En busca del chocolate del loro: Orión y otras hierbas (I)
Viene de aquí
Después de tan memorable Introducción, D. Javier se desmelena. Nada mejor que comenzar con uno de esos "supuestos" misterios que siempre son muy bien recibidos por los aficionados a las teorías esotéricas, así que se va a Egipto.
La verdad es que tengo muy buen recuerdo de ese país, pero por lo que se ve no todos los turistas somos igualmente bien recibidos, aunque también es posible que la imaginación de D. Javier le juegue malas pasadas. ¿Por qué decimos esto? Según su relato, el Sr. Sierra se despierta en El Cairo lo que le da pie para uno de esos párrafos que, en mi modesta opinión, oscilan entre la pseudoliteratura galopante y la cursilería descarada:
"Las últimas sombras del invierno oscurecían la febril ciudad de El Cairo que, como si de un monstruo perezoso se tratara, se resistía a despertar a tan tempranas horas. No me importó. Lo cierto es que aunque apenas pasaban unos minutos de las cinco de la mañana y acababa de levantarme, la tensión agarrotaba ya todos mis músculos." (Pág. 25)
Pues nada, agarrotado y todo (el deber es el deber) D. Javier se sube a un autocar Mercedes y emprende viaje a la Meseta de Giza y aquí es donde empiezan a suceder cosas extrañas:
"Camuflado en medio de un grupo de treinta personas..." (Pág. 25)
Curiosa afirmación que me deja un par de dudas, la primera es porqué D. Javier tiene que visitar Giza camuflado (es decir, dando a algo el aspecto de otra cosa). La segunda, claro, es qué aspecto tomó el Sr. Sierra para esa excursión. Las escenas en las que me imagino a D. Javier disfrazado de camello, de bailarina de la danza del vientre, de palmera datilera, de vendedor de alfombras, de investigador... no dejan de acudir a mi mente. Supongo que abuso de las lecturas de Mortadelo y Filemón y por eso me suceden estas cosas (ya les dije que no me tomaran demasiado en serio, yo no cometo ese error).
En fin, que el conductor del autocar Mercedes, con treinta pasajeros tal cual son y con D. Javier camuflado de algo, se contagia de tanta rareza:
"...sorteamos la vigilancia del lado norte de la Gran Pirámide..." (Pág. 25)
Esto más que una excursión turística comienza a parecer una operación de infiltración clandestina. No, no se crean que ésta es una interpretación desmesurada. Lean, lean:
...a la luz de lo que aquel grupo de "infiltrados" se disponía a hacer..." (Pág. 26)
"Lo primero que comprobé fue la ubicación estratégica de la policía arqueológica. Debía estar atento. No sólo había entrado camuflado en el recinto de la Esfinge en plena madrugada, durante la primera noche del equinoccio de primavera del nuevo milenio, sino que además lo hacía acompañado de la "bestia negra" que llevaba seis años poniendo en jaque a las celosas autoridades egipcias con sus arriesgadas teorías: Robert Bauval." (Pág. 27)
La realidad, claro, es bastante distinta a la narración y no sólo por el curioso personaje llamado Robert Bauval (ya nos ocuparemos de él más adelante) sino también por las circustancias que rodean el viaje porque, en otro momento, el autor reconoce que:
"Su autobús había sido fletado precisamente para que el grupo contemplara el primer equinoccio del año 2000 desde una atalaya tan especial (...) habían elegido una agencia de viajes especializadas en "excursiones místicas" para sentir la energía de la Esfinge aquel 20 de marzo." (Págs. 26-27)
Como un mero viaje organizado parece demasiado prosaico para un libro repleto de misterios-enigmáticos-de-verdad-de-la-buena, hay que añadir un poco de picante al asunto:
"A fin de cuentas, había conseguido sumarme a aquella expedición que contaba con todos los beneplácitos de los responsables arqueológicos del área de las pirámides (...) No olvidaba que gracias a aquel grupo había logrado sortear la férrea vigilancia de unas autoridades que prefieren no oír hablar de las conexiones estelares de sus monumentos." (Pág. 27)
No, no son los únicos que se han dado cuenta de un par de contradiciones obvias. Por supuesto, la excursiones organizadas que cuentan con los preceptivos permisos no se dedican a sortear vigilancias como tampoco a camuflar a los turistas. Tampoco "cuela" la velada acusación de que las autoridades arqueológicas de la Meseta de Giza obligan a ocultar las verdaderas razones de una excursión de tintes esotéricos... si reparamos en que ésta fue concertada por "una agencia de viajes especializadas en "excursiones místicas"."
