferencia pudiera establecerse por los temas que ocupan a una y otra sería sencillo advertir al primer vistazo si un escrito pertenece al género historiográfico o sólo lo pretende, pero lo que separa a la disciplina de su parodia es la metodología y eso ya no tiene porqué ser tan fácil de percibir.
Una búsqueda negligente de fuentes históricas equivale a comprar todas las papeletas en la rifa del desastre historiográfico, pero la mala praxis que con mayor frecuencia convierte en un bodrio lo que pretende ser Historia afecta a la crítica de dichas fuentes.
Todos somos (aunque algunos no lo parezcamos) seres humanos con filias y fobias, con creencias, ideologías... pero todo ello tiene que quedarse al margen en el momento en que estemos hablando de Historia. Debemos a Cornelio Tácito una declaración de principios que sigue siendo hoy tan válida como cuando el historiador romano la escribió hace unos mil novecientos años: "sine ira et studio". Sin embargo, la tentación de falsear la Historia para que sirva de apoyo de lo que creemos, de nuestra propia ideología... está siempre presente. Por ello la prudencia aconseja extremar las precauciones cuando estemos hablando de temas que susciten grandes controversias, ya que la misma polémica generada puede empujar (consciente o inconscientemente) a los participantes a seleccionar las fuentes históricas no por criterios objetivos sino porque corroboren la tesis que cada uno sostiene.
Hay algo especialmente grave, el ocultar (o tergiversar) aquellos datos que no sean favorables a lo que sostenemos. No es una mera cuestión ética (aunque también lo sea), es que hurtar elementos a una discusión supone su empobrecimiento y aumenta el peligro de error en los participantes, oyentes... No hay nada negativo en la polémica siempre que ésta se mantenga en los cauces de lo razonable. Al contrario, el contraste de datos, posiciones... es enriquecedor en grado sumo al menos para los que no tengan la mente más cerrada que la gatera de un submarino o tan abierta que se les escape el seso. Por otra parte, el silenciar datos puede interpretarse como una imposibilidad de contestarlos (y si ése es el caso no hay más que una salida, aceptar que estábamos equivocados) lo que supone fortalecer la posición de los que sostengan una tesis contraria a la nuestra.
Hay un segundo peligro, el reducir las posiciones de los adversarios a algo ridículo. No, lo malo no es el señalar lo que de absurdo pueda haber realmente en ellas (que es algo perfectamente legítimo) sino el falsear sus tesis de forma que aparezca como evidentemente ridículo lo que no lo es.
¿A qué viene este preámbulo? Vamos a verlo.
El Sr. Ares dedica el capítulo cuarto (titulado Viajes imaginarios) de su libro "La sábana santa ¡vaya timo!" a indagar la historia (de momento no nos pronunciaremos sobre si esa historia es real o supuesta) del Sudario antes de su aparición en Lirey a lo que ya dedicamos la entrega anterior de esta serie.
El autor comienza bien, exponiendo que resulta difícilmente explicable desde la postura pro-autenticidad del Sudario el silencio que todos los evangelios (tanto canónicos como apócrifos) que hablan de la Pasión guardan sobre la aparición de una figura humana en los lienzos sepulcrales de Cristo. Si consideramos la cantidad de "hechos" admirables que narran, esto supone una objeción muy seria. ¿Hay alguna razón para que los discípulos de Jesús silenciaran que en los paños que conservaron (si el Sudario fuera auténtico sólo podría haber sido guardado por ellos) estaba milagrosamente (eso tendría que parecerles) grabada la figura de Jesús? La capacidad propagandística de tan extraordinario objeto no hubiera dejado de ser empleada y, sin embargo, no existe la menor mención a ello.
No obstante, el Sr. Ares realiza una afirmación que creo conveniente puntualizar:
"No deja de ser extraño que lo que tal vez fuera la mejor prueba de la divinidad de Jesucristo no esté recogido en ellos, sobre todo si pensamos que los apócrifos sí hablan de la imagen de la Verónica. Recordemos lo que dice la tradición: durante la pasión, mientras Jesucristo cargaba con la cruz desde el palacio de Pilatos hasta el Calvario, una mujer de nombre Verónica (a veces llamada Berenice o Bernique), abriéndose paso entre la multitud y recibiendo insultos, calumnias y golpes, se acercó al rostro magullado, polvoriento y sangrante de Jesucristo y se lo enjuagó con un pañuelo. Cuando se retiró, vio que la imagen de Jesucristo había quedado grabada en él." (Pág. 35)
El autor está confundiendo dos cosas, lo que dicen los apócrifos sobre Verónica y la tradición sobre ella. Como después hablaremos de cómo se fue formando la leyenda sobre el Mandyllion a efectos de comparación haremos lo mismo con la leyenda de la Verónica.
