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Escritos desde el páramo

Inauguramos una nueva sección (I)

No sé si se habrán dado cuenta de que desde hace unos días figura un tercer tema en este boboblog, el titulado Scripta volant. Como ignoro si saben algo de latín o si no tienen ni la menor idea de esa lengua (no se preocupen si es así porque es un idioma bastante inútil por obvias razones) les aclaro que hay un aforismo que reza Verba volant, scripta manent lo que significa Las palabras vuelan, los escritos permanecen. Me he permitido el dar la vuelta a la frase de marras porque en estos días que nos ha tocado vivir hay libros tan malos que, en mi opinión, no tienen posibilidades de perdurar por muy escritos que estén. En efecto, puedo equivocarme y, tal vez, dentro de cien años sean textos de referencia pero la posibilidad de que sea así me trae sin cuidado. Como dice el refrán: En cien años todos calvos (y en mi caso no tengo que esperar nada para ello).
Dejo a los bibliotecarios la catalogación de los libros según unos criterios que se me antojan esotéricos. Por contra los míos son muy sencillos, hay textos que me enseñan algo (otros no) y textos que me entretienen (otros no). Eso genera cuatro categorías, textos con valores didácticos que, además, hacen pasar un buen rato, textos con valores didácticos pero más aburridos que el diálogo de una película porno, textos con los mismos valores didácticos que la ESO pero que resultan un magnífico pasatiempo y textos inútiles desde cualquier punto de vista. Obviamente en esta sección sólo voy a ocuparme de estos últimos más que nada por una mera cuestión de solidaridad con los pobres arbolitos talados para convertirlos en el papel con el que se imprimen tales obras. Por descontado esos criterios son absolutamente subjetivos y, por tanto, siéntanse en total libertad para discrepar de mis críticas. No tengan el menor reparo en considerar como una obra maestra los libros que por aquí irán apareciendo (no van a ser mejores ni peores personas por ello). A fin de cuentas, más de cuarenta millones de lectores han comprado el Código de las narices y salvo que hayan caído por esta bitácora por una broma de Google ya saben lo que opino de ese montón de gilipolleces que algunos consideran una novela entretenida (bueno, ahora también las víctimas de la búsqueda del oráculo saben la opinión que me merecen las obras de Danielito Marrón).
Concluido el necesario prefacio (que pueden generalizar a todos los libros que irán desfilando por esta sección) vamos con el título que tiene el inmenso honor (o algo así) de inaugurarla. Redoble de tambores, fanfarrias por doquier... and the winner is...:
La sábana santa ¡vaya timo! por Félix Ares de Blas. Editorial Laetoli S. L., Colección ¡Vaya timo! (no, no voy a hacer ningún chiste sobre ello. Sería demasiado fácil), Volumen nº 3. Villatuerta (tampoco haré de esto motivo de coña por la misma razón antes apuntada), Navarra, 2006. 136 Páginas que parecen muchas, pero muchas más por lo aburridas que se hacen.
Reconozco que sin ser un fanático del libro como objeto sí me gusta que cumpla con unos requisitos mínimos en cuanto a presentación. En este caso (por desgracia) el horroroso color indefinible (¿amarillo? ¿naranja? ¿marrón?) de las pastas flexibles, la ilustración de la portada (¿el Santo Cristo del Estreñimiento?) con mal chiste incorporado, el tamaño de la fuente empleada (no sé si los editores creen que todos los lectores potenciales están afiliados a la ONCE o si, más bien, querían "inflar" el libro) no logró disuadirme de comenzar a leerlo.
Nada más empezar, la primera en la frente:
"Cadouin es una villa de Périgord, uno de los lugares de Francia donde mejor se come, y además con una excelente relación entre calidad y precio." (Pág. 9)
Pues me alegro mucho. Para completar la información turística ¿qué tal la cuestión de los alojamientos? ¿Las carreteras son buenas o son caminos de cabras? ¿Hay lumis y si es así a cuánto se cotizan? Ya puestos a pregonar los encantos de una localidad que sea con una información completa. Si detectan cierto sarcasmo van muy bien encaminados. La razón para ello no es que me parezca mal el añadir cuestiones completamente ajenas al propósito de un libro (si alguien consigue comprender qué tegumentos procreativos tiene que ver la relación entre calidad y precio de los restaurantes de Cadouin con la autenticidad o no de la Sindone de Turín que me lo aclare porque yo no lo veo), lo que me parece mal es criticar lo mismo que uno hace:
"Un ejemplo, nos dice: "El 25 de marzo de 1988 la carta para el Papa con tres sobres fue enviada desde la oficina de correos de Rochester en Jefferson Road. Los sellos eran muy coloristas e incluían cuatro sellos de gatos, don con T. S. Elliot, dos de William Faulkner y un sello conmemorativo de la fabricación de lazos en Estados Unidos..." Continúa diciendo que un funcionario de correos le ayudó a elegir los sellos y tuvo que matasellarlos a mano.
Como usteden ven, muy poco interesante para saber el proceso de datación. A no ser que yo me confunda y saber que la carta dirigida al Papa tenía cuatro sellos de gatos sea muy importante."
