Decimocuarto misterio jocoso: Templarios destemplados (III)
Viene de aquí
Sin embargo, aunque cometa errores, de momento se ha mantenido por terrenos más o menos juiciosos. El "despelote esotérico" comienza en este punto:
"Hay una cuestión que ha intrigado a personas como tú a lo largo de los decenios, referente a la estancia de nueve años de los primeros caballeros en las dependencias del Templo, aún sin constituir oficialmente y abrazados a la Regla de San Agustín que profesaban los canónigos del Santo Sepulcro. ¿Defender los caminos, en especial el peligroso trayecto que discurría desde el puerto de Jaffa hasta la Ciudad Santa? No es probable. Nueve caballeros, por valientes o fanáticos religiosos que estos fueran jamás hubieran podido combatir contra asaltantes, asesinos, y las terribles huestes musulmanas, deseosas de recuperar el territorio en el que se asentaba el infiel." (Págs. 228-229)
Por de pronto, y como ya dijimos, lo de los nueve caballeros es un error de Guillermo de Tiro que es contradicho por otros dos cronistas que se ocuparon de los inicios de la Orden del Temple, Miguel el Sirio y Walter Map. Además, nueve Caballeros no significa que sólo fueran nueve hombres porque, también lo dijimos, las peculiaridades de los monjes-soldados eran numerosas, algo bastante lógico habida cuenta de que no existía nada semejante en la Iglesia (la que con el tiempo se convertiría en la Orden rival del Temple, la del Hospital de San Juan de Jerusalén, adoptó un carácter militar por imitación de los Templarios y los Caballeros Teutónicos, de momento, aún no existían). Por ello, existían figuras como la de los caballeros seculares (es decir, caballeros que no profesaban los votos y que se unían a los Templarios de forma temporal. Uno de ellos, ya lo dijimos, fue el conde Fulko de Anjou) además de distintas categorías dentro de la propia Orden en la que los Caballeros eran el estamento superior, pero junto a ellos existían los sargentos y los escuderos.
Por otra parte, los Templarios no eran los únicos que se dedicaban a ejercer de escoltas para los peregrinos. Mucho antes de que se fundara el Temple (en 1120) y, más concretamente, en 1106-1107 realizó el viaje a Tierra Santa un abad ruso de nombre Daniel. En su relato señala que en el trayecto entre Hebrón y Jerusalén tuvo la fortuna de contar con una escolta armada. El proteger a los peregrinos fue siempre una prioridad para las autoridades francas, pero no siempre contaban con los hombres necesarios para poder hacerlo. Por ello precisamente se explica el apoyo a la creación del Temple demostrado tanto por el rey Balduino II como por Warmundo de Picquigny, el Patriarca de Jerusalén, pero no hay razón para suponer que se les encomendara esta labor en exclusiva.
Ya vimos el trágico suceso que, posiblemente, motivó la creación del Temple, la matanza de trescientos peregrinos que acudían al Jordán en la Pascua de 1119. Poco después, en torno a 1120, Warmundo de Picquigny y Gerardo, prior del Santo Sepulcro, enviaron una carta de petición de auxilio a Diego Gelmírez, arzobispo de Santiago de Compostela, solicitando que enviase hombres, dinero... lo que fuese, porque el reino franco de Jerusalén se encontraba en un momento crítico, atacado por todas partes y tan imposibilitado de defenderse que las partidas incursoras musulmanas llegaban hasta las puertas de Jerusalén. Transmiten una imagen de inseguridad generalizada y, sin embargo, no se reprodujo una matanza de peregrinos como la del año anterior. Si los Templarios fueran tan inoperantes como se nos quiere hacer creer ¿cuál fue el factor que impidió que la masacre se repitiese?