A comienzos del S IV Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica (VII, 18 1-3) cuenta que en Cesarea de Filipo (o Paneas) existía un grupo escultórico realizado en bronce que representaba la curación de la hemorroísa (que según decían era oriunda de Cesarea de Filipo) según se narra en los Evangelios (Mt 9, 20ss, Mc 5, 25ss, Lc 8, 43ss). Según la tradición que recoge Eusebio, la escultura de Jesús reproducía su imagen.
Según el apócrifo del S V (en esta fecha tuvo lugar la redacción -supuestamente, una traducción del original escrito por Nicodemo en hebreo- que conocemos según se declara en el preámbulo de este escrito) conocido en la Edad Media como Hechos de Pilato y al que actualmente se denomina Evangelio de Nicodemo (Cap. VII) la mujer que sufría de flujos de sangre y que fue curada por Jesús se llamaba Verónica. Posiblemente, se había producido una metonimia entre el objeto y su propietaria porque la escultura mencionada por Eusebio era una vera (en latín verdadera) eicona (en griego imagen) de Jesús.
Otro apócrifo (cuya fecha se discute, pero posterior al S V) La muerte de Pilato o El evangelio de la muerte de Pilato añade nuevos datos a la leyenda. Según este escrito, el emperador Tiberio había enfermado de gravedad y conociendo la fama de Jesús como sanador envió a uno de los empleados de palacio de nombre Velusiano a Jerusalén. Allí Pilato le informa que ha sido ejecutado como malhechor. Después de entrevistarse con Pilato, Velusiano encuentra a Verónica que le informa de que ella había querido que un pintor retratase a Jesús y que cuando le llevaba el lienzo que se iba a emplear para ello se encontró con Jesús, que éste había tomado la tela y cuando se la devolvió aparecía en ella su retrato y que éste tenía propiedades sanadoras. Verónica accede a acompañar a Velusiano a Roma donde la visión del Rostro sana a Tiberio que decide castigar a Pilato pero éste se presenta revestido con la túnica o manto de Jesús que aplaca la furia del emperador que sólo puede castigar a Pilato cuando éste es despojado de la reliquia. Pilato se suicida y su cuerpo es arrojado al Tíber pero como a partir de ese momento los demonios pululan por Roma, tuvo que ser rescatado de las aguas y arrojado al Ródano en Viennes. Al repetirse los hechos, su cuerpo se llevó a Lausana para ser enterrado allí. Como los espíritus malignos seguían al cadáver donde estuviese fue finalmente arrojado a un lago solitario.
Un nuevo apócrifo que menciona a Verónica es La venganza del Salvador o El evangelio de la venganza del Salvador (S VII-VIII o quizás IX). Según este escrito, Tito cuando Jesús fue crucificado era rey de Aquitania y tenía su corte en una ciudad de Libia. Padecía un cáncer que le llagaba el rostro. Un judío llamado Natán acudía a Roma pero su nave fue desviada por el viento y acabó en Libia donde Tito pidió a Natán alguna cura para su enfermedad. Natán le habla de Jesús y sus milagros y cómo había sido crucificado por lo que Tito lamenta no haber podido contemplar su rostro momento en el que sana de su enfermedad por lo que decide vengarse de los judíos por haber matado a Jesús así que es bautizado por Natán y llama a Vespasiano que acude con sus soldados y juntos arrasan Judea. Una vez tomada Jerusalén comienzan a buscar el rostro de Jesús y les dicen que está en poder de Verónica. Escriben a Tiberio, que estaba enfermo de lepra, y piden que envíe a Velosiano. Cuando éste llega a Jerusalén, después de torturar a Verónica que negaba tenerlo en su poder, consigue el rostro que está en un lienzo. Embarca junto con Verónica (que no quiere separarse de la tela) hacia Roma en la que Tiberio contempla el Rostro, es sanado, se convierte y se hace bautizar por Natán.
Como verán, no aparece por ningún lado la tradición de que el rostro de Jesús quedó impreso en el lienzo con el que Verónica enjuagó el sudor y la sangre de Jesús camino del Calvario, leyenda que nace en torno al S XII al margen de los apócrifos en los que, por otra parte, el Rostro de la Verónica sólo aparece de forma muy tardía.
El Sr. Ares prosigue, también correctamente, señalando una segundo problema que deben explicar los defensores de la autenticidad del Sudario ¿dónde estuvo este objeto hasta su aparición en Lirey? Porque, en caso de ser auténtico, la Sindone sería la reliquia más extraordinaria de la cristiandad y, sin embargo, no existe la menor mención de ella ¿o quizás sí la haya? Por desgracia, el prometedor comienzo del capítulo pronto queda en nada. El Sr. Ares critica los trabajos de Ian Wilson del que dice:
"El viaje fantástico más famoso es el descrito por Ian Wilson en su libro The Turin Shroud, publicado en Londres en 1979. Ian Wilson es un historiador de Oxford metido a sindonólogo. Fue el primero, por ejemplo, que dijo que una imagen que se hallaba en Edesa en el siglo X (de la que hay referencias históricas) llamada mandyllion es la sábana de Turín." (Pág. 36)
Me permito realizar tres precisiones. La primera, y menos importante, es que el libro del Sr. Wilson vio su primera edición en 1978.
