Inauguramos una nueva sección (II)
No, no hemos acabado aún con los templarios:
"En 1310, 53 dirigentes templarios fueron quemados en la hoguera, y en 1314 lo fueron sus dos cargos más importantes: el gran maestre del Temple y el comendador de Normandía. Con estos dos actos podemos dar por concluida la historia de la orden del Temple y -lo que es más importante- también el interés por las cruzadas en la sociedad medieval." (Pág. 22)
Debo confesar que no lo entiendo. No me refiero a que no comprenda lo que está escrito que es perfectamente inteligible. Lo que me extraña (cada vez menos a fuer de ser sincero) es esta obsesión por hablar de una historia que evidentemente desconoce. Vamos a ver, el 12 de mayo de 1310 fueron quemados 54 templarios cerca del convento de Saint-Antoine en las afueras de París. Poco después fueron ejecutados en la pira otros cuatro templarios y unos días después subieron al cadalso nueve más. Sin incluir noticias dudosas que hablan de siete ejecuciones más en París, aun así estamos hablando de un mínimo de 67 templarios quemados. Por otra parte, no se trataba de dirigentes templarios y sí de hermanos.
El 18 de marzo de 1314 en la Isla de los Judíos en París fueron quemados Jacques de Molay, gran maestre del Temple, y Geoffroi de Charney, preceptor de Normandía. ¿Eran los dos cargos más importantes en la orden del Temple? Sí en el caso de Molay puesto que el gran maestre (en realidad, deberíamos hablar de maestre a secas porque es como lo designaban los propios templarios) era el máximo dignatario de la orden, pero por debajo suyo había otros cargos importantes como el senescal (que actuaba como maestre de la orden en ausencia de éste) y el mariscal (responsable de las tropas de la orden). Prescindiendo de otros cargos, la organización templaria se completaba con los dignatarios provinciales. Cada una de las "provincias" (el término puede resultar equívoco porque no tienen nada que ver con nuestra idea de una provincia. Por ejemplo, existieron las provincias de Francia, Inglaterra, Aragón, Portugal, Apulia, Hungría...) estaba regida por un comendador que, a veces, recibe también la denominación de maestre. La provincia podía estar dividida en preceptorías a cargo de un preceptor (a veces también llamado comendador). La provincia de Francia estaba dividida en cinco preceptorías, una de las cuales era Normandía. Como pueden ver, el preceptor de Normandía ni era la segunda dignidad (ese honor le correspondía al senescal) de la orden templaria ni cosa que se le parezca.
¿Esas ejecuciones supusieron el fin de la orden? No. La orden fue suprimida por la bula Vox in excelso (22 de marzo de 1312). Sus propiedades fueron adjudicadas (sobre el papel, la realidad fue muy distinta) a la orden de San Juan del Hospital de Jerusalén (los Hospitalarios) por la bula Ad providam (2 de mayo de 1312). El destino de los miembros de la orden del Temple quedó determinada por la bula Considerantes dudum (6 de mayo de 1312). Después de esas fechas, el Temple deja de existir.
¿Y el ideal de cruzada? Como tal ideal ya estaba muy dañado por los reiterados fracasos militares. La VIII (y última) cruzada tuvo lugar en 1270 y no logró el menor resultado práctico porque Luis IX de Francia (san Luis) que la comandaba murió al poco de desembarcar en Túnez. Ni siquiera cuando los musulmanes iniciaron la ofensiva que concluyó con la caída de San Juan de Acre, la última posesión de los cruzados en Tierra Santa, el 18 de mayo de 1291 (su fortaleza, defendida por los templarios resistió 10 días más) se produjo en los reinos europeos la reacción habitual. Si observamos la cronología de las cruzadas, después de la I que conquista Jerusalén (1096-1099), las dos siguientes cruzadas intentan responder a los avances musulmanes. En 1144 Zangi ocupa el condado de Edesa y en 1146 comienza la predicación de la II cruzada que se desarrolló de 1147 a 1149. En 1187 Saladino toma Jerusalén y ese mismo año comienza la predicación de la III cruzada (tuvo lugar entre 1189 y 1192). A partir de ese momento, las cruzadas se suceden cada poco tiempo. La IV entre 1202 y 1204, la V entre 1217 y 1221, la VI entre 1228 y 1229, la VII entre 1248 y 1254, la VIII en 1270. Es decir, entre 1202 y 1270, en 68 años, hubo 5 cruzadas. Después de 1270 no hay ninguna pese a la caída de las últimas posesiones cristianas en Tierra Santa. Atribuir esa inacción a la desaparición del Temple en 1312 (o si lo prefieren en 1307 puesto que fue el viernes 13 de octubre cuando los oficiales de Felipe IV de Francia arrestaron a los templarios que vivían en el reino de Francia) no tiene ningún sentido.