"Además, como ya te he dicho anteriormente, en ese periodo de tiempo se cerraron herméticamente al exterior, evitando el contacto con otras órdenes y negando la entrada a aquellos deseosos de unirse a su causa." (Pág. 229)
Ya vimos que no se cerraron a nuevas incorporaciones. Tanto es así que de hecho las hubo, pero ¿es cierto que evitaron el contacto con otras Órdenes? Para nada. Ya dijimos que estaban tan bien relacionados con los Canónigos del Santo Sepulcro que incluso recibían su ayuda económica por no hablar de que fueron ellos los que les cedieron un lugar cerca de la mezquita de al-Aqsa para que pudieran seguir los oficios monásticos. Además, las principales fuentes documentales para conocer la historia de los Templarios en Palestina son, precisamente, sus relaciones con otras Órdenes. Por ejemplo, en diciembre de 1120 Hugo de Payns actúa como testigo de la confirmación de los privilegios que Balduino II otorgó a los Hospitalarios. En octubre de 1125 es Roberto, Caballero Templario, el que hace lo propio en la exención de diezmos que concedió el obispo de Nazaret a los Hospitalarios. Es más, de los siete documentos que mencionan al Temple en Palestina entre 1129 y 1148, seis tienen como tema principal la actividad de los Canónigos del Santo Sepulcro. ¿De dónde se saca, entonces, la falta de relación entre los Templarios y las restantes órdenes religiosas radicadas en Palestina? Misterio, pero como de lo que se trata es de fomentar el bulo de que eran una orden esotérica, por narices tenían que ser un grupo cerrado y mantenerse aislados de las demás organizaciones religiosas. El único "problemilla" es que como la documentación niega lo uno y lo otro, la consideración del Temple como ente esotérico se va al garete pero como no es cuestión de que la realidad niegue una buena historia se prescinde de las fuentes históricas que para eso existen los "iniciados" que guardan una "tradición" o reciben una "revelación" aunque ni una ni otra valgan un pimiento como ya veremos al hablar de la "tradición esotérica sobre el Temple".
Si los Templarios no se dedicaban a proteger a los peregrinos ¿qué puñetas hicieron durante esos nueve años? Vamos a verlo:
"Horadaron en el subsuelo retirando las escorias acumuladas por los siglos, buscando algo que sabían allí oculto. Y es muy probable que lo encontraran, parte de un tesoro olvidado en el que se aunaban varias toneladas de oro, plata, y lo más importante: una "biblioteca" rebosante de manuscritos." (Págs. 230-231)
Y un jamón con chorreras que también estaba allí escondido. Ni hay la menor prueba de que existiera tal tesoro ni de que los Templarios se dedicaran a jugar a Indiana Jones cosa que, además, hubieran tenido bastante difícil de hacer porque el lugar en el que estaban radicados los Templarios (recordemos que era en la Explanada del Templo, junto a la mezquita de al-Aqsa) era parte del palacio de Balduino II y ése no era, precisamente, el lugar más adecuado para liarse a hacer excavaciones sin que éstas fueran advertidas.
Por otra parte, ¿qué se supone que iban a hacer los Templarios con una biblioteca compuesta de manuscritos (¿hebreos? ¿arameos?...) cuando la Regla latina tuvo que ser pronto traducida al francés (y al catalán) porque la mayoría no entendía más que su propio idioma? No nos olvidemos de que los Caballeros Templarios no eran unos intelectuales, eran soldados.
"Esta hipótesis me fue refrendada cuando tenía 25 años, en el lejano mes de noviembre de 1954, y vivía en Luxor. Una mañana, mientras tomaba café en el viejo hotel Winter Palace, leí en un diario británico una información que en aquellos instantes despertó mi curiosidad pero nada más... El periodista hablaba de unos pergaminos descubiertos por beduinos en las orillas del Mar Muerto dentro de unas cuevas, y más concretamente de uno de los escritos que había sido traducido por técnicos de la Universidad de Manchester. El contenido, intranscendente a simple vista, tomó importancia conforme inicié mis estudios. Hacía mención a un tesoro situado en el Templo, formado por varios pesos de oro, enseres sagrados y plata. Pero eso carecía de valor frente a la enorme cantidad de pergaminos que permanecían allí escondidos -siempre según el texto-." (Pág. 231)
¡Qué bonita sucesión de disparates! Por de pronto ¿cómo puede refrendar la hipótesis de que los Templarios se pusieron en torno a 1120 a buscar un tesoro en el emplazamiento de los antiguos templos de Jerusalén el que uno de los manuscritos de Qumrán, que no se empezaron a conocer hasta 1945, hiciera referencia a un tesoro? ¿Los Templarios era videntes? El resto de las afimaciones son, además, absolutamente falsas (algo a lo que, supongo, ya se habrán acostumbrado).
A lo que se refiere, de forma tan desinformada como siempre, es al llamado Rollo de Cobre (les recomiendo la lectura, si no lo han hecho ya, del artículo enlazado, magnífica obra, pese al pseudónimo, de Julio Arrieta). Comencemos por el principio, 3Q15 (su nombre técnico) no es un pergamino, no fue encontrado por beduinos y en 1954 es imposible que nadie leyera en un periódico su contenido porque se comenzó a traducir en 1956 (salvo error por mi parte, la primera traducción íntegra fue publicada en 1960).
