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Escritos desde el páramo

Inauguramos una nueva sección (V)

Viene de aquí

Una vez aclarados estos puntos, podemos volver a la crítica de la obra "La sábana santa ¡vaya timo!" de la que es autor el Sr. D. Félix Ares. Con el capítulo V titulado "Investigaciones (más o menos científicas)" el autor comienza lo que podríamos llamar la parte científica de la obra, abandonando (aparentemente) la parte histórica. No obstante, ya veremos que no es así.

El autor inicia el capítulo con las investigaciones científicas que tuvieron lugar sobre el Sudario en 1969, 1973 y 1978 a las que habría que añadir la prueba de C-14 en 1988. No obstante, prescinde en este capítulo (lo incluye en el VII) de las investigaciones científicas realizadas por personas que no tuvieron acceso a la Sindone. Vignon, Colson, Delage o Barbet tendrán que esperar su entrada en escena (en los casos de Colson y Delage indefinidamente porque ni siquiera son mencionados en esta obra) pese a ser los precursores de la investigación científica sobre este objeto (si dichas investigaciones fueron ejemplos de buena o mala ciencia lo veremos en su momento). Personalmente hubiera preferido que se hubiera seguido el orden cronológico, pero como el Sr. Ares evidentemente opina lo contrario continuaremos con la secuencia de acontecimiento que él establece.

"Por otra, muchos científicos, honrados y competentes en sus áreas de trabajo, se vuelven medio tontos (cursiva en el original) cuando se toca un tema que ellos consideran incuestionable: que el lienzo de Turín es la auténtica mortaja de Jesucristo. En ese caso se olvidan de su objetividad científica y buscan cualquier cosa que permita reafirmar su fe." (Págs. 41-42)

Reconozco que ese párrafo resulta impresionante y que, incluso, puede ser cierto en algunos casos, pero no es completamente veraz porque oculta que, por ejemplo, Delage (que estaba convencido de que la Sábana Santa era el verdadero Sudario de Jesús) no era creyente así que mal podía estar actuando para reafirmar una fe que no tenía. Claro que si ése es el problema, nos olvidamos de Delage como si nunca hubiera existido o como si hubiera sido abducido por una nave extraterrestre y asunto concluido.

"No todos los científicos participantes eran de este tipo. Algunos eran capaces de mantener su objetividad aunque los datos contradijeran sus creencias. Hay que felicitarles, pues mantener la objetividad en contra de las creencias es digno de sabios." (Pág. 42)

Lo cual queda, nuevamente, muy bonito. Hay frases que están pidiendo a gritos una placa de mármol de Carrara que las inmortalice pero eso no quiere decir que sean veraces. El Sr. Ares tiene muy claro quiénes son los científicos que eran capaces de contradecir sus creencias y, por tanto, de mostrarse objetivos:

"Los científicos que afirmaron que la sábana era una falsificación medieval sabían que iban a ser atacados. No obstante, para ellos fue más importante la fidelidad a los datos que las presiones." (Pág. 42)

Llegados a este punto, uno está tentado de pedir a gritos una guitarra y exigir al público que jalee su intervención con unos cuantos "¡Olés!". Si no lo hago es:

a) Porque me horripila el flamenco que, en mi opinión, tendría que estar prohibido por la convención de Ginebra.

b) Porque sé que las tonterías acerca de la Sábana Santa no fueron dichas sólo por los científicos creyentes en su autenticidad.

Tan bucólico panorama acerca de científicos "medio tontos" que se dejan llevar por sus creencias religiosas y abnegados científicos que tienen un comportamiento "digno de sabios" por no dejarse influir por ellas es falso. Lo siento mucho, pero es así.

Como me imagino que alguno de Vds. estará "con la mosca detrás de la oreja" y pensando si me he pasado al "lado oscuro" (o algo así), permítanme explicarme. No es sostenible (al menos para mí) que todos los científicos que afirman la autenticidad de la Sábana Santa lo hagan movidos por sus creencias religiosas cuando alguno de ellos ni siquiera era creyente. ¿Cómo es eso posible? Porque han llegado a confundirse dos cuestiones absolutamente distintas, la autenticidad del Sudario por una parte y, por otra, que éste sea una prueba de la resurrección de Jesús. Que la Sábana Santa fuera auténtica no significaría más que ese trozo de tela envolvió el cadáver de un hombre crucificado al que conocemos como Jesús. Esto sería una cuestión meramente histórica, no religiosa y, por tanto, científicos como Delage pudieron creer en la autenticidad de la Sindone sin dejar por ello de ser agnósticos.

