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Escritos desde el páramo

Concesión del premio Favila el Osado

No, hay costumbres que no pienso abandonar. Una de ellas va a ser la concesión periódica de nuestro excelso y nunca bien ponderado galardón (reitero, galardón, no sea que alguien vaya a leer Gallardón y me aparezca por aquí la plana mayor del PP en plan Júpiter Tonante después de la ingesta de unos platos de fabada asturiana).

En verdad sería una lástima que los denodados esfuerzos de tantos y tantos medios de comunicación, personajes de distinta ralea... por hacer mofa, befa y escarnio de la Historia no fuera reconocida en forma alguna. Volvemos pues a las andadas y nos encontramos nuevamente con una extraordinaria abundancia de candidatos. Siempre es difícil la selección. ¿Por qué Fulanito y no la 2 de TVE y su (in)documental sobre el Temple? ¿Por qué Menganito y no Carlos Herrera y su invitación a Íker Jiménez para que perorase sobre las Caras de Bélmez? ¿Por qué no a PP Mari Aznar y su demencial conferencia en los Estados Arrejuntaditos de América? ¿Quién conoce las respuestas a esos interrogante? Pues yo, claro. Sencillamente, porque no me da la republicana gana.

No es que crea que todos ellos no lo merecen (y me juego algo a que todos ellos acabarán apareciendo por este premio más pronto o más tarde) pero en esta ocasión considero que hay alguien que los ha superado, a saber, D. Abdel Kader. ¿Quién es este buen Sr.? Pues el que solicitó que se eliminaran del escudo de Aragón las supuestas cuatro cabezas cortadas de moros porque no suponían un buen ejemplo de convivencia y tolerancia.

Debo confesar que hay cosas que me revientan. Una de ellas es el intento de reescribir la Historia de forma que resulte políticamente correcta. La conquista de la España visigoda por los árabes y la posterior reconquista de los reinos cristianos no se hizo mediante un concurso de bailes de salón sino en el campo de batalla y allí se cortaron cabezas de unos y otros. El pretender borrar o inventarse una historia alternativa es una inmensa chorrada como calificó justamente esta pretensión el Sr. Labordeta.

No obstante, hay cosas que me fastidian aún más y una de ellas es la ignorancia y el tragarse las batallitas del abuelo Cebolleta como si fueran palabra de Dios o Alá. La disciplina que estudia los escudos nobiliarios es la pobre Heráldica que nunca ha sido tan maltratada como en estos días por unos y por otros porque, en origen, ni eran cabezas cortadas de moros ni leches en vinagre. La curiosa y fantasiosa explicación de ese símbolo como recuerdo de la reconquista de Huesca es de finales del S XV y completamente falsa. Dado que la imagen aparece por primera vez (que se sepa) en un sello de plomo unos doscientos años antes podemos ver que en origen las cabezas fueran posiblemente de negros dado sus labios gruesos y su pelo rizado. ¿Negros? ¿Y qué pintaban los negros en Huesca? Pues nada, pero para nuestros antepasados que eran más racistas que el KKK el demonio aparece representado con mucha frecuencia como tal. Cabezas de demonios, una cruz... Ummm. ¿Por qué me parecerá que esto nada tiene que ver con la Reconquista y sí con el(supuesto) poder de la Iglesia para vencer al mal? Por cierto, en Heráldica las cabezas cortadas se representan goteando sangre lo que no es el caso del escudo aragonés. En fin, magnífica ocasión de haberse estado en silencio o para dedicarse a actividades que, realmente, supongan una mayor tolerancia entre diversas religiones. Por ejemplo, me gustaría sugerir al Sr. Kader que solicite al gobierno de Arabia Saudí que permita que, al igual que en España los musulmanes pueden construir mezquitas, allí los cristianos puedan edificar iglesias, o, sencillamente, que los aviones suizos no tengan que aterrizar en Riad de noche para que no se vea la cruz de su bandera. Es que ya está bien de que la tolerancia sólo se les exija a unos mientros otros pueden hacer de su capa un sayo (o un turbante).

En fin, por todo ello disponemos que el nombre de D. Abdel Kader figure inscrito (en caracteres árabes, por supuesto) en la peana de nuestro rijoso galardón. Cúmplase etc. etc.

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