Por otra parte, si bien el Temple había desaparecido, existía aún una gran orden militar que soñaba con volver a Tierra Santa, los Hospitalarios o Sanjuanistas. Pese a sus intentos, los reinos cristianos nunca volvieron a unirse para una empresa militar en Palestina. La experiencia les había demostrado su inutilidad incluso antes de la desaparición de la orden del Temple.
Relean ahora el texto citado y cuenten los errores cometidos por el autor. Los templarios quemados en 1310 ni fueron 53 ni eran dirigentes, los ejecutados en 1314 no eran sus dos cargos más importantes, eso no supuso el final de la orden ni esto supuso el fin del ideal de cruzada. Cinco errores históricos (no incluimos en los fallos la denominación de los cargos templarios porque en su propia época ya había una considerable confusión sobre este tema) en un único párrafo sólo puede deberse a una labor de documentación descuidada en grado sumo. Pero, además, ¿qué tiene que ver todo esto con la autenticidad o falsedad de la Sábana Santa? Misterio, pero el autor continúa con la supresión de la orden del Temple:
La religión mayoritaria en Francia era el catolicismo, en el que una poderosa Inquisición llevaba a la hoguera a quienes consideraba herejes, como por ejemplo los templarios mencionados en el apartado anterior." (Págs. 23-24)
Memorable. Esa afirmación tiene un pequeño problema, que no es cierta. Ya dijimos en otro artículo que las razones reales para que Felipe IV (que no la Iglesia) iniciara la actuación contra el Temple fueron económicas. No obstante, al tratarse de una orden religiosa tuvo que contar con la colaboración del papado. A comienzos del S XIV se produjo un gravísimo enfrentamiento entre la monarquía francesa y el papado. Guillaume de Nogaret en junio de 1301 acusó al papa Bonifacio VIII de asesinato, idolatría, sodomía, simonía y herejía. Éste, por su parte, redactó (en el verano de 1303) la bula Super petri solio excomulgando a Felipe IV pero nunca pudo publicarla puesto que en agosto de 1303 Guillaume de Nogaret, con el apoyo de la familia Colonna, protagonizó el incidente de Anagni. Aunque no pudo cumplir su propósito de conducir arrestado al Papa a Francia y tuvo que ponerlo en libertad, Bonifacio VIII falleció al mes siguiente. El siguiente Papa, Benedicto XI, durante su breve pontificado anuló las decisiones de su predecesor Bonifacio VIII excepto la excomunión de Guillaume de Nogaret. Así, Clemente V al acceder al papado en 1304 se encontró con que la corona de Francia exigía el juicio póstumo de Bonifacio VIII algo que supondría un claro perjuicio para la imagen del propio papado. No obstante, Clemente V no se podía permitir un enfrentamiento directo con la monarquía gala así que comenzó a hacer cesiones, por ejemplo, en la reunión de Poitiers (mayo de 1306) ofreció a Felipe V a cambio de que se olvidara de sus pretensiones de juzgar al difunto Bonifacio VIII, el levantar la excomunión de Nogaret (que desde 1302 era el principal ministro de Felipe IV y que a partir de 1307 sería el Guardián del Sello) pero el rey se negó. En la primavera de 1307 el rey francés comenzó a discutir con el Papa sobre unas acusaciones formuladas contra los templarios. Aunque Clemente V no concedió ninguna autorización para actuar contra ellos (aunque sí decidió abrir una investigación sobre la orden), el 14 de septiembre de 1307 Felipe IV envía órdenes secretas a sus bailes y senescales en toda Francia ordenando la detención simultánea de todos los templarios, órdenes que se tradujeron en la operación del 13 de octubre de 1307. Ya dijimos que para actuar contra una orden religiosa, Felipe IV debía contar con el visto bueno de la Iglesia así que cubrió el trámite declarando que procedía a petición de la Inquisición. El inquisidor pontificio para Francia era Guillaume de París que, casualidades de la vida, era también el confesor de Felipe IV.