Por otra parte, cualquiera que haya tenido la curiosidad de leer trabajos sobre el Sudario sabe que tanto partidarios como detractores de su autenticidad han llegado a decir auténticas tonterías al respecto. Dado que el Sr. Ares no incide más que en aquéllas que proceden de los partidarios de su autenticidad (recuérdese que eso no significa más que esta tela envolvió el cuerpo de Jesús sin pronunciarse para nada sobre su supuesta naturaleza divina) al final de las entradas relacionadas con la crítica a su libro veremos algunos ejemplos de afirmaciones disparatadas realizadas por los detractores de su autenticidad.

Aunque el Sr. Ares se olvide siquiera de mencionar a autores como Christopher Knight & Robert Lomas (para los que la Sindone envolvió el cuerpo vivo y torturado de Jacques de Molay) o Lynn Picket & Clive Prince (para los que el Sudario es una fotografía de Leonardo da Vinci) si que cita un maravilloso ejemplo de "parida" científica (aunque en este caso, habría que hablar de "parida" histórica). Veámoslo:

"es el trabajo de un gran artista de finales del siglo XV o principios del XVI, que utilizaba la técnica de sombreado de Leonardo." (Pág. 54)

Esa "perla" referida a la Sábana Santa se debe a la Dra. Noemi Gabrielli que formó parte de la comisión de 1973 y que, evidentemente, consideraba que no era auténtica (en lo que estamos de acuerdo). No obstante no sólo tiene importancia el qué se afirma sino también el porqué se afirma y en este punto es donde reside el problema.

Ya vimos la historia (tanto real como supuesta) del Sudario hasta las bulas papales del 6 de enero de 1390. Si hasta ese momento la documentación acerca de ese objeto es contradictoria, incompleta... ahora cambian las cosas. Desde 1390 a 1418 la Sindone se conservó en la colegiata de Lirey. El 6 de julio de 1418 fue entregada a Humbert, conde de la Roche, (segundo esposo de Marguerite de Charny, la hija de Geoffroi II de Charny) para ponerla a salvo de los peligros de la guerra entre Francia e Inglaterra.

En 1439 falleció Humbert de la Roche y en 1443, dado que la guerra con Inglaterra había tomado un cariz favorable a Francia, los canónigos solicitaron a su viuda la devolución de la Sábana Santa. Marguerite se negó alegando que era una propiedad de su familia desde los tiempos de su abuelo, Geoffroi I de Charny. Para evitar los gastos de un proceso judicial, el capítulo de Lirey aceptó que la guardase durante tres años más a cambio de una contraprestación económica por las limosnas que la iglesia dejaba de percibir por no ostentar ya la "reliquia".

En 1446 al cumplirse el plazo sin que Marguerite procediera a su devolución, el caso llegó al tribunal de Besançon. Allí Marguerite se comprometió a su devolución en 1449 a cambio de nuevas compensaciones económicas.

En 1449 Marguerite en lugar de devolver la Sábana Santa a la colegiata se la llevó a realizar un "tour" por tierras de lo que hoy es Bélgica. A finales de este año, se produce un nuevo acuerdo entre las partes por el que Marguerite conservaría durante otros tres años la Sindone a cambio ¿como no? de más contraprestaciones económicas. Para no variar, Marguerite incumple también este acuerdo y en 1452 cede su propiedad a la casa de Saboya.

El colegio de Lirey "agarra el cabreo" que pueden Vds. imaginarse y recurren, nuevamente, al tribunal de Besançon que acaba excomulgando a Marguerite de Charny. Como ésta no se dio por enterada, los canónigos de Lirey acaban vendiendo la Sábana Santa por 800 ducados de oro... que Marguerite nunca pagó como tampoco las compensaciones económicas especificadas en todos los acuerdos que hemos visto.

Un nuevo acuerdo en 1458 o 1459 reiterando el contenido del anterior quedó, nuevamente, incumplido por Marguerite que murió excomulgada en 1460.

Las reclamaciones del colegio de Lirey se dirigieron entonces a Luis de Saboya que en 1464 aceptó conceder una renta a la Colegiata para compensar sus pérdidas. Luis de Saboya falleció en 1465 siendo sucedido por su hijo Amadeo IX que falleció en 1472 siendo sucedido por su hijo Filiberto I.