Además no hace mención a ningún tesoro situado en el Templo y sí a múltiples depósitos escondidos por toda Palestina. Se menciona en tres ocasiones la presencia de textos escritos en los escondrijos:
"En la cueva de la columna con dos entradas, orientada al Este, en la entrada Norte excava tres codos: allí hay un ánfora, en ella un libro, debajo de ella cuarenta y dos talentos." [1] (Pág. 478)
"En el canal que hay en el camino al Este de Beth-ajsar, al Este de Ajzar: vasos de diezmos y libros y una barra de plata." [1] (Pág. 479)
"En el tunel que hay en Sejab, al Norte de Kojlit, que se abre hacia el Norte y tiene tumbas en su entrada: un duplicado de este escrito y la explicación, y sus medidas, y el inventario de todas y cada una de las cosas." [1] (Pág. 480)
Así pues ¿de dónde se saca que esté hablando del Templo de Jerusalén y que haya una enorme cantidad de pergaminos escondida en él? Otro misterio más a añadir a la lista. En cualquier caso, al ser el talento (además de algo que cada día se echa más en falta en determinados escritores) una medida de peso que varió a lo largo del tiempo (y con diversos valores, además, para distintas culturas) la cantidad que, supuestamente, se encontraba en el depósito con los libros (en el único caso -el primero de los señalados- en que se menciona una cantidad considerable de plata, en realidad sólo hay la "importante cantidad" de un libro) podía oscilar entre unos 840 Kgs. y 1.260 Kgs. de plata, una cantidad importante pero menos habida cuenta de las cifras que manejaba el Temple.
Hasta el momento carecíamos en español de un estudio serio y riguroso sobre las finanzas de los Templarios. Sabíamos que habían recibido cuantiosas donaciones en forma de dinero, bienes muebles... además de inmuebles que generarían unos ingresos regulares e importantes a la Orden. También era conocido que sus gastos eran cuentiosos (la guerra nunca ha sido algo barato) y suponíamos (por sus actividades mercantiles) que la diferencia entre unos y otros era un abultado superávit, pero nadie se había puesto a realizar unas estimaciones concretas. Hoy, con una inmensa satisfacción por mi parte, puedo anunciarles que ese estudio ya existe y les recomiendo muy vivamente que procedan a gastarse unos dinerillos en adquirirlo en la seguridad de que no les va a defraudar. Se trata de "Los Templarios y el origen de la banca" de Ignacio de la Torre Muñoz de Morales. Ed. Dilema Editorial. Madrid, 2004.
En 1148 los Templarios realizan la primera gran operación económica que conozcamos, el préstamo a Luis VII de Francia de 2.000 marcos de plata (es decir, unas 6.000 libras tornesas o lo que es lo mismo, 484 Kgs. de plata) [Op. cit. pág. 36] Diecinueve años después del Concilio de Troyes, la economía del Temple es tan saneada que pueden disponer de esa importante cantidad (bien es cierto que dejando a la Orden con problemas económicos). ¿Procedían estos fondos del supuesto tesoro encontrado en el Templo? Para nada. Veamos las estimaciones del Sr. de la Torre Muñoz de Morales:
"Hemos estimado que las encomiendas no militares del Temple producían unos ingresos anuales de en torno a 197.245 libras tornesas de tiempos de San Luis, o unos 15.928 kilogramos de plata. Como la regla templaria muestra que efectivamente el Temple mantenía un tesoro en Ultramar, lo que se puede apoyar en el hecho de que la Orden otorga importantes préstamos en Oriente al menos desde 1147, cabe plantearse el origen de dicho tesoro. Nosotros creemos que la fuente del mismo reside en el excedente que los envíos de dinero desde Europa a Ultramar (las responsions) suponían sobre los gastos militares del Temple durante el S XII. Hemos estimado cómo el importe de dichos envíos estaba en torno a 65.748 libras tornesas al año, o 5.309 kilos de plata. También hemos estimado cómo los gastos militares del Temple no debían sobrepasar las 32.837 libras tornesas. o 2.652 kilos de plata. De esta forma, creemos que en circunstancias normales, el Temple era capaz de acumular 23.636 libras tornesas al año, lo que equivale a 1.907 kilos de plata." [Op. cit. Págs. 34-35]
Éste es el origen del tesoro de los Templarios del que, por cierto, tendremos ocasión de volver a hablar en próximas fechas. Así que nada de excavaciones en el Templo, tesoros enterrados ni verduras de las eras. Sencillamente, generaban una inmensa cantidad de dinero con la explotación de sus encomiendas en Occidente y enviaban a Oriente un tercio de esos fondos (las responsions) lo que permitía presentar un superavit muy saneado pese a que los gastos eran también enormes.
