Blogia
Escritos desde el páramo

Quinto misterio jocoso: La raída sotana del tío Gilito (III)

Viene de aquí
El tinglado de la antigua farsa que había levantado a lo largo de tantos años el padre Berénger no podía durar. Era demasiado visible para ello. Además (como ya veremos) Saunière había dedicado gran parte de esos ingresos ilícitos a hacer gala de exhibiciones propias de un "nuevo rico". Sus construcciones son tan aparatosas como de mal gusto. Además, Berénger tenía problemas con su feligresía. Ya había aparecido un primer conflicto en 1891 cuando el sacerdote pidió (y obtuvo) permiso al concejo para vallar un terreno comunal y levantar allí monumentos religiosos. El párroco fue mucho más lejos de lo que le habían autorizado y edificó una casita que le servía de despacho y biblioteca. En 1895, un incendio afectó al pueblo. Todos los vecinos pusieron a disposición de los bomberos sus cisternas con una excepción, el sacerdote. En este mismo año los habitantes del pueblo se quejan de que Berénger está removiendo el cementerio sin ningún respeto por las lápidas, las cruces y las coronas que allí se encontraban.
Todo ello supone una bomba de relojería que no estalló mientras su superior, el obispo de Carcassone, fue Félix-Arsène Billard que nunca quiso saber nada de los manejos de Berénger. ¿Por qué esa protección al que, a todas luces, era un notorio sinvergüenza? Pues olvídense de manuscritos con secretos sorprendentes y chorradas similares. Sencillamente, el obispo Billard era el alma gemela del párroco de Rénnes. También Billard hizo sus pinitos restauradores (no parece que fuera casual que acompañara a Berénger en la inauguración de la iglesia de Rénnes despues de la restauración), también aprovechó su cargo eclesiástico para enriquecerse de forma inmoral (y Berénger a su lado era un pardillo porque el Sr. Obispo se dedicó a algo mucho más rentable, a las herencias. Recibió una de un 1.200.000 francos de la época que es mucho más de todo lo que ganó Saunière con su venta de misas a lo largo de los años) y también era un reaccionario en cuestiones políticas. Sin embargo, a finales de 1901 falleció Billard y en 1902 fue nombrado su sucesor, Paul-Félix Beurain de Beausejour aunque no fue entronizado hasta 1904. El obispo Beausejour no estaba dispuesto a seguir haciendo "la vista gorda" ante la riqueza que exhibía de forma infantil el sacerdote de Rénnes. Tanto es así que en 1909 Berénger dimitió como párroco seguramente con la esperanza de que no le investigaran. Sin embargo, el obispo había recibido cartas de particulares que le preguntaban si Sauniére era un sacerdote en quién poder confiar para encargarle unas misas. Es el fin.
Beausejour ordena a Saunière que comparezca ante su persona el 16 de julio de 1910. Berénger no se presenta. Se le cita nuevamente para el 23 de julio. Nuevamente no comparece. El 15 de octubre no se presenta él pero sí su abogado, el canónigo Huguet. El 5 de noviembre recae sobre él una primera condena, diez días en una casa de retiro para que se dedique a realizar ejercicios espirituales, y orden perentoria de que, en el plazo de un mes, entregue al obispo el detalle de su contabilidad.
El 30 de diciembre, habida cuenta de que no ha cumplido con lo exigido, es citado a comparecer el 9 de enero de 1911. Saunière se sabe perdido y recurre a Roma. Solicita un aplazamiento atendiendo a su delicado estado de salud que no le permite soportar emociones fuertes. La respuesta es que mande lo que le solicitó su obispo por correo. El 5 de diciembre de 1911 se dicta sentencia. El padre Berénger Sauniére es considerado culpable de dilapidación y substracción de los fondos de los que era depositario. Fue condenado, en rebeldía y sin posibilidad de apelación, a una suspensión a divinis de tres meses que se prolongaría hasta que devolviera las cantidades defraudadas. Ese mismo día, se publica en la Semana Religiosa y en el periódico l´Eclair de Montpellier un aviso público de que el padre Berénger había perdido el derecho de decir misas.