La verdad, en el año 2000 el subsecretario del Gobierno para los monumentos de Giza era el Dr. Zahi Hawass que siempre ha sido capaz de conciliar el "dar caña" a las afirmaciones esotéricas sobre las Pirámides, la Esfinge... tanto desde su página web como en numerosos trabajos, entrevistas... con la permisividad con las excursiones ocultistas, actitud que no me parece mal tanto porque Egipto necesita las divisas del turismo (incluido el pseudohistórico) como porque mientras no pongan en peligro los monumentos también ellos tienen derecho a gozar con las maravillas arqueológicas.
Así pues, olvidémonos de tantas y tan imaginativas historietas en las que sólo falta un ataque de pirañas con más hambre que Carpanta y prescindamos, incluso, de que el equinoccio primaveral del año 2000 no fue el primero del nuevo milenio sino el último del anterior para ir a lo nuestro, a los supuestos misterios de Giza.
Lo primero que merece una mención de D. Javier es:
"La bestia de caliza no se inmutó al vernos llegar." (Pág. 25)
Sin duda la Esfinge estaba adormilada y, por eso, no levantó la patita y movió el rabo como acostumbra hacer cada vez que llega una excursión. Otra vez será (sí, esto es un sarcasmo).
Adoptemos una actitud seria (me cuesta un gran esfuerzo, la verdad) porque, por fin y después de tanta chorr..., perdón, de tanta narración de las inmensas dificultades que encuentran los himbest..., perdón, los escritores de temas esotéricos, entramos en materia con un resumen (de lo más ligth) de las teorías de Robert Bauval.
¿Qué considera conveniente decir el Sr. Sierra? Pues esto:
"Según él, los antiguos constructores de pirámides levantaron el monumento de Micerinos ligeramente desviado del eje imaginario sobre el que se asientan Keops y Kefrén porque así imitaban la disposición de las tres estrellas del llamado "cinturón de Orión"." (Págs. 28-29)"
Nunca dejará de extrañarme la habilidad de algunos para ver misterios por doquier. En la meseta de Giza hay tres pirámides principales. Veamos opciones de cómo podrían estar situadas en relación con las otras. Si formaran una línea recta perfecta seguro que eso sería un inmenso enigma (pero un misterio de la muerte, no uno de andar por casa) como en otros casos en los que se plantea como tal el que dos monumentos estén alineados (si no se lo creen, pueden leer el artículo titulado Un enigma: Las líneas "Ley"." procurando no reírse demasiado). En caso contrario, por narices tienen que formar un triángulo sea éste equilátero (más o menos), isósceles (más o menos) o escaleno. Bien. Si el triángulo fuera equilátero nos habría tocado el premio gordo (véase el divertido artículo antes enlazado que también encuentra eso de lo más enigmático). Si, en caso contrario, al menos fuera rectángulo quedaría el recurso de mencionar a los pitagóricos y sus doctrinas esotéricas, tan agradecidas desde el punto de vista del escribidor misteriólogo; pero el caso es que el triángulo que forman las pirámides principales de Giza es escaleno y obtusángulo y, de igual forma que los "piramidólogos esotéricos" son unos racistas de las pirámides y desdeñan todas las egipcias que no estén en Giza (e incluso llegan a tomar en consideración únicamente a la de Keops) y de éstas sólo se ocupan de las pirámides principales (les prometo que en Giza hay más de tres pirámides), también lo son de los triángulos y todo el que no sea equilátero o rectángulo no merece mayor consideración.
No obstante, siempre hay otros recursos, entre ellos el de mirar el cielo y buscar algo que se parezca más o menos a lo que tenemos en la Tierra. Cuanto menor sea el número de elementos implicados mayor será la posibilidad de localizar ese "paralelo" (sin separación entre "para" y "lelo". Tengamos la fiesta en paz). Esa filfa es, ni más ni menos, lo que propone Bauval.
Por si se hubieran perdido un poco, les coloco el enlace a un montaje (dicho sea sin segundas) que puede ayudarles a entender la "hipótesis de Orión".
No obstante, por más divertido que esto pueda ser ¿podemos olvidarnos de la teoría de Bauval? Podemos y las razones para ello serán el tema de la próxima historia.
