Quinto misterio jocoso: La raída sotana del tío Gilito (y IV)
Viene de aquí
De toda esta secuencia de acontecimientos que, como sucede a menudo, oscila entre el drama y la ópera bufa podemos extraer algunas consecuencias que deberían hacer reflexionar a los partidarios de diversas hipótesis esotéricas sobre el párroco de Rénnes-le-Château.
Por ejemplo, los que creen que los pergaminos supuestamente encontrados por el padre Berénger desvelaban un secreto que la Iglesia tenía interés en silenciar (por citar sólo dos de los que se han propuesto, el que María la Magdalena y Jesús fueran los felices papás, perdón, la feliz mamá y el feliz papá -no se me mosquee Ibarretxe o alguna ministra "incompetenta" de las que han sido cocineras antes que "frailas"- de una o varias tiernas criaturas; o que contenían el paradero del cuerpo de Jesús no resucitado sino muerto y bien muerto) caen en el absurdo de ignorar que Sauniére fue juzgado y condenado por la propia Iglesia. Si esa hipótesis tuviera el menor asomo de veracidad, el padre Berénger tenía en sus manos un arma que le hubiera convertido en invulnerable y más ante una acusación de "medio pelo" como la que nos ocupa. Bien, concedamos que monseñor de Beausejour podía no estar informado de los pavorosos secretos que custodiaba (supuestamente) el ex-párroco de Rénnes y por ello inició la causa contra él, pero considerando que entre el comienzo del proceso (mayo de 1910) a la sentencia definitiva (diciembre de 1911) pasan la friolera de más de 18 meses, es inexplicable que nadie moviera un pelo para protegerle, tanto más cuando bastaba que el superior del obispo le hubiera ordenado que paralizara la causa para que éste hubiera tenido que obedecer a causa de sus votos como sacerdote. Nada de esto sucedió ni Berénger (pese a que indudablemente se sintió perjudicado por la sentencia) reveló ningún secreto. La razón es que nada dijo porque nada tenía que pregonar.
También deberían reflexionar los que atribuyen a causas extraordinarias (encuentro de un tesoro fabuloso) el enriquecimiento del sacerdote. No es sólo todo lo que vimos en su momento sobre la contabilidad de Saunière (y lamento haberles tenido que largar ese rollo macabeo, pero era necesario) es que, además, basta con comprobar el impacto de la condena sobre su economía para negarlo. En 1909, antes del proceso, ingresa 10.553,65 Fr., en 1910, con el proceso iniciado, ingresa 7.632,80 Fr., en 1911, año de su condena, ingresa 5.970,70 Fr. (pueden comprobarlo en la tabla resumen de la contabilidad del padre Sauniére elaborada por Octonovo. Si sus ingresos no hubieran tenido nada que ver con la venta de misas, eso no tiene el menor sentido. No obstante, pueden Vds. (y deben hacerlo) preguntarse cómo es posible que siguiera recibiendo encargos de misas después de su condena. Vamos al detalle del año 1912 y vemos el primer mes, enero (janvier, en francés). Allí nos encontramos con entradas como
Lyon 100,00 Fr.
Lyon 60,00 Fr.
Nancy 50,00 Fr.
Paris 20,00 Fr.
Lyon 20,00 Fr.
Si vamos a un mapa de Francia podemos comprobar lo alejadas que están esas tres ciudades de Carcassone y Rénnes-le-Château (para que se hagan una idea, Carcassone y Rénnes están en el interior a la altura de Narbonne, es decir, al norte de la fontera hispano-francesa en la zona de los pirineos catalanes) que es dónde el escándalo se había producido. Seguramente, los encargos provenían de personas que no tenían ni idea de que Berénger había sido suspendido. Obviamente, a éste le importaba un bledo el no poder oficiar las misas que le pagaban. A fin de cuentas antes de la condena tampoco podía celebrarlas así que...
También los que se dedican a relacionar al padre Sauniére con organizaciones como la Masonería deberían pensar que la condena fue por motivos económicos y no por ninguna otra causa. Como vimos en la anterior entrega, la "obsesión" del obispo es que Berénger enseñara su contabilidad. Obviamente, si hubiera tenido la menor sospecha de que el párroco de Rénnes estaba relacionado con la Masonería la situación hubiera sido distinta porque desde 1738 (y hasta 1983) los católicos que entraran en o favorecieran a esta sociedad secreta incurrían en excomunión ipso facto (véase el artículo Francmasonería en La Enciclopedia Católica).