La segunda es ¿por qué se limita a examinar la teoría de Ian Wilson? Recordemos que la cuestión no es si el Sr. Wilson tiene o no razón sino si existen o no noticias históricas sobre el Sudario antes de su aparición en Lirey. Evidentemente, la identificación entre el Mandyllion y la Sindone es el intento más conocido de justificar el silencio documental sobre ese objeto, pero no es el único. Puesto que lo que sostiene el Sr. Ares es que no existen noticias antes de su aparición en Lirey tendría que examinar todos lo que el denomina "viajes imaginarios" porque el que el Sr. Wilson esté errado no supone que no existan otras teorías que sí puedan ser ciertas.
La última puntualización afecta al proceso de formación de la leyenda sobre el Mandyllion o Mandilión. Eusebio de Cesarea (sí, otra vez él) en su Historia Eclesiástica (recordemos, comienzos del S IV) reproduce (I, 18 6-10) la correspondencia cruzada entre el rey Abgar o Abgaro V Ukama (es decir, el Negro) de Edessa (la actual Urfa en Turquía). Según asegura Eusebio, estas cartas estaban en los archivos de la corte de Edessa y él mismo las había traducido desde el siríaco (arameo) al griego. ¿Qué cuentan estas cartas y el relato anexo? Que el rey Abgar padecía una enfermedad incurable por lo que, conociendo la fama de sanador de Jesús, le pidió que acudiese a su corte. Éste se niega porque tiene que cumplir su misión. Después de su crucifixión, resurrección y ascensión, Tomás envió a Edessa a Tadeo que realiza diversos milagros (entre ellos la curación del propio Agbar).
A finales del S IV o comienzos del V en la Doctrina de Tadeo ya aparece en escena un retrato que el enviado (Hannan o Ananías) del rey Agbar a Jesús para llevarle su misiva habría realizado de éste y que el monarca se apresura a colocar en un lugar de honor.
A finales del S VI se completa la leyenda, Evagrio en su Historia Eclesiástica asegura que el enviado no pudo realizar el retrato así que Jesús se colocó la tela sobre el rostro quedando éste milagrosamente impreso en aquélla. Ese retrato de Jesús es el Mandyllion.
Ahora que ya conocemos el proceso de formación de las leyendas sobre el Rostro de la Verónica y el Mandyllion (y por si no se han dado cuenta, la estructura profunda de ambas en su versión final es la misma, un rey enfermo envía un emisario que obtiene el milagrosamente impreso Rostro de Jesús. El monarca sana y se convierte) podemos darnos cuenta de la razón por la que parece absurdo el pretender que uno u otro objeto sean la Sindone, que resulta difícilmente explicable el que en sus inicios ninguna de ambas leyendas hable de una Faz de Cristo milagrosamente impresa en un lienzo, lo que sería lógico si ese Rostro existiese desde el S I (lo que sucedería necesariamente si la forma final de ambas leyendas correspondiese a la realidad histórica). Además, otras menciones como la de Sozomeno confirman el relato de Eusebio de Cesarea sobre la escultura de Cristo y la Hemorroisa mientras que la monja Egeria que peregrinó por Tierra Santa y zonas próximas entre el 381 y el 384 no hace la menor mención a que en Edessa (ciudad que también visitó) existiera ningún retrato equiparable al Mandyllion ni tampoco tradición alguna sobre este tema aunque sí habla de la (supuesta) correspondencia entre Abgar y Jesús. Como el Sr. Ares parece desconocer este proceso de formación de ambas leyendas (y si lo conoce no hace mención a ello ni obtiene, por tanto, la conclusión lógica sobre este tema, que ambas leyendas intentan ensalzar -primero como verdaderas imágenes y, posteriormente, como imágenes milagrosas- sendos iconos existentes en Edessa y en Roma) se pierde en una argumentación mucho más problemática para negar la identificación que hace el Sr. Wilson entre el Mandyllion y la Sábana Santa de Turín. Veámoslo:
"Esta teoría de Wilson no deja de ser una idea absurda, un invento ad hoc para justificar lo injustificable: en definitivas cuentas, un hecho imaginario: La verdad es que el propio nombre se opone a la tesis de Wilson: mandyllion es un mandil pequeño, ya que la terminación yllion es un diminutivo (algunos lo traducen por pañuelo)." (Pág. 36)
El problema de esa argumentación que el arameo mandila puede designar telas de tamaño muy variado lo que hace que se traduzca de forma muy diversa (unos traducen mandyllion como pañuelo, pero otros lo hacen como sudario e incluso podríamos hacerlo como mantel o toalla).