Después de tan memorable Introducción, D. Javier se desmelena. Nada mejor que comenzar con uno de esos "supuestos" misterios que siempre son muy bien recibidos por los aficionados a las teorías esotéricas, así que se va a Egipto.
La verdad es que tengo muy buen recuerdo de ese país, pero por lo que se ve no todos los turistas somos igualmente bien recibidos, aunque también es posible que la imaginación de D. Javier le juegue malas pasadas. ¿Por qué decimos esto? Según su relato, el Sr. Sierra se despierta en El Cairo lo que le da pie para uno de esos párrafos que, en mi modesta opinión, oscilan entre la pseudoliteratura galopante y la cursilería descarada:
"Las últimas sombras del invierno oscurecían la febril ciudad de El Cairo que, como si de un monstruo perezoso se tratara, se resistía a despertar a tan tempranas horas. No me importó. Lo cierto es que aunque apenas pasaban unos minutos de las cinco de la mañana y acababa de levantarme, la tensión agarrotaba ya todos mis músculos." (Pág. 25)
Pues nada, agarrotado y todo (el deber es el deber) D. Javier se sube a un autocar Mercedes y emprende viaje a la Meseta de Giza y aquí es donde empiezan a suceder cosas extrañas:
"Camuflado en medio de un grupo de treinta personas..." (Pág. 25)
Curiosa afirmación que me deja un par de dudas, la primera es porqué D. Javier tiene que visitar Giza camuflado (es decir, dando a algo el aspecto de otra cosa). La segunda, claro, es qué aspecto tomó el Sr. Sierra para esa excursión. Las escenas en las que me imagino a D. Javier disfrazado de camello, de bailarina de la danza del vientre, de palmera datilera, de vendedor de alfombras, de investigador... no dejan de acudir a mi mente. Supongo que abuso de las lecturas de Mortadelo y Filemón y por eso me suceden estas cosas (ya les dije que no me tomaran demasiado en serio, yo no cometo ese error).
En fin, que el conductor del autocar Mercedes, con treinta pasajeros tal cual son y con D. Javier camuflado de algo, se contagia de tanta rareza:
"...sorteamos la vigilancia del lado norte de la Gran Pirámide..." (Pág. 25)
Esto más que una excursión turística comienza a parecer una operación de infiltración clandestina. No, no se crean que ésta es una interpretación desmesurada. Lean, lean:
...a la luz de lo que aquel grupo de "infiltrados" se disponía a hacer..." (Pág. 26)
"Lo primero que comprobé fue la ubicación estratégica de la policía arqueológica. Debía estar atento. No sólo había entrado camuflado en el recinto de la Esfinge en plena madrugada, durante la primera noche del equinoccio de primavera del nuevo milenio, sino que además lo hacía acompañado de la "bestia negra" que llevaba seis años poniendo en jaque a las celosas autoridades egipcias con sus arriesgadas teorías: Robert Bauval." (Pág. 27)
La realidad, claro, es bastante distinta a la narración y no sólo por el curioso personaje llamado Robert Bauval (ya nos ocuparemos de él más adelante) sino también por las circustancias que rodean el viaje porque, en otro momento, el autor reconoce que:
"Su autobús había sido fletado precisamente para que el grupo contemplara el primer equinoccio del año 2000 desde una atalaya tan especial (...) habían elegido una agencia de viajes especializadas en "excursiones místicas" para sentir la energía de la Esfinge aquel 20 de marzo." (Págs. 26-27)
Como un mero viaje organizado parece demasiado prosaico para un libro repleto de misterios-enigmáticos-de-verdad-de-la-buena, hay que añadir un poco de picante al asunto:
"A fin de cuentas, había conseguido sumarme a aquella expedición que contaba con todos los beneplácitos de los responsables arqueológicos del área de las pirámides (...) No olvidaba que gracias a aquel grupo había logrado sortear la férrea vigilancia de unas autoridades que prefieren no oír hablar de las conexiones estelares de sus monumentos." (Pág. 27)
No, no son los únicos que se han dado cuenta de un par de contradiciones obvias. Por supuesto, la excursiones organizadas que cuentan con los preceptivos permisos no se dedican a sortear vigilancias como tampoco a camuflar a los turistas. Tampoco "cuela" la velada acusación de que las autoridades arqueológicas de la Meseta de Giza obligan a ocultar las verdaderas razones de una excursión de tintes esotéricos... si reparamos en que ésta fue concertada por "una agencia de viajes especializadas en "excursiones místicas"."