Prosigamos con D. Salomón-Fernández Bueno:
"Y es posible que entre esos manuscritos escondidos en el subsuelo de Jerusalén se encontraran parte de los evangelios apócrifos que tan de moda están hoy en día y que nos muestran un Jesús más humano; las bodas del "mesías" y la Magdalena; el misterio de su descendencia y, quizás, lo más importante: la verdadera identidad de ese al que San Juan, el Evangelista, llamaba Tomás Dídimo, palabra que procede del griego "didyme". ¿Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Rey de los Judíos tenía un hermano idéntico a él? Es más que probable..." (Pág. 231)
¡Qué arte para la fabulación, Dios mío...! No ha sido capaz de demostrar que existiera tal depósito de manuscritos en Jerusalén y pretende identificar su contenido con unos evangelios apócrifos que tampoco ha demostrado que existieran en los que se narrarían unos "hechos" que tampoco ha demostrado que existieran. A esto, en mi pueblo (que somos un poco brutos) le llamamos "ir de culo, cuesta abajo, sin frenos y con la carretera engrasada". Por cierto, la palabra Dídimo procede del griego "didimos" (gemelo) y es la traducción de Tomás que en arameo significa lo mismo. Según el apócrifo Evangelio de Santo Tomás el nombre de Tomás Dídimo (es decir, el gemelo -en arameo-, el gemelo -en griego-) era Judas con lo que, posiblemente, del que se creía que era hermano gemelo era de Santiago si se admite la identificación de Judas Tomás Dídimo con el Judas de la Carta de Judas: "Judas, servidor de Jesucristo y hermano de Santiago..." (Jd. 1, 1)
Como parece que hasta el propio D. Lorenzo se da cuenta de que la presentación de pruebas no va por buen camino, se siente en la obligación de decir algo al respecto:
"No era la primera vez que oía una narración similar, carente de pruebas, parte de una tradición oral escrita en el tiempo y en unos manuscritos custodiados por alguien muy interesado en mantener oculto el "legado". Eran demasiadas voces para pensar que todo formaba parte de una maquiavélica invención." (Págs. 231-232)
Por una vez voy a estar de acuerdo con D. Lorenzo, esa narración está "carente de pruebas". Es más, añadiría que está carente de cualquier cosa que semeje una evidencia, prueba... En lo que no voy a estarlo es en el carácter de tradición oral. De verdad que "El enigma sagrado" es un texto escrito que no pertenece a la tradición oral y "escrito en el tiempo" ¿qué quiere que le diga? Yo lo tengo escrito en un papel de lo más normal. Tampoco hablaría de "maquiavélica invención" y sí de "invención crematística".
Después de esto, no podía faltar la "guinda del pastel", vuelve el magistral Geofredo a ejercer de Pierre No-doy-una:
"Amigo mío, los monjes guerreros acuñaron monedas..." (Pág. 232)
Mal empezamos. Confunde los sellos del Temple (que es en los que aparece la Cúpula de la Roca y el caballo con dos jinetes) con monedas.
"Es irónico que aquellos que alcanzaron un poder militar y dinerario sin precedentes hasta entonces, que construyeron catedrales y se convirtieron en banqueros de monarcas y nobles predicaran un voto de pobreza." (Pág. 233)
¡Qué divertido! ¿Qué catedrales construyeron los Templarios? ¿Qué obispos templarios existieron para que necesitaran construirlas? ¿Que Charpentier dice...? Pues como si se opera, porque las auténticas construcciones templarias son pequeñas, casi desprovistas de decoración, de una humildad extraordinaria en la que no es nada difícil ver la influencia de la arquitectura cisterciense, es decir, todo lo opuesto a las catedrales góticas que ni fueron construidas por Templarios ni nada que se le semeje. Nuevamente estamos ante la táctica de ver si a base de repetir una afirmación (por supuesto, sin pruebas) termina por ser creída.
Por cierto, el voto de pobreza era, por supuesto, individual. Es decir, el Templario renunciaba a poseer bienes propios lo que no significaba que la Orden no pudiera tenerlos.
Después de tan sensacional ejemplo de patinaje sin hielo, regresan D. Lorenzo y D. Salomón, mejor dicho, regresa D. Lorenzo porque D. Salomón desaparece misteriosamente (para mí que ya se ganó las alas), así que la plena responsabilidad por los próximos errores recae en el Sr. Fernández Bueno (y hay unos cuantos como iremos viendo en próximos días).
NOTAS:
[1] Citado en Textos de Qumrán. Edición y traducción de Florentino García Martínez. Editorial Trotta. Valladolid, 2000.