No obstante, hay algo más grave, que cuando se puede refutar una teoría de forma rigurosa (y se puede) el ampararse en una cuestión semántica (incluso si no fuera discutible) es eludir la responsabilidad que tiene un autor para sus lectores. El Sr. Ares cita pero ni explica ni refuta (siguiendo a Wilson y otros historiadores "sindonológos") las siguientes "pruebas" que demostrarían la identificación entre el Mandyllion y el Sudario:
"En 1982 se descubrió en los archivos vaticanos el manuscrito griego del sermón que el archidiácono Gregorio el Refendario de Santa Sofía pronunció el 16 de agosto de 944, cuando el mandilión llegó a la ciudad." (pág. 37)
Lo que el Sr. Ares omite decir es que ese sermón plantea, supuestamente, un problema. Por de pronto, asegura que la imagen se formó por las gotas de sudor que parecía sangre (Lc 23, 43-45) que emitió Jesús durante la Oración en el Monte de los Olivos (algo que, por cierto, contradice la versión antigua sobre este objeto que ya hemos visto) pero a continuación habla de la herida que manaba agua y sangre de su costado (Jn 19, 34). ¿Estaba estableciendo un paralelismo entre el inicio y el final de la Pasión marcados por la emisión de sudor y sangre y agua y sangre respectivamente o hay que entender que en el Mandyllion también aparecía la representación de la lanzada, algo que sería imposible si el Mandyllion solo representara el rostro de Jesús? Para que puedan hacerse Vds. su propia idea al respecto les enlazo el artículo Histoire ancienne du Linceul de Turin de A-M Dubarle en el que podrán encontrar la traducción francesa de los pasajes más significativos del sermón de Gregorio el Refendario, haciendo la advertencia de que esa traducción no es aceptada por todos los expertos en literatura bizantina.
"En la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva una miniatura cuyo autor es Skylitres, que vivió de 1081 a 1118, en la que se reproduce la escena del emperador Romano Lecapeno besando la sábana al llegar desde Edesa." (Pág. 37)
¿No habíamos quedado en que el Mandyllion era una tela de tamaño pequeño? ¿Por qué ahora se convierte en una "sábana"? El Sr. Ares silencia la dificultad que plantea la miniatura citada. Para comprenderlo, comencemos por verla. Bien, habrán observado que Romano I Lecapeno (vestido de negro y con un manto rosado) besa el rostro impreso en una tela. A la izquierda (según el espectador) aparece una persona vestida de azul que está sosteniendo un trozo de tela rosada de tamaño considerable (como una sábana, más o menos). ¿Esa tela es continuación de aquélla en que aparece impreso el rostro o es otra completamente distinta? Si es lo primero, evidentemente el Mandyllion tendría un tamaño muy superior al de un simple pañuelo haciendo polvo el argumento empleado por el Sr. Ares. Lo segundo también puede sostenerse basándonos en la diferencia de color (la tela sobre la que se ve el Rostro es blanca mientras que ésta, ya lo dijimos, es rosada). Pero si es así ¿qué es esta tela? La verdad es que parece que sí es continuación (pese a la diferencia de color) de la que ostenta el Rostro. No obstante no tengan esto en consideración como prueba de nada porque pese a que el Sr. Ares afirme lo contrario, hay que hacer la necesaria advertencia sobre que el códex Skylitzes Matritensis no está iluminado por Juan Skylitzes ni corresponde, por tanto, a la datación indicada. Es una obra de finales del S XIII o comienzos del XIV y algunos autores creen que este códice se realizó en Sicilia. Para terminar de "empeorar" las cosas, la arquitectura (supuestamente de Constantinopla) que aparece en sus ilustraciones no corresponde con la realidad. Puesto que el miniaturista hizo un uso amplio de su fantasía ¿por qué hay que pensar que esa escena concreta sea veraz? Prosigamos.
"En 1201 Nicolás Mesarites confecciona una nueva lista, y allí sigue figurando la reliquia." (Pág. 37)
El escrito de Mesarites también plantea un problema. Habla de dos objetos distintos, la tela con la imagen no hecha por mano humana (acheiropoíetos) pero también de los lienzos funerarios de los que dice que envolvieron el cadáver desnudo de Jesús después de la Pasión. ¿Cómo sabía (o creía saber) Mesarites que el cuerpo de Jesús estaba desnudo?