Por último, esta condena debería poner en duda la auténtica cuantía de la fortuna acumulada por el padre Berénger. Entre 1897 y 1915 (con la falta de varios meses) ingresa 213.653,76 Fr. En el periodo 1897-1910 (año en el que Sauniére deja de contabilizar sus gastos) gasta 148.135,51 Fr. Esto deja un superávit teórico de 65.518,25 Fr. (y decimos teórico porque hay cinco años de gastos no computados, con lo que el superávit real tuvo que ser mucho menor). Si observamos el saldo acumulado, el último importe (marzo de 1910) es de 7.063,95 Fr. a lo que habría que sumar 15.000 Fr. depositados en una caja de ahorros (en marzo de 1901 retira de su contabilidad 20.000 Fr. aunque después retorna 5.000 Fr. de esos 20.000) y eso en unos años en los que estaba en pleno auge de su actividad de vendedor de misas a gran escala. Es fácil comprender porqué murió en la miseria cuando le falló su principal fuente de ingresos.
De los ingresos ya hemos hablado, hora es ya de dedicar unas palabras a las gastos. Dejando aparte los gastos habituales y otros que demuestran que al párroco le gustaba la buena vida (gastos elevados en comida y en bebida -vino y ron-) la parte del león se la lleva su actividad constructora.
En 1888-1897 restauración de la iglesia.
En 1891 instalación del monumento a la Virgen de Lourdes.
También en 1891, cercado del terreno comunal (ya hablamos de ello en la anterior entrega de esta serie) y edificación de una casita en él para que le sirviera de biblioteca y despacho.
En 1897 reparación del muro del cementerio que estaba derrumbado.
También en 1897, reparación del edificio del presbiterio en el que vívía junto con Marie Denarnaud.
En 1900 adquiere los terrenos para sus grandes (y horrorosas) edificaciones posteriores.
En 1901, concluye la construcción de Villa Betania (se ruega no vomitar al ver tan "elegante" palacete. Su teclado se lo agradecerá). Supuestamente iba a ser su residencia, pero nunca llegó a habitar en ella (la verdad, no me extraña).
En 1902-1907 ajardina los terrenos adyacentes lo que le obliga a transportar toneladas de tierra para igualar un suelo muy rocoso y levanta Torre Magdala en la que ubica su despacho y biblioteca, abandonando la casita que construyó anteriormente con ese fin.
Como los edificios (por feos de solemnidad que sean) hay que construirlos, no sorprende que los grandes gastos en su contabilidad correspondan a partidas como piedra, madera, cemento... Si observamos los años de construcción, tendremos una nueva prueba de que no existió el súbito enriquecimiento que algunos atribuyen al párroco de Rénnes. Las grandes edificaciones se van haciendo de forma sucesiva, restauración de la iglesia (1882-1897), restauración del presbiterio (1897), Villa Betania (1900-1901), jardines y Torre Magdala (1902-1907). Es más, si vamos observando distintas partidas podremos comprobar que el padre Berénger era un pésimo pagador. Por ejemplo, en 1895 adquiere artículos de ferretería por valor de 937,38 Fr. Esta cantidad debía ser abonada ¡en cinco años! a partir de 06/09/1896. En 1897 adquiere seis cepillos (para limosna) y una verja. La factura no será saldada hasta 08/08/1903. En 1908 adquiere cuatro librerías para Torre Magdala por importe de 10.000 Fr. Esta factura, directamente, no será nunca terminada de pagar.
Evidentemente, el caso de Berénger Saunière no es el del hombre que partiendo de la nada llega a acumular una inmensa fortuna. Por el contrario, parece la personificación del chiste marxista (de Groucho, no de Carlos) "Partiendo de la nada, hemos llegado a escalar las más altas cimas de la miseria."