En 1473 los canónigos intentaron cobrar a su madre (a la madre de Filiberto I, aclaro) Yolanda que actuaba como regente por la minoría de edad de su hijo la renta prometida por Luis de Saboya que se les adeudaba desde la muerte de éste. Posiblemente obtuvieron una respuesta satisfactoria porque nunca más reclamaron nada.

Por su parte, los Saboya depositaron el Sudario en la iglesia de los Franciscanos en Chambery donde se encontraba ya en 1453. Amadeo IX y su esposa Yolanda decidieron acelerar las obras de la capilla ducal en Chambery así como solicitar la concesión del rango de colegiata a dicha capilla lo que les fue concedido en 1467 por bula de Pablo II. Posiblemente el Sudario fue trasladado a esta nueva ubicación antes del fallecimiento de Amadeo IX en 1472 (como ya dijimos).

En 1483 figura en el inventario de reliquias de la nueva colegiata de dónde sólo salió para algunas ostensiones como la celebrada en Vercelli el día 27 de marzo (Viernes Santo) de 1494 o la que tuvo lugar en Bourg-en-Bresse en 1503 a solicitud de Felipe el Hermoso.

Hasta 1506 estuvo en el castillo de Billiac para complacer la petición de la condesa madre que se había retirado a ese lugar y que deseaba tenerla cerca de sí. En ese año los habitantes de Chambery consiguen que regrese a su ciudad donde permaneció hasta 1535 cuando Francia invade Italia ocasionando la huida de los Saboya que llevan consigo la "reliquia" que es ostentada en Milán en 1537. Posteriormente se conservó en la fortaleza de Niza hasta la toma de esa ciudad por los franceses en 1543 lo que motivó su traslado primero a Vercelli y posteriormente a diversas localidades, siempre en posesión de los Saboya.

Cuando los Saboya recuperan sus propiedades, la Sindone regresó a la capilla ducal de Chambery en 1560 de dónde salió en 1578 con destino a Turín para facilitar el cumplimiento del voto realizado por Carlos Borromeo que, en agradecimiento por el cese de una epidemia de peste en Milán, prometió venerar la reliquia. Allí se conservó primero en la capilla ducal de San Lorenzo y posteriormente en un capilla (construida ex profeso) en el palacio ducal. El 1 de junio de 1694 fue trasladada a su actual paradero, la Capilla de la Santa Sindone (o Capilla Real) en la catedral turinesa.

Pues bien, si por el Plomo de Lirey conocemos el aspecto que tenía la Sábana Santa cuando era expuesta en esa localidad francesa (y que coincide con el que hoy conocemos) y la historia del Sudario es conocido desde esa fecha ¿cuándo demonios cree la Dra. Gabrielli que se produjo el "cambiazo" sin que nadie se diera cuenta? Si, además, la propiedad de la "reliquia" desde 1452 hasta fechas muy recientes (concretamente hasta 1983 cuando fue donada a la Santa Sede en virtud de una disposición testamentaria de Umberto II de Saboya) ha recaído siempre en la casa de Saboya ¿para qué iba ésta a sustituir la reliquia por una copia? ¿Para engañarse a sí misma?

¿Qué comentarios le merece al autor tamaña "burrada"? Veámoslo:

"De esta frase destacaría el hecho de que la imagen es la obra de un gran artista, pero en cuanto a la datación parece retrasarla demasiado... Parece que la Dra. Gabrielli se alejó un poco en el tiempo: la datación de la pintura 100 o 150 años antes también habría sido perfectamente coherente." (Pág. 54)

En realidad, la datación 100 o 150 años de lo que afirmó la Dra. Gabrielli es la única que hubiera resultado coherente. No es que lo parezca, es que retrasó la fecha de composición en demasía y sin que hubiera ningún motivo válido para ello.