Dejémonos de simplificaciones porque de la documentación conservada (es recomendable la recopilación realizada por Daniel C. Scavone aunque sus conclusiones sean muy discutibles por no decir que son insostenibles) está hablando, en realidad, de varios objetos distintos. (Véanse estos documentos al respecto) ¿Que Wilson se equivoca al identificar el Mandyllion con la Sábana Santa? No tengo la menor duda sencillamente porque las copias y reproducciones conservadas de este objeto (por ejemplo, ésta, ésta o ésta) no tienen el menor parecido con la representación que aparece en el Sudario con el que, además, hay una diferencia fundamental, que el Jesús del Mandyllion (como el del Keramion -otra imagen de Jesús supuestamente obtenida de forma milagrosa que se conservaba en Constantinopla, pero con un soporte de cerámica en vez de tela-) está vivo (ojos abiertos) y el Jesús de la Sábana Santa está, lógicamente, muerto (ojos cerrados). Pero contentarse con dar el mentís a Wilson sabe a poco porque de la documentación mencionada se desprende otra posibilidad, que además del Mandyllion existiera en Constantinopla una mortaja en la que aparecía la figura de Jesús de cuerpo entero, algo de lo que el Sr. Ares no sabe o no quiere saber nada.
Ya hemos visto que en Constantinopla había lienzos que, supuestamente, procedían del entierro de Jesús. Mesarites nos ha dejado la duda de porqué habla del cuerpo desnudo de Jesús que había sido envuelto en ellos. Un nuevo documento (que el Sr. Ares no menciona pese a que es muy importante para dilucidar esta cuestión) es la narración sobre la conquista de Constantinopla que escribió Robert de Clari (o Clary). Según esta fuente (en su traducción a francés moderno), en la iglesia de Santa María de Blanquernes:
"le sydoine où Notre Sire fut enveloppé y était, qui chaque vendredi se dressait tout droit, si bien qu’on pouvait y voir la figure de Notre Seigneur ". y
"ni ne sut-on oncques, ni Grec, ni Français, ce que ce sydoine devint quand la ville fut prise ".
Como podemos ver, a partir de este momento no importa mucho que el Sr. Wilson estuviera equivocado al identificar el Mandyllion con la Sábana Santa porque tenemos una fuente contemporánea (la crónica de Robert de Clari fue escrita en torno al 1205) que asegura que en Constantinopla antes de la conquista de esta ciudad durante la IV Cruzada (1204) existía un lienzo de gran tamaño en el que fue envuelto Jesús y en el que se podía ver bien su figura (no sólo su rostro como es el caso del Mandyllion). Este testimonio puede relacionarse con el antedicho de Mesarites sobre el cadáver desnudo de Jesús, pese a que no coincidan las iglesias (Mesarites habla de la de Faro en el Bucoleón, Robert de Clari de la de Santa María de Blanquernes) porque ambas son las iglesias de los palacios imperiales (el antiguo el Bucoleón, el moderno el de Blanquernes) por lo que no hay ningún problema en suponer un traslado de ese objeto del uno al otro, máxime cuando los basileus vivían en el palacio nuevo, en Blanquernes. Por cierto, Robert de Clari dice que en la iglesia de Faro estaban las "tabulae" del Mandyllion y el Keramion lo que apoya que el Mandyllion y la Sábana eran objetos distintos. Esa misma distinción aparece en la obra Otia imperialia (cc. 1212) de Gervasio de Tilbury en la que por un lado habla de la imagen de Edessa (III, 23) y, por otro (III, 24), de cómo las santas mujeres colocaron sobre el cadáver de Jesús un lienzo de lino tan grande que le cubría por entero y que al levantarlo encontraron que su figura había quedado impresa en él. A partir de este momento podemos establecer dos historias distintas, por un lado el Mandyllion, por otro la Sábana.
"El 1 de agosto de 1205, Teodoro Ángel Comneno, nieto de Isaac II, emperador de Constantinopla, escribe una carta al papa Inocencio III, organizador de la cuarta cruzada, quejándose de los desmanes y robos de los cruzados, y le pide que sea devuelta la reliquia." (Pág. 37)
Lo que el Sr. Ares no dice sobre ese documento es que en él la reliquia (la más preciada, según su autor) cuya devolución se solicita es la tela de lino en que Jesús fue envuelto después de su muerte y que en ese momento se encontraba (la reliquia) en Atenas lo que tiene su importancia por lo que después veremos.
"A principios del S XIII, dos arzobispos de Besançon, de nombre Binet y Mathieu, hablan de la presencia de una "sábana santa" en la ciudad." (Pág. 37)
El autor no se da cuenta de que acaba de contradecirse porque antes aseguró (Pág. 17) que el Sudario de Besançon apareció en 1523. ¿Principios del S XIII o S XVI, en qué fecha aparece realmente el Sudario de Besançon? Relean la cita anterior. ¿Qué entienden? Yo entiendo que se conserva algún tipo de documento de principios del S XIII en el que dos arzobispos de Besançon de nombres Binet y Mathieu hablan de la presencia de una "sábana santa" en esa ciudad y en ese momento. ¿Qué hay de cierto en ello? Nada, porque los arzobispos de Besançon Jacques Marie Adrien Cesaire Mathieu y Charles Henri Joseph Binet lo fueron del 22 de junio de 1834 al 9 de julio de 1875 y del 31 de octubre de 1927 al 15 de julio de 1936 respectivamente. ¿En qué se basan uno y otro para hablar de la presencia a comienzos del S XIII del Sudario de Besançon en esa ciudad? Pues en leyendas que existían en la ciudad, pero no hay la menor prueba documental contemporánea (ni cosa que se le parezca) al "hecho" de que a comienzos del S XIII apareciera el Sudario en Besançon que tendrá que esperar a 1523 para entrar en la historia (en la de las falsas reliquias según vimos en su momento).
