Y al trigésimo año resucitó
Recientemente, la asociación escéptica española, ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (en adelante, ARP-SAPC), según se publica en el blog bitacorARP, está promoviendo un texto titulado Manifiesto por la cultura veraz. Ante el temor de que personas que no estén informadas sobre el pensamiento crítico puedan considerar que las afirmaciones y peticiones contenidas en dicho escrito corresponden a un sentir generalizado entre la comunidad escéptica, me veo obligado a proclamar mi discrepancia con el Manifiesto que subscribe la Junta Directiva de ARP-SAPC.
Las razones que justifican mi postura comienzan por el título Manifiesto por la cultura veraz que resulta cuando menos equívoco porque ¿acaso la veracidad es un valor intrínseco de la cultura? Pensemos, por ejemplo, si El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha debe quedar fuera del ámbito de la cultura por el hecho de que Cervante atribuyera la autoría del texto a un tal Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Si igual suerte debe correr La Vida de Lazarillo de Tormes: y de sus Fortunas y Adversidades por el hecho de que la supuesta autobiografía no sea tal... y con ellas todas la obras que no sean veraces (es decir, que no dicen, usan o profesan siempre la verdad).
El título del Manifiesto es pues equívoco porque parece referirse bien a que sólo puede considerarse cultura aquello que sea veraz o bien a que, aun reconociendo que dentro de la cultura hay aspectos no veraces, éstos no merecen ser defendidos al mismo nivel que los que sí lo son. Lo primero es un disparate como acabamos de ver, lo segundo es inventarse qué entendemos por cultura, es decir, incurrir en la llamada falacia de ningún verdadero escocés...
La lectura del texto del Manifiesto deja a las claras que estamos ante el segundo caso. Se identifica implícitamente la cultura con los conocimientos aportados con las disciplinas dotadas de rigor metodológico:
"...hacia programas pseudocientíficos que no sólo no aportan cultura a la población sino que la proveen de datos manifiestamente erróneos o contrarios a los hechos conocidos, de los que se deducen teorías evidentemente falsas. Estas falsas especulaciones basadas en datos seleccionados y manipulados son una de las fuentes de la incultura."
El problema para aceptar esa aseveración es que de la cultura forman parte las disciplinas científicas y humanísticas dotadas de rigor metodológico pero también otros muchos campos ajenos a ellas. Por ejemplo ¿podemos calificar de inculta a una persona que no conozca en qué consisten las creencias espiritistas, las creencias católicas, musulmanas...? La respuesta es sí en la misma medida que merece ese tratamiento la persona que ignora qué es el darwinismo o qué es la tabla de Mendeleiev. El hecho de que consideremos las afirmaciones religiosas y esotéricas como no demostradas o incluso como contrarias al conocimiento fruto de una disciplina metodológicamente rigurosa, no implica que deban ser obviadas desde un punto de vista cultural puesto que también esas creencias forman parte de nuestro acervo.
El diccionario de la Real Academia Española define cultura (entre otras acepciones) como: "Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico." Sin un conocimiento de las afirmaciones que merecen un juicio crítico éste no puede realizarse. Así pues, la ignorancia sobre esas "teorías evidentemente falsas", sobre esas "falsas especulaciones" no sólo no conduciría a una mayor cultura sino que supondría un aumento de la incultura, de la imposibilidad de desarrollar un juicio crítico porque éste no puede realizarse en modo alguno desde el desconocimiento.
Ello conduce a lo que entiendo como nuevos errores:
"la existencia de este tipo de programas no sólo no incrementa la cultura media sino que la disminuye a través de datos erróneos o de especulaciones absurdas."
Incidir en este tipo de programas como causantes de incultura es tanto como obviar las verdaderas causas de esa incultura tales como el desastre de la educación en España. No es que el auge de los programas pseudocientíficos ocasione la incultura es que la incultura motiva el éxito de este tipo de afirmaciones. Si la educación española consiguiera fomentar la cultura de los jóvenes, es decir, dotarles de un conjunto de conocimientos que les permitiera elaborar sus propios juicios críticos, la realidad sería bien distinta. Desde una educación que fomenta (al no penalizar) el nulo esfuerzo de los alumnos, que no discrimina la adquisición o no de los conocimientos necesarios... el resultado será siempre el mismo, la incultura con independencia de qué programas se televisen o radien.