Si la Dra. Gabrielli, pese a la "metedura de pata", no merece para el Sr. Ares una crítica más dura, el dictamen del Dr. Raes se gana lo que, en mi opinión, es un sarcasmo inmerecido:

"Gilbert Raes, uno de los pocos no italianos del grupo, era un experto textil belga, y lo que dice es digno de un escrito diplomático:" (Pág. 51)

y

"Le propongo para redactar tratados de la Unión Europea que satisfagan a todos, ¿o a ninguno?" (Pág. 52)

¿Qué dijo el Dr. Raes para merecer ese, en mi opinión, "cachondeo" innecesario? Lo siguiente:

"El tipo de tejido no es particularmente distintivo y no permite determinar el período en el que se produjo." (Pag. 52)

y

"En base a las observaciones anteriores podemos decir que no poseemos indicaciones precisas que nos permitan afirmar sin sombra de duda que el tejido no data de los tiempos de Cristo. Por otra lado, tampoco es posible confirmar que la tela en cuestión haya sido realmente fabricada en ese período." (Pág. 52)

Es decir, que puesto que el tipo de tejido es común tanto en época de Jesús como posteriormente, no hay nada en él que permita datarlo por simple observación de la tela. Eso no es diplomacia, ganas de nadar y guardar la ropa... es sencillamente una postura honrada. Si no existen pruebas que permitan elegir entre dos teorías opuestas, hay que abstenerse de hacerlo.

Por lo demás, resulta interesante destacar el informe de Eugenia Rizatti y Emilio Mari sobre la presencia (o no) de sangre en el Sudario. Todas las pruebas realizadas dieron resultado negativo (es decir, que no había sangre). Sin embargo, el autor tiene que reconocer:

"Rizatti y Mari indicaron que su método es válido cuando da resultados positivos. Es decir, si dicen que hay sangre es que la hay. Pero no son absolutamente válidos para decir que no la hay. Pudiera ocurrir que con otras comprobaciones de otro tipo resultara que sí hay restos de sangre." (Pág. 48)

No obstante, el Sr. Ares a continuación intenta zanjar cualquier duda que pudiera sugerir en el lector ese párrafo:

"Creo importante señalar aquí que comprobaciones posteriores del STURP y de Walter McCrone, con las mismas técnicas y otras técnicas, tales como bencidina, test de Takayama y Teichman, fenoftaleína y luz ultravioleta con tratamiento de ácido sulfúrico, también dieron resultados negativos." (Pág. 48)

A poco interés que hayan tenido Vds. en seguir la polémica sobre la Sábana Santa supongo que en este punto se estarán haciendo la misma pregunta que me formulé yo: ¿Y dónde está la contestación a los trabajos de Alan Adler y John Heller? No obstante, también es posible que no tengan ni idea de quiénes son esos señores o qué aseguraron. Por si acaso, permítanme enlazar un artículo que contiene un resumen (en inglés) de esta historia. Pues bien, en vano buscarán en este libro referencia alguna a esa cuestión. No existe la menor mención a porqué esos estudios son inválidos. Ni niega los resultados (presencia de componentes que los autores relacionan con la sangre humana), ni ofece razones para afirmar que los métodos empleados no son adecuados, ni ofrece una interpretación alternativa a la de los Sres. Adler y Heller. Sencillamente, nada de esto existe para el autor o bien considera que no merece la pena trasmitírselo a sus lectores. Eso no le impide asegurar:

"La conclusión es bastante clara: en la sábana de Turín no hay restos de sangre." (Pág. 49)

Me parece muy bien que el Sr. Ares posea tal grado de certeza sobre ese punto concreto, pero si hay un estudio que asegura lo contrario, hacer como si éste no existiera o como si, al menos, no mereciera respuesta, no es la mejor forma de convencernos a los demás para que podamos compartir su seguridad.

Por contra, sí informa adecuadamente de la diferente interpretación dada por Walter McCrone y los científicos del STURP a la presencia de dióxido de hierro. (Para el primero es una prueba de que la figura de la Sábana Santa es una pintura realizada con ocre mientras para los segundos procede de la descomposición de la sangre o, tal vez, sea una contaminación procedente de la pintura de las copias que se ponían en contacto con ella). Si están interesados en esta polémica, les enlazo un artículo de Walter McCrone (en español) y un breve comentario de Raymond Rogers en los que defienden sus respectivas posturas.

No obstante, dado que el Sr. Ares es informático y, con mayor precisión, es "profesor titular universitario del área de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la Universidad del País Vasco" según reza la solapa de este libro, lo que me sorprendió más desagradablemente de este capítulo es lo poco que dice sobre las afirmaciones de John Jackson y Eric Jumper. Por si no saben quiénes son estos señores, son los que afirmaron que la imagen del Sudario reflejaba la tridimensionalidad de un cuerpo humano, es decir, que no era una mera pintura.