-Continuará-
Sin embargo, aunque cometa errores, de momento se ha mantenido por terrenos más o menos juiciosos. El "despelote esotérico" comienza en este punto:
"Hay una cuestión que ha intrigado a personas como tú a lo largo de los decenios, referente a la estancia de nueve años de los primeros caballeros en las dependencias del Templo, aún sin constituir oficialmente y abrazados a la Regla de San Agustín que profesaban los canónigos del Santo Sepulcro. ¿Defender los caminos, en especial el peligroso trayecto que discurría desde el puerto de Jaffa hasta la Ciudad Santa? No es probable. Nueve caballeros, por valientes o fanáticos religiosos que estos fueran jamás hubieran podido combatir contra asaltantes, asesinos, y las terribles huestes musulmanas, deseosas de recuperar el territorio en el que se asentaba el infiel." (Págs. 228-229)
Por de pronto, y como ya dijimos, lo de los nueve caballeros es un error de Guillermo de Tiro que es contradicho por otros dos cronistas que se ocuparon de los inicios de la Orden del Temple, Miguel el Sirio y Walter Map. Además, nueve Caballeros no significa que sólo fueran nueve hombres porque, también lo dijimos, las peculiaridades de los monjes-soldados eran numerosas, algo bastante lógico habida cuenta de que no existía nada semejante en la Iglesia (la que con el tiempo se convertiría en la Orden rival del Temple, la del Hospital de San Juan de Jerusalén, adoptó un carácter militar por imitación de los Templarios y los Caballeros Teutónicos, de momento, aún no existían). Por ello, existían figuras como la de los caballeros seculares (es decir, caballeros que no profesaban los votos y que se unían a los Templarios de forma temporal. Uno de ellos, ya lo dijimos, fue el conde Fulko de Anjou) además de distintas categorías dentro de la propia Orden en la que los Caballeros eran el estamento superior, pero junto a ellos existían los sargentos y los escuderos.
Por otra parte, los Templarios no eran los únicos que se dedicaban a ejercer de escoltas para los peregrinos. Mucho antes de que se fundara el Temple (en 1120) y, más concretamente, en 1106-1107 realizó el viaje a Tierra Santa un abad ruso de nombre Daniel. En su relato señala que en el trayecto entre Hebrón y Jerusalén tuvo la fortuna de contar con una escolta armada. El proteger a los peregrinos fue siempre una prioridad para las autoridades francas, pero no siempre contaban con los hombres necesarios para poder hacerlo. Por ello precisamente se explica el apoyo a la creación del Temple demostrado tanto por el rey Balduino II como por Warmundo de Picquigny, el Patriarca de Jerusalén, pero no hay razón para suponer que se les encomendara esta labor en exclusiva.
Ya vimos el trágico suceso que, posiblemente, motivó la creación del Temple, la matanza de trescientos peregrinos que acudían al Jordán en la Pascua de 1119. Poco después, en torno a 1120, Warmundo de Picquigny y Gerardo, prior del Santo Sepulcro, enviaron una carta de petición de auxilio a Diego Gelmírez, arzobispo de Santiago de Compostela, solicitando que enviase hombres, dinero... lo que fuese, porque el reino franco de Jerusalén se encontraba en un momento crítico, atacado por todas partes y tan imposibilitado de defenderse que las partidas incursoras musulmanas llegaban hasta las puertas de Jerusalén. Transmiten una imagen de inseguridad generalizada y, sin embargo, no se reprodujo una matanza de peregrinos como la del año anterior. Si los Templarios fueran tan inoperantes como se nos quiere hacer creer ¿cuál fue el factor que impidió que la masacre se repitiese?