La verdad, en el año 2000 el subsecretario del Gobierno para los monumentos de Giza era el Dr. Zahi Hawass que siempre ha sido capaz de conciliar el "dar caña" a las afirmaciones esotéricas sobre las Pirámides, la Esfinge... tanto desde su página web como en numerosos trabajos, entrevistas... con la permisividad con las excursiones ocultistas, actitud que no me parece mal tanto porque Egipto necesita las divisas del turismo (incluido el pseudohistórico) como porque mientras no pongan en peligro los monumentos también ellos tienen derecho a gozar con las maravillas arqueológicas.
Así pues, olvidémonos de tantas y tan imaginativas historietas en las que sólo falta un ataque de pirañas con más hambre que Carpanta y prescindamos, incluso, de que el equinoccio primaveral del año 2000 no fue el primero del nuevo milenio sino el último del anterior para ir a lo nuestro, a los supuestos misterios de Giza.
Lo primero que merece una mención de D. Javier es:
"La bestia de caliza no se inmutó al vernos llegar." (Pág. 25)
Sin duda la Esfinge estaba adormilada y, por eso, no levantó la patita y movió el rabo como acostumbra hacer cada vez que llega una excursión. Otra vez será (sí, esto es un sarcasmo).
Adoptemos una actitud seria (me cuesta un gran esfuerzo, la verdad) porque, por fin y después de tanta chorr..., perdón, de tanta narración de las inmensas dificultades que encuentran los himbest..., perdón, los escritores de temas esotéricos, entramos en materia con un resumen (de lo más ligth) de las teorías de Robert Bauval.
¿Qué considera conveniente decir el Sr. Sierra? Pues esto:
"Según él, los antiguos constructores de pirámides levantaron el monumento de Micerinos ligeramente desviado del eje imaginario sobre el que se asientan Keops y Kefrén porque así imitaban la disposición de las tres estrellas del llamado "cinturón de Orión"." (Págs. 28-29)"
Nunca dejará de extrañarme la habilidad de algunos para ver misterios por doquier. En la meseta de Giza hay tres pirámides principales. Veamos opciones de cómo podrían estar situadas en relación con las otras. Si formaran una línea recta perfecta seguro que eso sería un inmenso enigma (pero un misterio de la muerte, no uno de andar por casa) como en otros casos en los que se plantea como tal el que dos monumentos estén alineados (si no se lo creen, pueden leer el artículo titulado Un enigma: Las líneas "Ley"." procurando no reírse demasiado). En caso contrario, por narices tienen que formar un triángulo sea éste equilátero (más o menos), isósceles (más o menos) o escaleno. Bien. Si el triángulo fuera equilátero nos habría tocado el premio gordo (véase el divertido artículo antes enlazado que también encuentra eso de lo más enigmático). Si, en caso contrario, al menos fuera rectángulo quedaría el recurso de mencionar a los pitagóricos y sus doctrinas esotéricas, tan agradecidas desde el punto de vista del escribidor misteriólogo; pero el caso es que el triángulo que forman las pirámides principales de Giza es escaleno y obtusángulo y, de igual forma que los "piramidólogos esotéricos" son unos racistas de las pirámides y desdeñan todas las egipcias que no estén en Giza (e incluso llegan a tomar en consideración únicamente a la de Keops) y de éstas sólo se ocupan de las pirámides principales (les prometo que en Giza hay más de tres pirámides), también lo son de los triángulos y todo el que no sea equilátero o rectángulo no merece mayor consideración.
No obstante, siempre hay otros recursos, entre ellos el de mirar el cielo y buscar algo que se parezca más o menos a lo que tenemos en la Tierra. Cuanto menor sea el número de elementos implicados mayor será la posibilidad de localizar ese "paralelo" (sin separación entre "para" y "lelo". Tengamos la fiesta en paz). Esa filfa es, ni más ni menos, lo que propone Bauval.
Por si se hubieran perdido un poco, les coloco el enlace a un montaje (dicho sea sin segundas) que puede ayudarles a entender la "hipótesis de Orión".
No obstante, por más divertido que esto pueda ser ¿podemos olvidarnos de la teoría de Bauval? Podemos y las razones para ello serán el tema de la próxima historia.
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