"Poco después de que la comisión de 1973 entregara sus informes, dos capitanes de la Fuerza Aérea de EEUU, John Jackson y Eric Jumper, realizaron un estudio basado en fotos de la sábana de Turín y llegaron a la conclusión de que tenían información tridimensional. Utilizaron un ordenador y un escáner y asociaron los niveles de gris de la imagen con la distancia al cuerpo y les salió una pequeña correlación. Era 1973, todo lo que viniera de los cerebros electrónicos era pocos menos que magia y la noticia corrió como la pólvora: La NASA demuestra que la sábana santa de Turín es la mortaja de Jesucristo, la NASA demuestra que Jesucristo resucitó... Titulares así aparecieron en todo el mundo. Pero el único papel que representó la NASA en todo el embrollo fue prestar un ordenador y un escáner a Jackson y Jumper." (Pág. 58)

Ni en esta ocasión, ni cuando vuelva a tratar de este tema (ya lo veremos en su momento) el autor da alguna razón que permita desestimar el trabajo de Jackson & Jumper. Parece más preocupado por señalar que la NASA (como tal agencia) no tuvo nada que ver con este asunto que por desmentir las afirmaciones de los miembros de la USAF. Como me imagino que Vds. no compartirán ese punto de vista (supongo que les importa un bledo si la NASA fue responsable o no de esas afirmaciones y lo que les interesa realmente es si son o no ciertas) me permito hacer unas observaciones al respecto:

Ni Jackson ni Jumper tuvieron acceso al Sudario antes de publicar sus resultados. Se basaron en fotografías y, además, éstas eran en blanco y negro (concretamente, las obtenidas por Giuseppe Enrie en 1931) lo que, por sí mismo, ya bastaría para poner en duda los resultados. No obstante, en 1978 Vernon Miller obtuvo fotografías en alta resolución que ofrecen (según los autores) los mismos resultados de información tridimensional. De todas formas, seguimos hablando de experimentos realizadss sobre fotografías.

Aún peor para la validez de esta hipótesis es el sencillo recurso de observar los resultados obtenidos por Jackson & Jumper. Puesto que, recordemos, la teoría que se trata de probar es que el cuerpo que, supuestamente, produjo la imagen era tridimensional debería ser posible su reconstrucción. Jackson & Jumper lo intentaron pero el resultado, antes de "limpiar" la imagen, es cualquier cosa menos bueno. Si están intereados, en un texto titulado "Dictamen sobre la Sábana de Cristo" de Kenneth E. Stevenson y Gary R. Habermas (Traducción de José Luis Carreño Etxeandía. Colección Documento, Ed. Planeta. 3ª Edición, Barcelona, 1988) pueden encontrar (en el cuadernillo de fotografías situado entre las páginas 128-129) un par de ilustraciones que resultan interesantes. La primera es una reconstrucción del "rostro" en 3D. Los autores de este texto parecen no darse cuenta de que eso es cualquier cosa menos el rostro de una persona real (flequillo, barba y cejas sobresalen de la altura de la punta de la nariz al igual que los pómulos, la cabellera no está caída...). La segunda es una estatua de cartón y fibra de vidrio que prepresenta al hombre de la Sindone y que desafía cualquier intento de descripción que yo pueda hacer. Es, en el sentido literal, indescriptible. Mejor obsérvenla y juzguen Vds. mismos.

Tal vez por ello, Jumper & Jackson acabaron "limpiando" la imagen:

"Recurrieron a "un voluntario escogido por su parecido con la imagen del sudario, La persona fue envuelta en una sábana y, mediante procedimientos ópticos delicados, midieron las distancias entre el cuerpo y la tela. Se incorporaron estas medidas a la memoria del analizador encargado de traducir las variaciones de densidad coloreada de la imagen del sudario. El primer resultado obtenido fue el de una imagen humana en tres dimensiones distorsionada en varios lugares. Las instrucciones dadas al ordenador fueron modificadas por tanteo hasta que se obtuvo una imagen exenta de distorsiones inadmisibles"" ("La cruzada de la sábana santa" por Luis Alfonso Gámez. Revista el escéptico nº 1. Zaragoza, junio de 1998. Pág. 66 citando "La autenticidad del sudario de Turín pendiente de un hilo" por Michel Rouzé. Revista Algo nº 386. Barcelona, abril de 1983. Págs. 18-27)

Después de eso, sobra cualquier comentario ulterior sobre el experimento "científico".

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