Con esto concluímos (por fin, inmensa ovación) el repaso a las cuentas del padre Sauniére. Por desgracia, quedan muchos temas que tratar, así que, como una amenaza bíblica, decimos:
-Continuará-
De toda esta secuencia de acontecimientos que, como sucede a menudo, oscila entre el drama y la ópera bufa podemos extraer algunas consecuencias que deberían hacer reflexionar a los partidarios de diversas hipótesis esotéricas sobre el párroco de Rénnes-le-Château.
Por ejemplo, los que creen que los pergaminos supuestamente encontrados por el padre Berénger desvelaban un secreto que la Iglesia tenía interés en silenciar (por citar sólo dos de los que se han propuesto, el que María la Magdalena y Jesús fueran los felices papás, perdón, la feliz mamá y el feliz papá -no se me mosquee Ibarretxe o alguna ministra "incompetenta" de las que han sido cocineras antes que "frailas"- de una o varias tiernas criaturas; o que contenían el paradero del cuerpo de Jesús no resucitado sino muerto y bien muerto) caen en el absurdo de ignorar que Sauniére fue juzgado y condenado por la propia Iglesia. Si esa hipótesis tuviera el menor asomo de veracidad, el padre Berénger tenía en sus manos un arma que le hubiera convertido en invulnerable y más ante una acusación de "medio pelo" como la que nos ocupa. Bien, concedamos que monseñor de Beausejour podía no estar informado de los pavorosos secretos que custodiaba (supuestamente) el ex-párroco de Rénnes y por ello inició la causa contra él, pero considerando que entre el comienzo del proceso (mayo de 1910) a la sentencia definitiva (diciembre de 1911) pasan la friolera de más de 18 meses, es inexplicable que nadie moviera un pelo para protegerle, tanto más cuando bastaba que el superior del obispo le hubiera ordenado que paralizara la causa para que éste hubiera tenido que obedecer a causa de sus votos como sacerdote. Nada de esto sucedió ni Berénger (pese a que indudablemente se sintió perjudicado por la sentencia) reveló ningún secreto. La razón es que nada dijo porque nada tenía que pregonar.
También deberían reflexionar los que atribuyen a causas extraordinarias (encuentro de un tesoro fabuloso) el enriquecimiento del sacerdote. No es sólo todo lo que vimos en su momento sobre la contabilidad de Saunière (y lamento haberles tenido que largar ese rollo macabeo, pero era necesario) es que, además, basta con comprobar el impacto de la condena sobre su economía para negarlo. En 1909, antes del proceso, ingresa 10.553,65 Fr., en 1910, con el proceso iniciado, ingresa 7.632,80 Fr., en 1911, año de su condena, ingresa 5.970,70 Fr. (pueden comprobarlo en la tabla resumen de la contabilidad del padre Sauniére elaborada por Octonovo. Si sus ingresos no hubieran tenido nada que ver con la venta de misas, eso no tiene el menor sentido. No obstante, pueden Vds. (y deben hacerlo) preguntarse cómo es posible que siguiera recibiendo encargos de misas después de su condena. Vamos al detalle del año 1912 y vemos el primer mes, enero (janvier, en francés). Allí nos encontramos con entradas como
Lyon 100,00 Fr.
Lyon 60,00 Fr.
Nancy 50,00 Fr.
Paris 20,00 Fr.
Lyon 20,00 Fr.
Si vamos a un mapa de Francia podemos comprobar lo alejadas que están esas tres ciudades de Carcassone y Rénnes-le-Château (para que se hagan una idea, Carcassone y Rénnes están en el interior a la altura de Narbonne, es decir, al norte de la fontera hispano-francesa en la zona de los pirineos catalanes) que es dónde el escándalo se había producido. Seguramente, los encargos provenían de personas que no tenían ni idea de que Berénger había sido suspendido. Obviamente, a éste le importaba un bledo el no poder oficiar las misas que le pagaban. A fin de cuentas antes de la condena tampoco podía celebrarlas así que...
También los que se dedican a relacionar al padre Sauniére con organizaciones como la Masonería deberían pensar que la condena fue por motivos económicos y no por ninguna otra causa. Como vimos en la anterior entrega, la "obsesión" del obispo es que Berénger enseñara su contabilidad. Obviamente, si hubiera tenido la menor sospecha de que el párroco de Rénnes estaba relacionado con la Masonería la situación hubiera sido distinta porque desde 1738 (y hasta 1983) los católicos que entraran en o favorecieran a esta sociedad secreta incurrían en excomunión ipso facto (véase el artículo Francmasonería en La Enciclopedia Católica).