Permítanme una expresión muy poco elegante, Clemente V "agarró un cabreo de la leche en verso" cuando se enteró de lo que habían tramado a sus espaldas Felipe IV y Guillaume de París (carta del 27 de octubre de 1307). De principio a fin, la actuación contra la orden del Temple estuvo dirigida por Felipe IV y por Guillaume de Nogaret. Por ejemplo, en la órdenes del 14 de septiembre de 1307 Felipe IV ordena que, si es necesario, se proceda a la tortura de los arrestados antes de que comparezcan ante los inquisidores. Eso sobrepasaba lo que Clemente V estaba dispuesto a conceder, así que reclamó que los detenidos y las propiedades incautadas fueran puestos bajo su propia jurisdicción. El 22 de noviembre de 1307 publicó la bula Pastoralis praeminentiae en la que ordenaba a los reyes cristianos la detención de los templarios y la incautación de sus bienes en nombre del papado. Evidentemente quería evitar que cundiera el ejemplo dado por Felipe V. A partir de ese momento, el proceso contra el Temple fue una pugna entre el Papa y el rey de Francia en el que el primero tuvo que amenazar al segundo con su excomunión para que pusiera bajo su custodia (de palabra, pero no de hecho) a los templarios arrestados. En febrero de 1308 Clemente V suspende las actividades de la Inquisición y ordena que el caso pase a ser competencia de su propia persona. Felipe IV inicia una ofensiva para conseguir que el Papa cambie de parecer, lo que culmina en un enfrentamiento entre ambos poderes en Poitiers en el verano de 1308. En este mismo año habían comenzado a aparecer escritos "anónimos" (evidentemente alentados por Felipe IV) atacando la actuación de Clemente V en este caso. No obstante, Clemente V se mantuvo firme en su postura de que los monjes no podían ser juzgados por el poder secular incluso después de los discursos amenazantes de Guillaume de Plaisians. Felipe IV no tuvo más remedio que ceder y en junio envió a 72 templarios para que declarasen ante el Papa en Potiers. Las confesiones "voluntarias" de algunos de ellos motivaron que el Papa concediera a Felipe IV el hacerse cargo del proceso, con la salvedad de que sus máximos dirigentes estaban sometidos al poder papal. Ordenó que la investigación sobre el Temple debía estar a cargo de los obispos y dispuso que dos años después (en octubre de 1310) en Vienne se celebrase un concilio para tratar de este tema. Sin embargo, las comisiones episcopales tropezaron con el problema (problema para Felipe IV, claro) de que los templarios comenzaron a retractarse de sus confesiones "voluntarias" lo que motivó que Clemente V aplazase hasta 1311 el Concilio de Vienne.
La archidiócesis de Sens estaba regida por Philippe de Marigny que, por una más de esas casualidades que hemos ido viendo, era hermano de Enguerrand de Marigny, el chambelán real y que, además, debía su nombramiento a Felipe IV. Fue este prelado el que convocó el concilio de París para investigar a los templarios detenidos en su jurisdicción y este concilio fue el que decidió la ejecución de 54 templarios el 12 de mayo de 1310 por relapsos (es decir, por negar sus confesiones anteriores). También fue responsabilidad del concilio de París la quema de otros cuatro templarios pocos días después, mientras que la de nueve templarios en Senlis fue ordenada por el concilio de Reims. Por otra parte, uno de los dos defensores de la orden del Temple, Pedro de Bolonia, desapareció "misteriosamente" y nunca se volvió a saber de él (oficialmente se fugó, se cree que, en realidad, fue asesinado). Por supuesto, en uno y otro caso la Iglesia no ejecutó a nadie sino que fue el poder secular el que se encargó de esa tarea. Así pues, la principal responsabilidad en la muerte de los templarios tanto como inductor como autor final recae en Felipe IV.
