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Escritos desde el páramo

Post scriptum: ¿Cómo se hizo?

En diciembre del 2004 el periodista Luis Alfonso Gámez publicó una crítica a los aspectos formales de "Los guardianes del secreto", obra de Lorenzo Fernández Bueno. En los comentarios se planteó la conveniencia de ampliar la crítica a los contenidos de dicho texto, tarea que Luis Alfonso sugirió que realizara el que esto subscribe.
Debo reconocer que, en un principio, tenía tantas ganas de convertirme en el Borjamari de D. Lorenzo como de verificar en carne propia el ripio que asegura:
"El dolor más doloroso,
el dolor más inhumano,
es pillarse los cojones
con la tapa del piano."
La razón para no desear involucrarme en esta tema es que tenía otra referencia de esta obra, una conversación con el periodista y arqueólogo Julio Arrieta en la que éste me dijo que para hacer una crítica de "Los guardianes..." había que escribir otro libro porque las afirmaciones a contestar eran muy numerosas. Esto suponía redactar un "Adversus Fernández", pero este género que, en otro tiempo, fue muy frecuente, hoy ha desaparecido. En estos tiempos menguados que nos ha tocado en (mala) suerte vivir, parece que sólo hay lugar para la gran obra excelsa y ditirámbica, inventora de nuevos lenguajes, escrutadora de los entresijos de la sociedad, reveladora de los arcanos del hombre y del Universo... (es decir, un "peñazo" de impresión, repleto de "pajas mentales" y trufado de corrección política) o, por el contrario, para la obrita que representa el triunfo de la trivial vacuidad de la nadería.
Pasamos de "La mitología de los indios Chachapollas y su influencia en las formas devocionales de Nueva Granada en el S XVII" a "Cómo cortarse las uñas de la mano derecha sin esfuerzo". Entre estos extremos parece que ya no hay sitio para un mero Fulanito asegura esto y yo, por las siguientes razones, no estoy de acuerdo.
Uno puede contar en cualquier televisión y con todo lujo de detalles sus fabulosas hazañas (o sus hazañas fabulosas) de lecho en lecho, sus corridas celebradas en las más afamadas plazas púbicas (sic) del país, cuántas "rayas" de coca o de fanta se metió entre fosa nasal y espalda en el último "sarao" amenizado (o amenazado) por el flamenco-agropop-urbano-con-influencias-célticas de "Los Pochitos", o cómo la última vez que se hizo un análisis de sangre, en vez de un recuento de leucocitos le tuvieron que calcular la graduación alcohólica del plasma. Aserejé, quillo, ozú mi arma, que son cuatro días y dos salen nublados...
Cualquier descerebrado (o descerebrada) puede hacer cualquiera de esas cosas y a nadie se le moverá ni medio pelo. Al contrario, entre sonrisas bovinas algún telespectador pensará "¡Cómo disfruta de la vida! Éste sí que sabe..."
Lo que no podría hacer es decir que estoy en desacuerdo con las afirmaciones del Sr. X a menos que para ello estuviera dispuesto a ponerme en gallumbos encima de la mesa del estudio chillando como un becerro recién capado, mentándole a su Sra. madre y retándole, si tiene gónadas para ello, a salir a la calle a darnos mutuamente la comunión.
Esta sociedad está enferma, enferma de relativismo intelectual, enferma de referentes morales. Es el triunfo del todo vale. Algunos han querido confundir el que no exista la Verdad (perfecta, eterna e inmutable) con el que dé lo mismo ocho que ochenta. Por ello, si Fulanito dice que algo es blanco y yo replico que, en realidad, es negro, me convierto, a ojos de muchos, en un chulo que intenta vulnerar el derecho del otro a la libre expresión de lo que guste manifestar, porque, a fin de cuentas, da lo mismo lo que él asegure (que es su verdad) que lo que diga yo (que es mi verdad). Todo es relativo, así que no puede haber auténtica discrepancia y ésta sólo puede nacer del orgullo intelectual y del deseo de humillar al contrincante.
Bueno, hay una excepción, que esa pugna se convierta en un espectáculo circense con chillidos histéricos, insultos varios, gestos amenazantes... si, además, la discusión llega a las manos, eso significa tres puntos más de cuota de pantalla (si hay sangre, ya es el acabóse). Los viejos y sabios valores del esfuerzo, la constancia, la educación... significan tan poco como la olvidada oratoria. Hoy todo se reduce a quién berrea más alto o a quién insulta con más gracia.
Por otra parte, el crítico tiene cierta consideración social negativa, como si se tratara de un personaje frustrado. Es crítico literario el que no pudo ser novelista, crítico cinematográfico el que no llegó a dirigir una película (o si lo hizo no la vio ni su familia)... eso sin contar la notable desconexión entre el elogio de la crítica y el aplauso del público.
Todo eso es suficiente para que nadie en su sano juicio sienta el menor deseo de ponerse a criticar una obra, pero, personalmente, me importa un carajo. La ventaja de elegir vivir en los páramos es que sabes que vas a estar solo hagas lo que hagas, así que haces lo que crees que debas hacer, caiga quién caiga. Además, ¡qué puñetas!, me picaba la curiosidad. ¿Podía ser un libro tan malo desde el punto de vista formal y de contenido como me aseguraban? Si así era, podía resultar todo un hallazgo, porque no sólo lo bueno triunfa sino que, muchas veces, un producto es tan casposo, tan "freakie" tan cursi... que se hace popular, aunque sólo sea como motivo para el descojono.