Ese párrafo corresponde a la crítica del libro "Relic, icon or hoax? Carbon dating the Shroud of Turin" del que es autor Harry E. Gove y fue publicada en El Escéptico nº 20 (septiembre-diciembre 1995) en su página 72. No creo que necesitan que les diga quién es el autor de la crítica ¿verdad?
Pues bien, después de descubrir que los gatitos de los sellos americanos no tienen importancia en la cuestión de la datación de la Sábana Santa de Turín pero que la calidad de la restauración en Cadouin debe ser fundamental para la cuestión de si es auténtica o una falsificación, nos encontramos con nuevas perlas:
"Chevalier consideraba falsa la sábana de Turín -obra, según él, pintada por un artista del siglo XIV- y decía que, de los 40 lienzos que había estudiado, entre los muchos que pretendían ser la auténtica mortaja de Cristo, sólo había dos medianamente creíbles: uno de ellos era el sudario de Besançon y el otro el de Cadouin." (Págs. 13-14)
Al llegar a este punto casi pierdo la ternilla. Veamos, el sudario de Besançon fue destruido en 1794 al considerarse un fraude puesto que se descubrió el molde con el que se renovaba la imagen, algo que no deja de señalar el Sr. Ares en la página 18. Así pues, salvo que creamos en milagros nadie pudo estudiar ese lienzo después de esa fecha ¿no? Pues bien, Ulysse Chevalier nació el 24 de febrero de 1841, casi 47 años después de la destrucción du Saint-Suaire de Besançon así que mal pudo estudiar ese lienzo. Vale, supongamos que lo que quiso decir el canónigo Chevalier o el Sr. Ares (ignoro quién de los dos "mete la pata") es que de la investigación de la documentación relativa etc. etc. pero incluso en ese caso la frase no deja de ser una majadería. Si la documentación histórica en torno a la Sindone es deplorable (ya veremos algo más sobre esto) es, no obstante, una "joya" en comparación con la del Sudario de Besançon. No es sólo que se conserve la noticia acerca del molde con el que se renovaba la imagen, es que además su aparición en la Historia es aún más tardía (en 1523, según recoge el autor en la Pág. 17). Si resulta difícilmente explicable el cómo la reliquia más extraordinaria (si fuera auténtica, claro) de la Cristiandad aparece de forma misteriosa en Lirey a mediados o finales del S XIV, lo es más aún cuanto más avance el tiempo. Por otra parte, las reproducciones que se conservan del Santo Sudario de Besançon muestran algo con muy poco valor artístico y no es por la impericia del autor porque la que se considera su mejor representación, una acuarela realizada por Pierre d´Argent, muestra una figura artística y anatómicamente deplorable. Vamos, que se piense lo que se piense del Sudario turinés, pretender que las credenciales del de Besançon son mejores que las de aquél es para "miccionar y no echar gota" tanto si la frase es realmente de Chevalier como si no.
Ya que estamos con le Saint-Suaire de Besançon y dado el poco interés que parece sentir el Sr. Ares por él habida cuenta del poco espacio que le dedica, me permitirán que enlace este artículo (en francés) que da más detalles sobre este objeto.
Y para concluir esta crítica a los primeros capítulos del libro, una cuestión léxica sin mayor importancia. El autor escribe:
"Y el 8 de septiembre de 1797 volvió a ser ostendido." (Pág. 12)
Obviamente, la RAE no incluye en su Diccionario ningún verbo ostender u ostendir cuyo participio sería "ostendido". El verbo que sí existe es ostentar, cuya primera acepción es "Mostrar o hacer patente algo" y cuyo participio es ostentado y no ese inexistente "ostendido".
Después de aclarar esta cuestión léxica, seguimos. Después de los dos primeros capítulos dedicados a los Sudarios de Cadouin y Besançon (y la explicación del porqué se limita a estos dos ejemplos debe estar en la opinión del canónigo Chevalier antes mencionada, pero hay otros Sudarios con mejores antecedentes históricos como el de Oviedo y que, por tanto, merecían más que se hablara de ellos) comienza por fin a tratar del que constituye el tema de este libro, la Sindone de Turín. Los demás Sudarios no merecen más que una mención que no aclara nada sobre su autenticidad o no:
"se han catalogado más de 40 entre ellos los de Colonia (Alemania), Compiègne, Cahors y Carcasona (Francia), Lier (Bélgica), Madrid, Oviedo y Sangüesa (España) y Milán (Italia). Trozos de sudarios habría en Clermont, Corbeil, Claraval, Narbona, Vézelay, Reims, Soissons y Troyes en Francia, Halberstadt en Alemania y Toledo. Todos ellos eran considerados auténticos por las personas que vivían en sus alrededores." (Pág. 19)
Así, todos juntitos y revueltos, desde los que son meras copias de la Sábana Santa de Turín (entre ellos, el de Torre de la Alameda -Madrid- y el de Lier -Bélgica-) con los que ya estaban documentados antes de la aparición de la Sábana Santa en Lirey (caso del de Oviedo, sin ir más lejos). Pese a que el estudio de la "reliquia" asturiana, frecuentemente relacionada con la de Turín por los sindonólogos hispanos (y también por algunos foráneos como Baima Bollone), era mucho más interesante que las historias de los Sudarios de Cadouin y Besançon no hay nada que se le parezca, ninguna mención, por ejemplo, a que el Sudario de Oviedo fue datado por C-14 por los laboratorios de la Universidad de Arizona en Tucson y por el IsoTrace Radiocarbon Laboratory de Toronto con el resultado con un 95% de intervalo de confianza de que el lino con el que está tejido data del 642-869 d. C. (Tucson) y 653-786 d. C. (Toronto).