"Además, como ya te he dicho anteriormente, en ese periodo de tiempo se cerraron herméticamente al exterior, evitando el contacto con otras órdenes y negando la entrada a aquellos deseosos de unirse a su causa." (Pág. 229)
Ya vimos que no se cerraron a nuevas incorporaciones. Tanto es así que de hecho las hubo, pero ¿es cierto que evitaron el contacto con otras Órdenes? Para nada. Ya dijimos que estaban tan bien relacionados con los Canónigos del Santo Sepulcro que incluso recibían su ayuda económica por no hablar de que fueron ellos los que les cedieron un lugar cerca de la mezquita de al-Aqsa para que pudieran seguir los oficios monásticos. Además, las principales fuentes documentales para conocer la historia de los Templarios en Palestina son, precisamente, sus relaciones con otras Órdenes. Por ejemplo, en diciembre de 1120 Hugo de Payns actúa como testigo de la confirmación de los privilegios que Balduino II otorgó a los Hospitalarios. En octubre de 1125 es Roberto, Caballero Templario, el que hace lo propio en la exención de diezmos que concedió el obispo de Nazaret a los Hospitalarios. Es más, de los siete documentos que mencionan al Temple en Palestina entre 1129 y 1148, seis tienen como tema principal la actividad de los Canónigos del Santo Sepulcro. ¿De dónde se saca, entonces, la falta de relación entre los Templarios y las restantes órdenes religiosas radicadas en Palestina? Misterio, pero como de lo que se trata es de fomentar el bulo de que eran una orden esotérica, por narices tenían que ser un grupo cerrado y mantenerse aislados de las demás organizaciones religiosas. El único "problemilla" es que como la documentación niega lo uno y lo otro, la consideración del Temple como ente esotérico se va al garete pero como no es cuestión de que la realidad niegue una buena historia se prescinde de las fuentes históricas que para eso existen los "iniciados" que guardan una "tradición" o reciben una "revelación" aunque ni una ni otra valgan un pimiento como ya veremos al hablar de la "tradición esotérica sobre el Temple".
Si los Templarios no se dedicaban a proteger a los peregrinos ¿qué puñetas hicieron durante esos nueve años? Vamos a verlo:
"Horadaron en el subsuelo retirando las escorias acumuladas por los siglos, buscando algo que sabían allí oculto. Y es muy probable que lo encontraran, parte de un tesoro olvidado en el que se aunaban varias toneladas de oro, plata, y lo más importante: una "biblioteca" rebosante de manuscritos." (Págs. 230-231)
Y un jamón con chorreras que también estaba allí escondido. Ni hay la menor prueba de que existiera tal tesoro ni de que los Templarios se dedicaran a jugar a Indiana Jones cosa que, además, hubieran tenido bastante difícil de hacer porque el lugar en el que estaban radicados los Templarios (recordemos que era en la Explanada del Templo, junto a la mezquita de al-Aqsa) era parte del palacio de Balduino II y ése no era, precisamente, el lugar más adecuado para liarse a hacer excavaciones sin que éstas fueran advertidas.
Por otra parte, ¿qué se supone que iban a hacer los Templarios con una biblioteca compuesta de manuscritos (¿hebreos? ¿arameos?...) cuando la Regla latina tuvo que ser pronto traducida al francés (y al catalán) porque la mayoría no entendía más que su propio idioma? No nos olvidemos de que los Caballeros Templarios no eran unos intelectuales, eran soldados.
"Esta hipótesis me fue refrendada cuando tenía 25 años, en el lejano mes de noviembre de 1954, y vivía en Luxor. Una mañana, mientras tomaba café en el viejo hotel Winter Palace, leí en un diario británico una información que en aquellos instantes despertó mi curiosidad pero nada más... El periodista hablaba de unos pergaminos descubiertos por beduinos en las orillas del Mar Muerto dentro de unas cuevas, y más concretamente de uno de los escritos que había sido traducido por técnicos de la Universidad de Manchester. El contenido, intranscendente a simple vista, tomó importancia conforme inicié mis estudios. Hacía mención a un tesoro situado en el Templo, formado por varios pesos de oro, enseres sagrados y plata. Pero eso carecía de valor frente a la enorme cantidad de pergaminos que permanecían allí escondidos -siempre según el texto-." (Pág. 231)
¡Qué bonita sucesión de disparates! Por de pronto ¿cómo puede refrendar la hipótesis de que los Templarios se pusieron en torno a 1120 a buscar un tesoro en el emplazamiento de los antiguos templos de Jerusalén el que uno de los manuscritos de Qumrán, que no se empezaron a conocer hasta 1945, hiciera referencia a un tesoro? ¿Los Templarios era videntes? El resto de las afimaciones son, además, absolutamente falsas (algo a lo que, supongo, ya se habrán acostumbrado).
A lo que se refiere, de forma tan desinformada como siempre, es al llamado Rollo de Cobre (les recomiendo la lectura, si no lo han hecho ya, del artículo enlazado, magnífica obra, pese al pseudónimo, de Julio Arrieta). Comencemos por el principio, 3Q15 (su nombre técnico) no es un pergamino, no fue encontrado por beduinos y en 1954 es imposible que nadie leyera en un periódico su contenido porque se comenzó a traducir en 1956 (salvo error por mi parte, la primera traducción íntegra fue publicada en 1960).
