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Escritos desde el páramo

2122 North Clark St.

 

 

 

Chicago, 14 de febrero, festividad de san Valentín, de 1929. No hay que decir nada más para que sepan de qué va a ir esta historia. Lo han visto en películas, han leído libros... es un hecho famosísimo del que, en realidad, no sabemos prácticamente nada porque los muertos no hablan nunca y los asesinos no suelen hacerlo. La única certeza son los siete cadáveres que quedaron abandonados en el 2122 de la calle North Clark. Seis de ellos, Johnny May, Frank Gusenberg, Pete Gusenberg, James Clark, Adam Heyer y Al Weinshank pertenecían a la banda de Bugs Moran enfrentada a la "familia" de Al Capone por el control de los negocios del contrabando de alcohol y de la prostitución en Chicago. El séptimo hombre era un oculista, Reinhardt Schwimmer que estaba en el lugar erróneo en el momento equivocado. No, no piensen que iba por la calle y se encontró... porque Mr. Schwimmer no sólo sabía que el garaje del 2122 de North Clark era una cueva de maleantes sino que estaba allí precisamente por eso. Sencillamente, estaba fascinado por los gángsteres y pasaba con ellos todo el tiempo que podía. Ignoro qué representaba Schwimmer para los delincuentes, si éstos lo aceptaron como un igual, si se reían de él como de un bufón, si lo toleraban por lo que pudieran obtener de él... pero sí está claro que el oculista estaba hechizado por el "lado oscuro". Esto todavía podía resultar comprensible en una época en la que la prensa de Chicago presentaba a Capone como un cruzado contra una ley absurda, la ley Volstead, pero hoy en día resulta ridículo por mucho que Mario Puzo y Francis Ford Coppola dieran en El Padrino una versión del problema tan "real" como la de Bugsy Malone. Afortunadamente, Martin Scorsese puso los puntos sobre las íes en Uno de los nuestros y en Casino, ambas sobre novelas de Nicholas Pileggi.

Sin embargo, todos estos referentes literarios y cinematográficos se refieren sólo a la versión italo-americana del problema. La delincuencia organizada en la propia Italia es algo mucho más desconocido en nuestro país. Por supuesto nombres como Cosa nostra (delincuencia organizada de Sicilia) o Camorra (delincuencia organizada de la Campania) nos "suenan". Mucho menos conocidas son la ´Ndrangheta (delincuencia organizada de Calabria), la Sacra corona unita (delincuencia organizada de Apulia) e I Basilischi (delincuencia organizada de Basilicata) pero entre las cinco organizaciones criminales han conseguido convertir el sur de Italia en algo incomprensible para los que respetamos las leyes.

Para denunciar esa situación se escribieron las dos obras de las que vamos a hablar.

Antes de nada, una advertencia. Vamos a mencionar actos que pueden herir su sensibilidad o, mejor dicho, que la herirán sin duda alguna. Si el leer hasta qué punto el ser humano puede caer en la inhumanidad absoluta puede lastimarle, no siga con esta historia.

Comencemos por Cosa Nostra de John Dickie (Traducción de Francisco Ramos. Ed. Círculo de Lectores por cesión de Random House Mondadori, S. A. Barcelona, 2006) John Dickie inicia su historia del crimen organizado siciliano con dos referencias que, al parecer, no guardan ninguna referencia entre sí. La primera es el estreno de Cavalleria Rusticana, la célebre ópera de Pietro Mascagni, en el Teatro Costanzi de Roma el 17 de mayo de 1890. La segunda sucedió el 23 de mayo de 1992 cerca de la localidad siciliana de Capaci cuando Giovanni Brusca Lo Scannacristiani accionó el detonador que provocó la explosión de casi cuatrocientos kilos de explosivos. El objetivo, muchos de Vds. lo recuerdan sin duda, era el juez Giovanni Falcone que murió junto a su esposa y a tres miembros de su escolta.

Dickie explica que ha querido contraponer el ideal del supuesto "hombre de honor" con la realidad sórdida y brutal. El "repaso" que da a la carrera de Brusca es terrorífico. Según propia confesión, Lo Scannacristiani (El Matacristianos) asesinó a muchas más de cien pero menos de doscientas personas, siempre a las órdenes de Totò Riina. Entre ellas figuran el "capo" de la "familia" Alcamo por poner en duda la autoridad de Riina. Unos días después, Brusca estranguló a la compañera sentimental del "capo" que estaba embarazada. Sin embargo, tal vez la mayor muestra de la iniquidad a la que podía llegar la dio cuando su amigo Santino Di Mateo rompió la Omertà (el código de silencio) y se convirtió en "pentito" (arrepentido). Lo Scannacristiani secuestró a su hijo Giuseppe Di Mateo con el que había jugado en varias ocasiones, lo mantuvo oculto durante veintiséis meses y cuando tuvo catorce años, ordenó estrangularlo (según su confesión, según el testimonio de otro "arrepentido" lo hizo él en persona) y que se disolviera su cuerpo en ácido. Cuando este "hombre de honor" fue detenido cerca de Agrigento, el armario de su casa estaba lleno de trajes de Armani y Versace, guardaba quince mil dólares en efectivo y poseía costosas joyas como varios relojes Cartier. Al darse cuenta de que le esperaba la cadena perpetua, rompió la Omertà. Brusca se convirtió en "pentito".