Continúa el Sr. Ares hablando de las diversas teorías que se proponen para explicar cómo llegó el Sudario a Besançon a comienzos del S XIII sin enterarse (o al menos sin decirlo) de que no existe la menor prueba de que haya algo que necesite explicación, pero antes de entrar en este tema espero que me disculpen el añadir algunos datos sobre el Mandyllion porque de tanto hablar de él, la verdad sea dicha es que le he tomado cariño.
En 1207 nuestro viejo conocido Nicolás Mesarites pronuncia en Constantinopla el elogio funebre de su hermano Juan. En él asegura que están aquí (en Constantinopla) tanto el Mandylion como el Keramion pero no dice nada de los lienzos sepulcrales.
En 1239 el emperador latino Balduino II vende a Luis IX (san Luis) de Francia multitud de reliquias entre las que se encuentra la "Sancta toellam tabulae inserta". ¿Se trata del Mandyllion? Pues es posible, porque en 1534 nos encontramos con esta descripción:
"Après plusieurs difficultés a esté finallement trouvée en un grand reliquaire et tableau garny d’argent surdoré, où il y a apparence d’une effigie, ladite trelle comme consommée contre ledit tableau, autour, environ et dans ladite effigie".
(Fuente: Artículo Histoire du linceul de Turin. A-M Dubarle.)
Si es así, el Mandyllion acabó en Francia en el S XIII y después no se sabe nada más sobre él salvo que se conservaba con las restantes reliquias en la Sainte Chapelle.
Volvamos con la Sábana. Después de que Teodoro Ángel Comneno afirme que estaba en Atenas no se sabe nada más pese al intento de algunos de situarla en Besançon. Al respecto el Sr. Ares dice:
"1.En 1208, el duque de Atenas Othon de la Roche la envió a su padre, residente cerca de Besançon, donde se habría realizado al menos una copia (el sudario de Besançon del que ya hemos hablado, destruido por la Revolución Francesa en 1794)." (Pág. 38)
La leyenda de la que ya hemos hablado al comentar aquello tan gracioso de los arzobispos de Besançon y el S XIII fue puesta por escrito por el padre Loye en "La ville de Saint-Hippolyte" Jacquin, 1909. Besançon. En resumen dice que Othon de la Roche la robó durante el saqueo de Constantinopla y la envió a su padre Ponce de la Roche que la donó a la catedral de Besançon. Allí permaneció hasta la destrucción por un incendio de la seo en 1349 cuando desapareció. No se quemó sino que fue robada por un miembro de la familia de la Roche, por Jeanne de Vergy que al año siguiente la aportó como dote al matrimonio que contrajo con Geoffroi I de Charny. No obstante, ella hizo confeccionar una copia que envió a Besançon.
(Fuente: Artículo La Première Captivité de Geoffroy de Charny et l´acquisition du Linceul . André-Marie Dubarle.)
Prescindiendo de leyendas sin base documental alguna, hay algunas cuestiones que debemos plantear. Ya hemos visto que hay una mención expresa a un objeto similar a la Sábana Santa en Constantinopla en 1204 (y esto no es ningún "viaje imaginario"). Robert de Clari nos dice que después del saqueo desapareció de la iglesia de Santa María de Blanquernes. La carta de Teodoro Ángel Comneno nos dice que el Sudario en que Jesús fue envuelto estaba en Atenas en 1205. ¿Hay algo aunque sea en un terreno hipotético que pueda ligar esas dos menciones?
En 1204 Othon de la Roche era uno de los caballeros que participó en la conquista y saqueo de Constantinopla. Al parecer se hospedó en Blanquernes. En 1205 Othon de la Roche era Señor de Atenas. Ello parece señalar que fue Othon de la Roche el que se apropió de ese objeto. La bisnieta de Othon de la Roche fue Jeanne de Vergy a la que todo apunta como donante del Sudario de Lirey al que actualmente conocemos como Sábana Santa de Turín.
¿Quiere eso decir que la Sábana de Blanquernes es la Sindone turinesa y que es realmente el Sudario de Jesús? Eso en realidad son dos problemas distintos. El primero es improbable (por la datación por C-14) pero no imposible aunque para poderlo sostener fuera del terreno de la hipótesis tendríamos que presentar pruebas documentales de dos cosas, la primera de que Othon de la Roche realmente robó la Sábana de Blanquernes (las circunstancias le señalan, pero nada más), la segunda de que aunque fuera él el ladrón de este objeto habría que demostrar que llegó por herencia a Jeanne de Vergy. Es más probable que en la familia de la Roche existiera el recuerdo de ese objeto y algún miembro de la familia (no necesariamente Jeanne) mandara reproducirlo.