Junto a esta discrepancia de fondo, encuentro nuevos motivos para distanciarme de este Manifiesto. Por ejemplo, afirma(n) el(los) redactor(es):
"el fin nunca ha justificado los medios." Afirmación que es errónea desde cualquier punto de vista que empleemos para su análisis. Históricamente el fin ha justificado los medios en numerosas ocasiones (por ejemplo, el Juicio de Nuremberg). Además, desde la Ética tiene tan poco sentido asegurar que el fin siempre justifica los medios como su afirmación contraria, que el fin nunca justifica los medios porque no es admisible la generalización, depende de qué medios y de qué fines estemos hablando.
También asegura(n):
"La finalidad de este mundillo de lo misterioso, lo paranormal, la ciencia o la medicina necesita de una población desinformada para obtener de ella lo que pretende: beneficios económicos."
Generalización que, como sucede siempre, acarrea injusticias. Por supuesto que hay personas en este mundillo que están en él por una mera cuestión crematística, pero eso mismo sucede en todos los mundillos que podamos imaginar incluido el de los escépticos. Hacer una afirmación como la antes citada implica negar que existan personas que crean en lo misterioso, lo paranormal... por motivos que nada tienen que ver con el dinero desde el convencimiento personal hasta el deseo de investigar campos que les parecen prometedores. Esa aseveración, además de falsa, supone un insulto injustificado para la buena fe de muchas personas.
Sin embargo, todo ello palidece ante las peticiones que realizan a los medios de comunicación:
"1.La eliminación de programas pseudocientíficos."
Ni puedo ni debo compartir este llamamiento a la autocensura de los medios de comunicación. Una de las razones ya la hemos visto: eso, lejos de suponer un aumento en la cultura general supondría todo lo contrario.
Además, los medios de comunicación televisados tienen la obligación legal de:
"El respeto al pluralismo político, religioso, social, cultural y lingüístico."
y de
"Promover activamente el pluralismo, con pleno respeto a las minorías, mediante el debate democrático, la información objetiva y plural y la libre expresión de opiniones"
Es decir, podemos y debemos solicitar de los medios de comunicación que sean objetivos y plurales. Eso supone que no debe aparecer una única opinión dando a entender a la audiencia que es la única existente sobre estos temas sino que deben reflejar la pluralidad existente. Además, la libre expresión de opiniones protege el que las personas que crean en la realidad de los fenómenos paranormales puedan expresarlo así con independencia de que éstos sean o no reales, de igual forma (no en mayor o menor medida sino en la misma) que también nos defiende a los escépticos para sostener lo contrario.
"3.La eliminación de secciones basadas en la superstición: astrología, cartomancia o cualquier otra superstición."
Valga lo dicho en el apartado anterior. Cada individuo es libre de creer o no en supersticiones y de manifestar públicamente su creencia. La pretensión de cercenar de la programación este tipo de programas equivale a silenciar públicamente su opinión, a dar una visión incompleta de la sociedad y, por ello, al desconocimiento de la realidad. ¿Supone ello una mayor cultura? Más bien todo lo contrario.
"4.El asesoramiento o supervisión en materias relacionadas con el conocimiento por parte de expertos externos e independientes en las correspondientes materias."
Expertos que, suponemos por las peticiones anteriores, estarían capacitados para decidir qué es o no superstición, qué es o no pseudociencia... lo que supondría el nihil obstat para su emisión o bien la condena al ostracismo. Es decir, ni más ni menos que el reestablecimiento de la censura previa... en unos medios que tienen la obligación de:
"Impulsar el conocimiento de los valores constitucionales"
Se me escapa el valor constitucional de la censura dado que tengo presente este párrafo:
"El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa."
Por si no les suena, podrán encontrarlo en un librito titulado Constitución Española de 1978.
A título estrictamente personal abogo no por prohibiciones, comités de expertos... y sí por la defensa de la pluralidad. No aspiro a que las afirmaciones paranormales desaparezcan de los medios de comunicación sino a que éstos reflejen también nuestros propios puntos de vista. Desde la libertad y desde el conocimiento de las afirmaciones de ambas partes, la sociedad podrá juzgar.
Durante años he sostenido que los fantasmas no existen. Estaba equivocado. Treinta años después de que la España de cultura única, que hablaba con la voz del nacional-catolicismo o veía su palabra yugulada, quedara sepultada en el Valle de los Caídos se ha levantado de entre los muertos. Aunque la letra de su canción sea distinta y ahora se quiera disfrazar de cultura veraz, la música es la misma. Ante eso, sólo puedo cantar como en aquella época:
"No,
jo dic no,
diguem no.
Nosaltres no som d’eixe món."
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