Esta historia no es sólo un testimonio de la brutalidad a la que pueden llegar los miembros de Cosa Nostra, es también una prueba de que lo que entienden por "honor" no tiene nada que ver con lo que el resto de la gente entendemos por tal. Asesinar a una mujer embarazada o a un niño hijo de un amigo nos parece un crimen particularmente deshonroso. Por contra, para los miembros de la Honorable Sociedad, Lo Scannacristiani había demostrado su honor por obedecer ciegamente las órdenes de su jefe, Totò Riina y, por tanto, fue recompensado generosamente. Por contra, cuando decidió colaborar con la policía que es algo que nosotros entendemos como un comportamiento positivo por muy dudosas que sean las razones que le impulsaron a ello, para Cosa Nostra se convirtió en un apestado.

Una vez que Dickie destroza de esta forma cualquier estereotipo positivo que pudiera haber creado el cine y la televisión (se muestra particularmente duro con la visión que han dado estos medios de la delincuencia organizada ya que no sólo es falsa sino que, además, está idealizada y a los delincuentes "...como a todos los demás, les gusta ver la tele e ir al cine para contemplar esa versión idealizada de sus propios dramas cotidianos representada en la pantalla. " -Pág. 33-) comienza con la historia de la Cosa Nostra.

Lejos de sus orígenes míticos, Cosa Nostra es una organización reciente. Su origen está en la incorporación de Sicilia a Italia después de la campaña de Garibaldi y sus Camisas Rojas en 1860. En el clima de desorden posterior, apareció esta forma de delincuencia organizada no en el interior pobre sino en los ricos naranjales y limonares cercanos a Palermo. Éste fue el escenario del primer gran caso en el que apareció lo que hoy llamamos Cosa Nostra, el asunto Galati. En 1872 el cirujano Gaspare Galati se hizo cargo en nombre de sus hijas y su tía de la granja Riella, cuatro hectáreas de limoneros y mandarinos a tiro de piedra de Palermo. Nada más hacerse cargo de la plantación, comenzó a tener problemas con el vigilante de la finca, un tal Carollo al que el anterior propietario (cuñado del doctor Galati) acusó antes de su muerte de querer arruinar la granja para quedarse con ella por cuatro perras. Para librarse del problema, el doctor Galati decidió arrendar la propiedad, pero el vigilante ahuyentó a todos los que se interesaron por el negocio. Galati terminó por despedir a Carollo. Comenzó entonces a recibir visitas de personas que le eran desconocidas que insistieron en que readmitiera al empleado infiel, pero el cirujano contrató un sustituto y se mantuvo firme en su decisión.

En 1874 el nuevo vigilante de la finca Riella fue asesinado. La familia Galati acudió a la policía para manifestar sus sospechas de que Carollo estaba implicado en el crimen pero para su sorpresa los agentes no quisieron darse por enterados. El doctor contrató a un nuevo empleado y comenzó a recibir cartas de amenaza por haber despedido a Carollo. Acude con los anónimos a la policía y su comportamiento termina por convercerle de que estaban conchabados con Carollo. Acude al juez de instrucción que inicia una investigación que concluye con el cese del jefe de policía, pero Galati recibe nuevas cartas amenazadoras que le den una semana de plazo para despedir al nuevo vigilante y contratar en su lugar a un "hombre de honor". Nada más cumplirse el plazo, el nuevo vigilante recibe tres disparos, pero sobrevive y acusa a Carollo y a dos antiguos empleados de la granja de ser los agresores, pero antes del juicio cambia su declaración. El doctor Galati y toda su familia huyeron de Sicilia de forma apresurada. En 1875 envió un memorándum al ministro de Interior relatando estos hechos y sus propias investigaciones que apuntaban a la persona de Antonino Giammona como jefe de una banda de delincuencia organizada que intentaba hacerse con el control de las plantaciones de cítricos cercanas a Palermo. La investigación de la policía de Palermo confirmó estos herchos, pero no pudo conseguir pruebas para procesar a Antonino Giammona. la figura de éste nos permite retroceder un poco más en el tiempo.