El segundo problema es hoy por hoy insostenible. Aunque pudiéramos demostrar (que no podemos) que la Sábana de Blanquernes es el mismo objeto que la Sindone turinesa eso no supone resolver el dilema que ya vimos ¿por qué no existe ninguna mención a la que sería la reliquia más portentosa de la cristiandad antes de (en este caso de Constantinopla) comienzos del S XIII? Habríamos avanzado 150 años, pero aún estaríamos muy lejos del año 30 (aproximadamente).
Volvamos al texto del Sr. Ares:
"La anterior es una historia totalmente fantástica. Pensar que un pañuelo (mandyllion) pueda ser una gran sábana doblada es ya una idiotez, sin más matizaciones." (Pág. 38)
Por supuesto, cada persona es muy libre de considerar como una idiotez lo que estime conveniente, pero el que la teoría del Sr. Wilson sea errónea (y lo es por razones mucho más profundas que una mera cuestión semántica como es que los documentos contemporáneos hablan del Mandyllion y el Sudario como objetos distintos) no significa que sea prescindible sin más. Evidentemente el Mandyllion no es la Sábana Santa pero del análisis de la documentación aportada por el Sr. Wilson y otros historiadores "sindonólogos" obtenemos conclusiones interesantes (aunque sean opuestas a lo que ellos sostienen), que en Constantinopla a comienzos del S XIII existía un objeto semejante a la Sindone y que la fama de ese objeto llegó rápidamente a occidente (Otia imperialia de Gervasio de Tilbury). Minusvalorar (mejor dicho, ocultar) eso me parece no una estupidez pero sí un inmenso error tanto por el rigor exigible (por mucho que sea una obra de divulgación) en cualquier escrito que trate sobre temas históricos como por lo que supone de disminución de la información transmitida a los lectores que debe ser tan completa como se pueda.
"Y si se cae el mandyllion como hipótesis, también se viene abajo todo el resto, pues esa historia no es nada más que una colección de anécdotas de personas que hablan de imágenes de Cristo. Nada más. Afirmar que todas ellas son la misma imagen son ganas de creer." (Pág. 38)
Alucinante. Que de esas fuentes ("colección de anécdotas de personas que hablan de imágenes de Cristo" dice el autor y se queda tan pancho) se desprenda la existencia en Constantinopla a inicios del S XIII de un objeto similar a la Sindone es algo que se viene abajo porque ese Sudario no sea el Mandyllion (repítanlo como si fuera un mantra 666 veces a ver si terminan por creerse esa chorrada). ¿Por qué me estará (prescindiendo de mi natural malevolencia, de mi malquerencia por el autor y demás supuestos e inexistentes sentimientos adversos) dando la sensación de que el Sr. Ares no tiene ni idea de lo que está hablando?
"Entre los siglos VI y VIII empezaron a aparecer imágenes supuestamente no realizadas por manos humanas (acheiropoíetos). Todas ellas tienen características comunes: son monocromáticas de color rojizo, debido sin duda a que reproducen la tradición de la Verónica y pretenden que la imagen se ha formado por sudor de sangre." (Pág. 38)
La ternilla por los suelos. Por de pronto ¿cómo pueden surgir en los S. VI-VIII unas imágenes que responden a una tradición (la de la Verónica limpiando con su paño el sudor y la sangre de Cristo camino del Calvario) que no apareció hasta el S XII? Porque las menciones a la Verónica que hemos visto en los Apócrifos no hablan para nada de sudores sangrientos de Jesús. El tono rojizo de alguna de esas representaciones se explica por una tradición oriental (que hemos visto reflejada en el sermón de Gregorio el Refendario) según la cual el retrato habría quedado impreso por el sudor sangriento de Jesús durante la Oración en el Huerto.
Para comprobar que algo falla en las afirmaciones del Sr. Ares basta con irnos al Liber Pontificalis, a la vida de Esteban II (en realidad es Esteban III, pero como su predecesor Esteban II falleció antes de su investidura formal como Papa no lo tuvieron en cuenta para el ordinal de su sucesor) que fue Sumo Pontífice entre el 752 y el 757. Allí se nos dice que ante el peligro que representaban los Longobardos (o Lombardos) bajo el mando de Astolfo, el Papa decidió realizar una procesión para solicitar la protección celestial contra dicha amenaza:
"In una verum dierum cum multa humilitate solite procedens in letania cum sacratissima imagine domini Dei et salvatoris nostri Iesu Christi quae acheropsita nuncupatur..."