Por cierto, el concilio de Vienne (que comenzó el 16 de octubre de 1311) del que emanaron las bulas que supusieron la desaparición de la orden del Temple era favorable (con excepción de los dignatarios franceses) a que se permitiera la defensa de la orden. En febrero de 1312 Felipe IV envió una embajada formada, entre otros, por Enguerrand de Marigny, Guillaume de Nogaret y Guillaume de Plaisians para entrevistarse con Clemente V. Como las dudas del Papa continuaron, finalmente el propio Felipe IV junto con sus hermanos Carlos y Louis (y con una tropa numerosa) decidieron hacer una "visita de cortesía" al concilio de Vienne el 20 de marzo de 1312. El 22 de marzo Clemente V se dio por enterado y, después de una reunión secreta en la que la mayoría de los asistentes (que evidentemente también habían entendido la demostración de fuerza del monarca francés) decidieron que no había razones para permitir la defensa de la orden del Temple, redactó la bula Vox in excelso por la que quedaba abolida la orden templaria pero que "curiosamente" no hace la menor referencia a que fuera culpable de los crímenes de la que fue acusada.
Si todo ello ya deja claro quién es el auténtico responsable de las muertes de los templarios, el último acto, la ejecución de Jacques de Molay y Geoffroi de Charney es aún más claro a este respecto. El 18 de marzo de 1314 ambos junto con Hugues de Pairaud y Geoffroi de Gonneville comparecieron ante el concilio de París presidido nuevamente por el arzobispo de Sens, Philippe de Marigny. Los cuatro acusados fueron condenados a cadena perpetua, pero entonces el gran maestre y el preceptor de Normandía se retractaron de sus confesiones y proclamaron la inocencia del Temple. Sorprendidos, los participantes en el concilio se retiraron a deliberar qué hacían con los acusados. Cuando Felipe IV se enteró de lo sucedido ordenó la inmediata ejecución de Jacques de Molay y de Geoffroi de Charney. La precipitación del monarca fue tal que la Isla de los Judíos en la que fueron quemados no estaba bajo jurisdicción real porque pertenecía a los monjes de Saint-Germain-des-Près, así que en los días siguientes el rey de Francia tuvo que confirmar a éstos que la ejecución no suponía ningún cambio en la propiedad de esos terrenos. Fue la última de una cadena de ilegalidades en la que, como ya dijimos, el principal responsable de principio a fin fue Felipe IV al que le importaba especialmente no las supuestas herejías templarias sino el camuflar lo que fue, en definitiva, uno de los mayores robos de la historia.
No, no se trata de negar la responsabilidad de la Iglesia al permitir la existencia de la Inquisición ni las muertes de las que ésta fue responsable, pero el del Temple no es, precisamente, el mejor ejemplo que se puede poner de ello.
Pero prescindamos de los errores (por muy garrafales que sean) del autor. Recordemos que su intención era brindar al lector el contexto histórico, geográfico y social en el que aparece la Sábana Santa en Lirey, pero por contexto histórico no se entiende la relación de sucesos más o menos contemporáneos (que es una Cronología comparada) sino sólo de aquellos que influyen en el tema objeto de estudio (en este caso la Sindone y su autenticidad o falsedad). ¿Qué tiene que ver la desaparición de la orden del Temple con ella? Pues nada. ¿Qué tiene que ver que "En 1356 se constituyó formalmente la Liga Hanseática." (Pág. 23) con el Santo Sudario? Pues nuevamente nada. Eso no es un contexto histórico, es una chapuza incluso si no hubiera errores históricos (como además los hay, me permitirán que me ahorre los calificativos que me rondan la cabeza).
Todo ello sin necesidad de entrar a considerar si, tan siquiera, el Sr. Ares está en lo cierto cuando considera que: "No sabemos cuándo comenzó la exhibición, pero una simple resta nos lleva a concluir que el sudario estuvo expuesto en Lirey aproximadamente hasta 1355." (Pág. 22)
De ese punto, muy importante para determinar la veracidad o no del "memorial d´Arcis", nos ocuparemos en la próxima entrega de esta serie.
-Continuará-
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