En 1864 Nicolò Turrisi Colonna, barón de Buonvicino, escribió Pubblica Sicurezza in Sicilia nel 1864 (Seguridad pública en Sicilia en 1864) en la que denunciaba la existencia de una secta de ladrones (así los denomina) extendida por toda Sicilia y que permanecía impune mediante la intimidación a los testigos que osaran denunciarlos y por la ley de la humildad (en siciliano umirtà) que condenaba a muerte a cualquiera de los miembros de la secta que hablase con la policía. Turrisi Colonna tenía muy buenos motivos para conocer a esa secta porque él mismo había sufrido un intento de asesinato en 1863 y porque él era uno de sus miembros más importantes. El barón Turrisi Colonna, jefe de la Guardia Nacional de Palermo en 1860, parlamentario italiano, denunciador de la secta de ladrones en 1864 y, poteriormente dos veces alcalde de Palermo, era el protector de Antonino Giammona. En 1860 lo había nombrado capitán de la Guardia Nacional, Cuando Giammona fue investigado por el asunto Galati fueron sus abogados los que lo defendieron y fue una de las personas que lo apoyaron públicamente. En el informe de la policía de Palermo se señala que la recepción y juramento de sangre de los nuevos miembros tenía lugar en una finca que era propiedad del barón Turrisi Colonna. En estos orígenes está contenido el germen de lo que después sería Cosa Nostra. Impunidad para sus afiliados mediante un doble mecanismo, el amendrentamiento de los testigos y la complicidad del poder político; enriquecimiento logrado tanto por la participación en negocios ilegales como por la compra de negocios legales adquiridos en unas condiciones muy ventajosas logradas por la intimidación.

Por supuesto, eso fue sólo el principio. En su historia de Cosa Nostra Dickie llega hasta el presente, en su edición española hasta la captura del casi mítico capo di tutti li cappi, Bernardo Provenzano U tratturi (El tractor) el 11 de abril de 2006. Dickie intenta siempre distanciarse de los hechos que está narrando para mantener una apariencia de objetividad imposible en este caso. Sencillamente, ante una asociación de delincuentes no hay objetividad posible, sólo cabe el rechazo. Sin embargo, Dickie procura realizar una historia de Cosa Nostra como podría hacerla del Fascismo en Italia, seleccionando las fuentes, sometiéndolas a crítica e intentando construir una narración sólida en la que, sin embargo, hay puntos oscuros y lagunas, algo lógico si consideramos que está realizando la historia de una organización que siempre se ha basado en el secreto.

Completamente distinto es el segundo texto que trata sobre la otra gran organización criminal, la Camorra extendida por toda la Campania con especial incidencia en Nápoles. Se trata de Gomorra: un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la Camorra de Roberto Saviano (Ed. Debate. Madrid, 2007). Gomorra es, por encima de cualquier otra consideración, el testimonio de un testigo. No, el Sr. Saviano no es un "pentito". No ha sido nunca miembro de la Camorra. Es un joven escritor napolitano que habla de lo que ha visto, del contrabando en el puerto de Nápoles, de las falsificaciones made in China, de los pequeños talleres de la Campania en las que obreros en régimen de cuasi esclavitud realizan los modelos exclusivos de las grandes marcas de moda italiana (la historia del traje de Angelina Jolie en la entrega de los Óscar es tan bella como desoladora), la guerra entre el clan Di Lauro y los "Españoles" (clanes que tenían -y presumiblemente tienen- grandes intereses inmobiliarios y turísticos en España) con su sucesión de asesinatos cada vez más absurdos y brutales... En Nápoles y su comarca prácticamente todo está relacionado con la Camorra. El Sr. Saviano lo ha visto, se ha atrevido a contarlo... y está condenado a muerte por el clan dei Casalesi a cuyo jefe Franchesco Schiavone Sandokán no le hizo ninguna gracia lo que de él se decía en esta ¿novela?

Vida y muerte, riqueza y pobreza, risa y llanto... conviven en este texto inclasificable, barroco como la propia Nápoles, bellísimo en ocasiones y siempre desolador. Lo que en la obra de Dickie era intento de objetividad y reconstrucción histórica, en la de Saviano es denuncia desgarrada y no sólo por la abulia moral de sus conciudadanos que fingen que el Sistema no existe sino también por las grandes empresas del norte como esa famosísima industria láctea que nombró su representante para la Campania a un camorrista con lo que aseguró una elevadísima cuota de mercado o como esas empresas de la moda que compran por precios ridículos las prendas confeccionadas en talleres clandestinos sin importarles un bledo las condiciones de trabajo por no hablar de los políticos de Roma y su habitual doble juego de criticar las organizaciones delictivas con las que pactan cuando les conviene.

Dos obras, pues, que se complementan perfectamente y que nos permiten conocer ese submundo criminal, ese abismo que fascinó a personas como Reinhardt Schwimmer y que hoy sólo puede ser objeto de repulsa y de persecución policial hasta su extinción definitiva.

 

 

 

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