La verdad es que aunque hubiera comparecido, el resultado hubiera sido el mismo. Descadeillas nos ha dejado el recuerdo de lo que Bérenger había preparado para su defensa y es penoso. Creo que resulta interesante hacer su traducción:
a) A la petición de las sumas empeñadas por él en Rénnes da la lista siguiente:
1 Compra de terreno 1.550 F.
2 Restauración de la iglesia 16.200 F.
3 Calvario 11.200 F.
4 Villa Béthania 90.000 F.
5 Terrazas-jardín 19.000 F.
6 Torre Magdala 40.000 F.
7 Arreglo de todo 5.000 F.
8 Amueblamiento 10.000 F.
TOTAL: 193.950 F.
b) A las preguntas planteadas por el oficial se proponía responder esto:
Sobre la explicación a dar para saber de dónde procedías esas sumas de dinero enormes para esa época:
1º) Hace veinte años acogí en mi casa a una familia compuesta por el padre, la madre y dos niños. Pusimos nuestros ahorros en común. La familia se dedicaba a la industria de los sombreros, y ganaban el padre y la madre cada uno 300 Fr. al mes. Ahorramos así 5.200 Fr.
2º) Un cepillo (para las limosnas) estaba destinado a los visitantes que me remuneraban con una propina por mis explicaciones sobre Rénnes. Estos visitantes venían de Rénnes les Bains y eran muy numerosos y generosos.
3º) Jugaba a la lotería.
4º) Mi hermano como predicador que es tenía numerosas relaciones. Servía de intermediario para enviarme generosos y numerosos clientes.
5º) Hice realizar 31 postales de Rénnes. Las vendía en lotes de 31 al precio de 3,10 Fr. Apenas podía cubrir la demanda.
6º) Mi colección de sellos antiguos se cifra en 100.000. Está completa y para la venta me conformo con el precio adoptado. Los aficionados, muy felices de conseguirlos, nunca regateaban.
7º) Hice excavaciones en la zona y recuperé lozas, muebles antiguos y tejidos que revendí.
8º) Las copias, las hice realizar a los jóvenes por cuenta de periódicos y prospectos. Estaban satisfechos del precio que les ofrecía y tenía, además, una ventaja sobre ellos.
9º) En mi activo aún tengo que poner los transportes gratuitos y ¿por qué no? mi trabajo personal."
Privado de sus ganancias como vendedor de misas, la economía del padre Sauniére se tambalea. Ya en noviembre de 1911 (antes de su condena definitiva, por tanto) ve tan mal su situación que pide a su abogado, el canónigo Huguet, que le busque un lugar más modesto donde vivir previa venta de sus propiedades en Rénnes. Éste le escribe (nuevamente según la obra antes enlazada de Descadeillas): "En mi localidad natal, a 1 Km. de la estación, sé de un establecimiento que vale según la gente 60.000 Fr. pero que su propietario, un cantante que ha tenido una mala gira, dejaría en 12.000 Fr. Vd. abandonaría la jurisdicción de Carcassone y yo le recomendaría a mi obispo y usted viviría tranquilo en esa espléndida situación. Venda y veremos..." El 27 de noviembre, Berénger dirige una carta al banco Petitjean de París y solicita que envíen a uno de sus agente para tratar la venta de sus bienes. El negocio se va al traste porque el sacerdote propone al comisionado que se haga cargo él en persona del asunto prescindiendo de la intervención del banco (a cambio, claro, de una comisión en la venta).
En octubre de 1912 hace un nuevo intento. En esta ocasión pretende obtener un préstamo del Credit Foncier con la garantía de sus propiedades. La valoración que hace su perito es que los edificios y las tierras valen 18.000 Fr. con lo que le ofrecen un préstamo de 6.000 Fr. Berénger rehúsa por considerarlo insuficiente.
No puede vender sus propiedades ni recibir un préstamo suficiente sobre ellas. Empobrecido es incapaz de pagar sus deudas. Murió el 22 de enero de 1917. Su heredera, la cocinera y gobernanta Marie Denarnaud, tuvo que vender gran parte de la herencia para conseguir saldar los débitos.
Hasta aquí la historia. En la próxima entrega de la serie señalaremos qué conclusiones pueden obtenerse de ella.
-Continuará-"

0 comentarios