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Escritos desde el páramo

Blanco y negro

 

Hay días en los que me gustaría tener la voz prodigiosa del difunto Fernando Fernán Gómez para gritar ¡A la mierda! como un Júpiter tonante. Hoy es uno de esos días en los que recuerdo al general Cambronne (¿o fue el general Michel?) contestando en Waterloo a la propuesta de rendición inglesa con un sonoro "Merde!" (supongo que no necesitan traducción ¿verdad?) aunque según Hugo (Víctor para los amigos) lo que respondió fue "La Guardia muere, pero no se rinde". Con todos mis respetos al autor de "Los miserables" (título que, pese a que pudiera parecerlo, no se inspira en la clase política actual por la sencilla razón de que fue publicado en 1862) cuando un general cree estar a las puertas de la muerte (y está ante una derrota histórica) lo de ponerse a costruir frases hermosas no parece demasiado creíble. Hay que ser tan cursi como Rutger Hauer para pensar lo contrario (alusión cinéfila que espero pase desapercibida porque si no me va a caer la enésima lapidación virtual. Lo siento, el monólogo final de su personaje en Blade Runner me parece la gilipollez más grande jamás contada).

Hoy es uno de esos días en los que me gustaría mandarlo todo a la mierda y si no lo hago es para no ofender a la mierda. Ya, ya sé que España es un país en la que el mérito sólo se reconoce después de muerto (y eso si hay suerte). Que somos así de imbéciles, envisiosos... lo tengo asumido pero me indigna cuando en una semana puedo contraponer el ninguneo a una gran persona con los ditirambos a un personaje siniestro.

El pasado día 21 de junio falleció Julio Valdeón Baruque. Pese a ser uno de los grandes medievalistas españoles, su muerte ha pasado casi desapercibida. Permítanme decir algunas cosas sobre él. Fue un magnífico historiador como se ha reconocido unánimemente (catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Valladolid, miembro de la Academia de la Historia, Premio Nacional de Historia en el año 2004...) y como podemos atestiguar todos los que tuvimos el placer de recibir su magisterio, pero quedarse ahí sería pecar de reduccionismo. Entre las cosas que no dice la Wiki en su semblanza biográfica está el hecho de que su padre, el maestro socialista Julio Valdeón Díaz, fue fusilado poco después de nacer él. Aquella tragedia familiar dentro de la gran tragedia, el horror inmediato dentro del horror general, lo narró así su nieto, Julio Valdeón Blanco. Lo que fue su infancia dentro del mundo absurdo de la postguerra española, huérfano y con el estigma añadido de hijo de "rojos" no quiero, no puedo imaginarlo. Tal vez por su historia familiar se presentó a las primeras elecciones democráticas en las listas (para el Senado) del Partido Comunista de España (aunque figuraba como independiente). Aunque no fue elegido, su figura sí tuvo una inmensa importancia política en el nacimiento de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Cuando por aquí lo de autonomía sonaba a chino y, además, no le importaba a casi nadie (léase que, en realidad, todos estábamos deseosos de ver realizarse las aspiraciones autonomistas de Castilla que dormían desde la época de los Comuneros... y el resto del discurso oficial que se pueden imaginar) él fue de los fundadores y presidente de Ámbito Ediciones, una editorial que si no son castellanos y leoneses posiblemente no les dirá nada, pero que fue fundamental para que mi generación aprendiera lo que habíamos sido y decidiéramos lo que teníamos que ser.

Con el profesor Valdeón Baruque se nos ha ido un gran historiador, un gran castellano, una gran persona. No se me ocurre mejor epitafio.

Hoy (o ayer) se ha muerto otra persona (bueno, se habrán muerto muchas, pero ya entienden lo que quiero decir). Pese a que la noticia llene primeras páginas de periódicos y abra informativos, soy lo bastante maldeducado (o no soy lo bastante hipócrita, según si prefieren la versión positiva o la negativa) como para tener que cambiar mi opinión sobre él cuando estaba vivo. Si entonces se me antojaba una persona repugnante su muerte lo único que ha cambiado es que en vez de una persona es un cadáver.

¿Escandalizados? Pues me permito recordarles aquella poesía en forma de pseudoepitafio que comienza:

Aquí yace micer de la Florida y en la que figuran unos versos que, no sé porqué, me vienen hoy a la cabeza: ...fue enemigo de Herodes y sus gentes/ no porque degolló a los inocentes/ mas porque siendo niños y tan bellos/ mandólos degollar y no jodellos." como prueba de que no soy la única persona para la que la muerte no supone una mejora en la catadura moral del personaje. Y sí, ya sé que con D. Francisco las únicas características que comparto son la miopía, la perilla y la mala hostia, pero menos es nada (y comía nieve).

 

 

 

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