¿Cuál es esa imagen a la que se denomina acheropsita? Pues el acheropsita (o acheiropoíetos) que se conserva en el Sancta Sanctorum de San Juan de Letrán y que podrán contemplar en la fotografía ampliable incluida en esta página. Aunque el resto del cuerpo está tapado por la decoración de orfebrería, esta imagen (posiblemente realizada en los S V-VI) presenta un Jesús de cuerpo entero, vestido, sedente y con el libro de la Ley en la mano izquierda y la derecha en actitud de impartir la bendición. Así pues, ni monocromática, ni rojiza, ni sudor sangriento, ni tradición de la Verónica, ni puñetas en vinagre. Es más, incluso hay representaciones supuestamente no realizadas por mano humana de la Virgen como la Madonna Acheropita de Rossano que ya me contarán cómo encaja con la leyenda de la Verónica (bueno, tal vez Verónica se pasara toda su mítica existencia enjugando con paños de todos los tamaños los abundantes sudores de la familia entera de Jesús). Sarcasmos aparte, sencillamente las imágenes supuestamente acheiropoíetos no nacen de la leyenda de la Verónica sino que, al contrario, los velos de la Verónica se basan en una clase especial de acheiropoíetos, los vinculados al Mandyllion (que como ya dijimos tienen sus propias leyendas y tradiciones).
Ya que estamos hablando de todo ello, el supuesto Velo de la Verónica (que supuestamente se conserva en la Basílica de San Pedro en el Vaticano) no apareció hasta el S XII. Según algunas fuentes (carta del cardenal Salviati a Castiglione) fue destruido durante el Saco de Roma efectuado por el ejército de Carlos I de España y V de Alemania en 1527. No obstante, en fechas posteriores se siguió ostentado. Se ignora si se trata de una copia (en caso de que fuera realmente quemado en el S XVI) o del original y las noticias que señalan su destrucción por las tropas hispano-alemanas son erróneas. En cualquier caso, hace mucho que no se ostenta porque la imagen (según declaraciones de testigos de los S XIX y XX) del Rostro se ha desdibujado y prácticamente ha desaparecido. Para hacernos una idea de su aspecto tenemos que recurrir a copias antiguas como el Santo Rostro de Jaén. Por contra, otras imágenes que a veces se presentan como copia del Velo de la Verónica como la Sainte Face de Laon dada su procedencia oriental (búlgara en este caso a juzgar por la inscripción en paleoeslavo) es más probable que se inspiren directamente en el Mandyllion. Prosigamos:
"Ahora se nos cuenta otra historia muy diferente: que se pusieron de moda los paños de la Verónica -el mandyllion era uno de ellos- y que otros lienzos con el rostro de Cristo pueden ser el mandyllion o no." (Pág. 38)
La realidad es justo la contraria, no es que el Mandyllion fuera un Velo de la Verónica sino que el Velo de la Verónica es una copia del Mandyllion. Olvidarse de la cronología suele ocasionar estos problemas...
"También que en Besançon hicieron una copia de la sábana, evidentemente para justificar la existencia de dos. Pero éstas son hipótesis traídas por los pelos. Mucho más razonable es pensar que se hizo una falsificación en Lirey y otra en Besançon, de características parecidas, en épocas parecidas y por motivos parecidos." (Págs. 38-39)
Puffff. Veamos. El Sudario de Lirey está documentado en el S XIV, el de Besançon en el S XVI. El Sudario de Lirey representa una doble imagen del cuerpo de Jesús, de frente y de espalda; el de Besançon sólo de frente. El Sudario de Lirey tiene una gran calidad artística, el de Besançon, a juzgar por las reproducciones conservadas, era una chapuza. De todo esto, el Sr. Ares deduce que lo razonable es pensar que ambos fueron realizados con características parecidas (¿?), en épocas parecidas (¿?) y por motivos parecidos (¿?) (ignoro en qué se basa el Sr. Ares para pensar que conoce los motivos por los que se creó el Sudario de Lirey).
"Ahora bien, si la historia de Wilson y sus seguidores les ha resultado fantástica, esperen a oír la de Antonio Lombatti (Il Graal e la Sindone), en la que se mezclan el grial, los templarios y la sábana santa. ¡Vaya sopa!" (Pág. 39)
Pues esperen a oírla, pero esperen sentados porque aquí concluye el capítulo sin que el autor explique (y mucho menos refute) nada sobre esa sopa que, por su origen italiano, debe ser una minestrone.
De forma tan deplorable termina la sección histórica del texto. A continuación comienza la parte científica de la que también hablaremos aunque antes tendremos que realizar unas apostillas para responder a afirmaciones de los escritores pro-autenticidad del Sudario que no han sido tomadas en consideración por el Sr. Ares, por ejemplo, ¿es cierto que existe una representación de la Sindone en el Códex Pray (S XII)? ¿Es cierto que existe una copia del rostro de la Sindone en la iglesia templaria de Templecombe?
-Continuará-
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