"Es probable que usteden hayan visto alguna foto de este sudario y observado una imagen negra, compacta y bien formada. Hay dos motivos para ello. El primero es que están viendo un negativo; el segundo, que esa foto se ha realizado con una luz ultravioleta que resalta los blancos: hace que el lino brille y la imagen anaranjada se vea muy contrastada." (Pág. 19)
Ya, ya, pero hay otro motivo más importante. Por ejemplo, esta imagen ¿es un negativo? Yo juraría que el negativo es esta otra imagen. La razón para que en muchas de las reproducciones fotográficas de la Sábana Santa la imagen aparezca en negro es que están realizadas con película en blanco y negro, ni más ni menos. Por supuesto, cuando la reproducción es en color cambia mucho. Ya que estamos con esta cuestión, una de las cosas que echo en falta en este libro es, precisamente, la ausencia de reproducciones de cualquier tipo así que como el lector no conozca bien la imagen puede sentirse perdido en muchos momentos.
Proseguimos:
"El biólogo Stephen Jay Gould afirmaba que "la ignorancia del contexto es la señal más clara del farsante"." (Pág. 20)
Sin ánimo de polémicas, la ignorancia del contexto es la señal más clara de la ignorancia del contexto, ni más ni menos. La búsqueda de intenciones perversas en lo que sea mera ignorancia me parece fuera de lugar, lo diga Gould o Napoleón Bonaparte. En fin, para no contrariar al biólogo americano desgraciadamente ya fallecido, el Sr. Ares realiza un estudio del contexto geográfico, histórico y social de la Sábana Santa. Comienza con su primera mención histórica, la conocida como "Memoire d´Arcis". En ella, según el Sr. Ares se dice lo siguiente:
"descubrió el fraude y cómo dicho lienzo había sido astutamente pintado, ya que esa verdad testimonió el artista que lo había pintado," (Pág. 21)
Eso me hace dudar de cuál es la fuente que emplea el Sr. Ares y que, evidentemente, no es la traducción directa de la "Memoire d´Arcis" desde su idioma original, el latín. Lo que realmente se dice en ese memorial es:
"reperit fraudem et quomodo pannus ille artificialiter depictus fuerat, et probatum fuit etiam per artificem qui illum depinxerat," lo que se traduce (después de todo, el saber latín no es tan inútil):
"descubrió el fraude y de qué manera aquel paño había sido pintando según las reglas del arte, y fue probado además por el artista que lo había pintado,"
Después de hablar de este memorial hubiera sido un magnífico momento para hablar de la familia de Charny y su relación tanto con el obispo de Troyes Henri de Potiers como con el papa Clemente VII, es decir, con el obispo que según esta memoria descubrió el fraude y prohibió la ostensión del Sudario, y con el Papa que el 6 de enero de 1390 emitió una bula ordenando que se informara a los fieles que aquél no era el auténtico Sudario de Cristo sino una pintura. Sin embargo, el Sr. Ares o desconoce esas relaciones familiares o considera que no tienen importancia para el lector. Como opino lo contrario, me permitirán unas palabras sobre ellas. Henri de Potiers tenía un hermano, Charles de Poitiers, que, a su vez, tenía una hija llamada Marguerite de Poitiers (sobrina, por tanto del obispo) que se casó (después de la prohibición de la ostensión que, según Pierre d´Arcis, llevó a cabo su tío) con Geoffroy II de Charny. Éste era hijo de Geoffroy I de Charny y de Jeanne de Vergy que, cuando enviudó, se casó en segundas nupcias con Aymon de Genève (y, por tanto, se convirtió en padrastro de Geoffroy II de Charny) que, por casualidades de la vida, resulta ser tío de Robert de Genève más conocido como Clemente VII. Como ven, todo queda en familia.
"Debemos recordar que en Troyes se celebró, en 1128, un concilio al que asistieron obispos y abades franceses, un legado pontificio y el propio san Bernardo." (Pág. 21)
Debo reconocer que se me escapa qué importancia tiene para la autenticidad o no de la Sábana Santa que en Troyes se celebrara ese concilio, pero puestos a recordar vamos a ver si lo hacemos bien. Ya dijimos, al hablar de los inicios de la Orden del Temple que la festividad de San Hilario del año de la encarnación de Jesús 1128 es, en realidad, el 13 de enero de 1129 y que fue en esta fecha cuando se celebró el concilio de Troyes.
Continuará

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