Además no hace mención a ningún tesoro situado en el Templo y sí a múltiples depósitos escondidos por toda Palestina. Se menciona en tres ocasiones la presencia de textos escritos en los escondrijos:
"En la cueva de la columna con dos entradas, orientada al Este, en la entrada Norte excava tres codos: allí hay un ánfora, en ella un libro, debajo de ella cuarenta y dos talentos." [1] (Pág. 478)
"En el canal que hay en el camino al Este de Beth-ajsar, al Este de Ajzar: vasos de diezmos y libros y una barra de plata." [1] (Pág. 479)
"En el tunel que hay en Sejab, al Norte de Kojlit, que se abre hacia el Norte y tiene tumbas en su entrada: un duplicado de este escrito y la explicación, y sus medidas, y el inventario de todas y cada una de las cosas." [1] (Pág. 480)
Así pues ¿de dónde se saca que esté hablando del Templo de Jerusalén y que haya una enorme cantidad de pergaminos escondida en él? Otro misterio más a añadir a la lista. En cualquier caso, al ser el talento (además de algo que cada día se echa más en falta en determinados escritores) una medida de peso que varió a lo largo del tiempo (y con diversos valores, además, para distintas culturas) la cantidad que, supuestamente, se encontraba en el depósito con los libros (en el único caso -el primero de los señalados- en que se menciona una cantidad considerable de plata, en realidad sólo hay la "importante cantidad" de un libro) podía oscilar entre unos 840 Kgs. y 1.260 Kgs. de plata, una cantidad importante pero menos habida cuenta de las cifras que manejaba el Temple.
Hasta el momento carecíamos en español de un estudio serio y riguroso sobre las finanzas de los Templarios. Sabíamos que habían recibido cuantiosas donaciones en forma de dinero, bienes muebles... además de inmuebles que generarían unos ingresos regulares e importantes a la Orden. También era conocido que sus gastos eran cuentiosos (la guerra nunca ha sido algo barato) y suponíamos (por sus actividades mercantiles) que la diferencia entre unos y otros era un abultado superávit, pero nadie se había puesto a realizar unas estimaciones concretas. Hoy, con una inmensa satisfacción por mi parte, puedo anunciarles que ese estudio ya existe y les recomiendo muy vivamente que procedan a gastarse unos dinerillos en adquirirlo en la seguridad de que no les va a defraudar. Se trata de "Los Templarios y el origen de la banca" de Ignacio de la Torre Muñoz de Morales. Ed. Dilema Editorial. Madrid, 2004.
En 1148 los Templarios realizan la primera gran operación económica que conozcamos, el préstamo a Luis VII de Francia de 2.000 marcos de plata (es decir, unas 6.000 libras tornesas o lo que es lo mismo, 484 Kgs. de plata) [Op. cit. pág. 36] Diecinueve años después del Concilio de Troyes, la economía del Temple es tan saneada que pueden disponer de esa importante cantidad (bien es cierto que dejando a la Orden con problemas económicos). ¿Procedían estos fondos del supuesto tesoro encontrado en el Templo? Para nada. Veamos las estimaciones del Sr. de la Torre Muñoz de Morales:
"Hemos estimado que las encomiendas no militares del Temple producían unos ingresos anuales de en torno a 197.245 libras tornesas de tiempos de San Luis, o unos 15.928 kilogramos de plata. Como la regla templaria muestra que efectivamente el Temple mantenía un tesoro en Ultramar, lo que se puede apoyar en el hecho de que la Orden otorga importantes préstamos en Oriente al menos desde 1147, cabe plantearse el origen de dicho tesoro. Nosotros creemos que la fuente del mismo reside en el excedente que los envíos de dinero desde Europa a Ultramar (las responsions) suponían sobre los gastos militares del Temple durante el S XII. Hemos estimado cómo el importe de dichos envíos estaba en torno a 65.748 libras tornesas al año, o 5.309 kilos de plata. También hemos estimado cómo los gastos militares del Temple no debían sobrepasar las 32.837 libras tornesas. o 2.652 kilos de plata. De esta forma, creemos que en circunstancias normales, el Temple era capaz de acumular 23.636 libras tornesas al año, lo que equivale a 1.907 kilos de plata." [Op. cit. Págs. 34-35]
Éste es el origen del tesoro de los Templarios del que, por cierto, tendremos ocasión de volver a hablar en próximas fechas. Así que nada de excavaciones en el Templo, tesoros enterrados ni verduras de las eras. Sencillamente, generaban una inmensa cantidad de dinero con la explotación de sus encomiendas en Occidente y enviaban a Oriente un tercio de esos fondos (las responsions) lo que permitía presentar un superavit muy saneado pese a que los gastos eran también enormes.