Por último, esta condena debería poner en duda la auténtica cuantía de la fortuna acumulada por el padre Berénger. Entre 1897 y 1915 (con la falta de varios meses) ingresa 213.653,76 Fr. En el periodo 1897-1910 (año en el que Sauniére deja de contabilizar sus gastos) gasta 148.135,51 Fr. Esto deja un superávit teórico de 65.518,25 Fr. (y decimos teórico porque hay cinco años de gastos no computados, con lo que el superávit real tuvo que ser mucho menor). Si observamos el saldo acumulado, el último importe (marzo de 1910) es de 7.063,95 Fr. a lo que habría que sumar 15.000 Fr. depositados en una caja de ahorros (en marzo de 1901 retira de su contabilidad 20.000 Fr. aunque después retorna 5.000 Fr. de esos 20.000) y eso en unos años en los que estaba en pleno auge de su actividad de vendedor de misas a gran escala. Es fácil comprender porqué murió en la miseria cuando le falló su principal fuente de ingresos.
De los ingresos ya hemos hablado, hora es ya de dedicar unas palabras a las gastos. Dejando aparte los gastos habituales y otros que demuestran que al párroco le gustaba la buena vida (gastos elevados en comida y en bebida -vino y ron-) la parte del león se la lleva su actividad constructora.
En 1888-1897 restauración de la iglesia.
En 1891 instalación del monumento a la Virgen de Lourdes.
También en 1891, cercado del terreno comunal (ya hablamos de ello en la anterior entrega de esta serie) y edificación de una casita en él para que le sirviera de biblioteca y despacho.
En 1897 reparación del muro del cementerio que estaba derrumbado.
También en 1897, reparación del edificio del presbiterio en el que vívía junto con Marie Denarnaud.
En 1900 adquiere los terrenos para sus grandes (y horrorosas) edificaciones posteriores.
En 1901, concluye la construcción de Villa Betania (se ruega no vomitar al ver tan "elegante" palacete. Su teclado se lo agradecerá). Supuestamente iba a ser su residencia, pero nunca llegó a habitar en ella (la verdad, no me extraña).
En 1902-1907 ajardina los terrenos adyacentes lo que le obliga a transportar toneladas de tierra para igualar un suelo muy rocoso y levanta Torre Magdala en la que ubica su despacho y biblioteca, abandonando la casita que construyó anteriormente con ese fin.
Como los edificios (por feos de solemnidad que sean) hay que construirlos, no sorprende que los grandes gastos en su contabilidad correspondan a partidas como piedra, madera, cemento... Si observamos los años de construcción, tendremos una nueva prueba de que no existió el súbito enriquecimiento que algunos atribuyen al párroco de Rénnes. Las grandes edificaciones se van haciendo de forma sucesiva, restauración de la iglesia (1882-1897), restauración del presbiterio (1897), Villa Betania (1900-1901), jardines y Torre Magdala (1902-1907). Es más, si vamos observando distintas partidas podremos comprobar que el padre Berénger era un pésimo pagador. Por ejemplo, en 1895 adquiere artículos de ferretería por valor de 937,38 Fr. Esta cantidad debía ser abonada ¡en cinco años! a partir de 06/09/1896. En 1897 adquiere seis cepillos (para limosna) y una verja. La factura no será saldada hasta 08/08/1903. En 1908 adquiere cuatro librerías para Torre Magdala por importe de 10.000 Fr. Esta factura, directamente, no será nunca terminada de pagar.
Evidentemente, el caso de Berénger Saunière no es el del hombre que partiendo de la nada llega a acumular una inmensa fortuna. Por el contrario, parece la personificación del chiste marxista (de Groucho, no de Carlos) "Partiendo de la nada, hemos llegado a escalar las más altas cimas de la miseria."
Con esto concluímos (por fin, inmensa ovación) el repaso a las cuentas del padre Sauniére. Por desgracia, quedan muchos temas que tratar, así que, como una amenaza bíblica, decimos:
-Continuará-
0 comentarios