Prosigamos con D. Salomón-Fernández Bueno:
"Y es posible que entre esos manuscritos escondidos en el subsuelo de Jerusalén se encontraran parte de los evangelios apócrifos que tan de moda están hoy en día y que nos muestran un Jesús más humano; las bodas del "mesías" y la Magdalena; el misterio de su descendencia y, quizás, lo más importante: la verdadera identidad de ese al que San Juan, el Evangelista, llamaba Tomás Dídimo, palabra que procede del griego "didyme". ¿Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Rey de los Judíos tenía un hermano idéntico a él? Es más que probable..." (Pág. 231)
¡Qué arte para la fabulación, Dios mío...! No ha sido capaz de demostrar que existiera tal depósito de manuscritos en Jerusalén y pretende identificar su contenido con unos evangelios apócrifos que tampoco ha demostrado que existieran en los que se narrarían unos "hechos" que tampoco ha demostrado que existieran. A esto, en mi pueblo (que somos un poco brutos) le llamamos "ir de culo, cuesta abajo, sin frenos y con la carretera engrasada". Por cierto, la palabra Dídimo procede del griego "didimos" (gemelo) y es la traducción de Tomás que en arameo significa lo mismo. Según el apócrifo Evangelio de Santo Tomás el nombre de Tomás Dídimo (es decir, el gemelo -en arameo-, el gemelo -en griego-) era Judas con lo que, posiblemente, del que se creía que era hermano gemelo era de Santiago si se admite la identificación de Judas Tomás Dídimo con el Judas de la Carta de Judas: "Judas, servidor de Jesucristo y hermano de Santiago..." (Jd. 1, 1)
Como parece que hasta el propio D. Lorenzo se da cuenta de que la presentación de pruebas no va por buen camino, se siente en la obligación de decir algo al respecto:
"No era la primera vez que oía una narración similar, carente de pruebas, parte de una tradición oral escrita en el tiempo y en unos manuscritos custodiados por alguien muy interesado en mantener oculto el "legado". Eran demasiadas voces para pensar que todo formaba parte de una maquiavélica invención." (Págs. 231-232)
Por una vez voy a estar de acuerdo con D. Lorenzo, esa narración está "carente de pruebas". Es más, añadiría que está carente de cualquier cosa que semeje una evidencia, prueba... En lo que no voy a estarlo es en el carácter de tradición oral. De verdad que "El enigma sagrado" es un texto escrito que no pertenece a la tradición oral y "escrito en el tiempo" ¿qué quiere que le diga? Yo lo tengo escrito en un papel de lo más normal. Tampoco hablaría de "maquiavélica invención" y sí de "invención crematística".
Después de esto, no podía faltar la "guinda del pastel", vuelve el magistral Geofredo a ejercer de Pierre No-doy-una:
"Amigo mío, los monjes guerreros acuñaron monedas..." (Pág. 232)
Mal empezamos. Confunde los sellos del Temple (que es en los que aparece la Cúpula de la Roca y el caballo con dos jinetes) con monedas.
"Es irónico que aquellos que alcanzaron un poder militar y dinerario sin precedentes hasta entonces, que construyeron catedrales y se convirtieron en banqueros de monarcas y nobles predicaran un voto de pobreza." (Pág. 233)
¡Qué divertido! ¿Qué catedrales construyeron los Templarios? ¿Qué obispos templarios existieron para que necesitaran construirlas? ¿Que Charpentier dice...? Pues como si se opera, porque las auténticas construcciones templarias son pequeñas, casi desprovistas de decoración, de una humildad extraordinaria en la que no es nada difícil ver la influencia de la arquitectura cisterciense, es decir, todo lo opuesto a las catedrales góticas que ni fueron construidas por Templarios ni nada que se le semeje. Nuevamente estamos ante la táctica de ver si a base de repetir una afirmación (por supuesto, sin pruebas) termina por ser creída.
Por cierto, el voto de pobreza era, por supuesto, individual. Es decir, el Templario renunciaba a poseer bienes propios lo que no significaba que la Orden no pudiera tenerlos.
Después de tan sensacional ejemplo de patinaje sin hielo, regresan D. Lorenzo y D. Salomón, mejor dicho, regresa D. Lorenzo porque D. Salomón desaparece misteriosamente (para mí que ya se ganó las alas), así que la plena responsabilidad por los próximos errores recae en el Sr. Fernández Bueno (y hay unos cuantos como iremos viendo en próximos días).
NOTAS:
[1] Citado en Textos de Qumrán. Edición y traducción de Florentino García Martínez. Editorial Trotta. Valladolid, 2000.
-Continuará-
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