La curiosidad mató al gato e hizo que me encontrase con "Los guardianes..." entre las manos pese a que el precio es para desanimar al más entusiasta (género en el que, evidentemente, no me incluyo). Desde el primer momento (enero del 2005) me enganchó la lectura. El texto no era tan malo como me habían dicho, era aun peor. No voy a decir que es la obra más deplorable que haya visto en mi vida porque no sería cierto (escribí cosas similares en mi juventud), pero sí estaba muy cerca de ello.
Durante la primera lectura me limité a reírme. Comencé a carcajearme al leer el resumen de la contraportada y no pude parar hasta la última página. Había leído antologías de disparates cometidos por alumnos durante los exámenes que no llegaban, ni de lejos, a los niveles que alcanzaban D. Lorenzo y sus adláteres.
En una segunda lectura fui tomando notas y eso me convenció de que efectuar una crítica era una tarea "de chinos".
En una tercera lectura comencé a buscar las fuentes directas o indirectas de las afirmaciones del Sr. Fernández Bueno, una tarea en la que la bibliografía no suele ayudar mucho. N, no entiendan esto como una acusación de nada. Sencillamente, uno puede creer que el investigador X (al que sí cita en la bibliografía) es el creador de la tesis Y o bien que la afirmación Z pertenece a una tradición secular. En muchas ocasiones esto no es así y, personalmente, encuentro muy interesante el ver cómo las afirmaciones esotéricas van cambiando con el tiempo (o con los distintos autores) o cómo, incluso, llega a presentarse como un conocimiento tradicional lo que no tiene, en realidad, más de cuarenta años.
Conforme iba localizando las fuentes (y esto daría para una nueva serie de artículos que no pienso escribir... de momento) pude confirmar lo que ya pensé durante la segunda lectura (en la primera me reía demasiado para reflexionar sobre nada) que toda esta historia iniciática, de investigaciones dificultosas y casi heroicas, adornada de continuas referencias a un "secreto" celosamente guardado a lo largo de siglos... es un vulgar refrito de unos pocos textos esotéricos actuales entre los que podemos citar:
"Jesús vivió y murió en Cachemira" Andreas Faber-Kaiser. Ed. A.T.E. Barcelona, 1976.
"El oro de Rennes" Gérard de Sède. Trad. Guillermo Lledó. Ed. Plaza & Janés S.A. Barcelona, 1970.
"El enigma sagrado" Baigent, Leigh y Lincoln. Trad. Jordi Beltrán. Ed. Martínez Roca S.A. Barcelona, 1985.
"El enigma de la catedral de Chartres" Louis Chapentier. Trad. Domingo Pruna. Ed. Plaza & Janés S.A. Barcelona, 1969.
"Los misterios templarios" Louis Charpentier. Trad. Domènec Guimerà. Ed. Apóstrofe S.L. Barcelona, 1995.
"Las vírgenes negras. El gran misterio templario" Ean Begg. Trad. Jordi Fibla. Ed. Martínez Roca S.A. Barcelona, 1987.
"Colón llegó después. Los templarios en América" Jacques de Mahieu. Trad. F. García-Prieto. Ed. Martínez Roca S.A. Barcelona, 1988.
Por lo que sé, las únicas aportaciones originales del Sr. Fernández Bueno (amén de formar un pandemónium con esos elementos) son los apartados correspondientes al obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce y a los "misterios" de Adeje. Las restantes afirmaciones contenidas en esta obra estaban ya publicadas y eran conocidas por cualquier persona mínimamente interesada en el mundillo esotérico.
Es más, incluso había pasado el tiempo suficiente para que alguno de los autores se retractara parcialmente de su trabajo (Gérard de Sède) lo que, por supuesto, no impide que las afirmaciones que él mismo reconoció se basaban en falsedades, estén incluidas en el texto de D. Lorenzo como si nada de todo ello hubiera sucedido.
Así pues, la novedosa obra sobre un secreto secular no tenía nada de novedosa ni el supuesto secreto secular tenía nada de secreto (ya estaba más que pregonado) ni tampoco de secular porque en gran parte nace del "ciclo del Priorato de Sión" en la década de los sesenta del siglo XX. También sabía que la mayoría de las aseveraciones realizadas por D. Lorenzo ya habían sido contestadas. En francés y en inglés es fácil encontrar información desmitificadora sobre Rennes-le-Château, el supuesto tesoro...
Por otra parte, entre los temas que más me interesan está la historia de cátaros y templarios y, por su supuesta relación con ellos, el Grial. Además, entre mis aficiones figuran la literatura e iconografía medieval, la genealogía y la cartografía antigua, las sociedades secretas... (si necesitaban una prueba de que soy más raro que un perro verde, ahí la tienen) así que tenía una base suficiente para darme cuenta de hasta qué punto eran absurdas las afirmaciones reflejadas en "Los guardianes..."
Una búsqueda en Internet y una consulta al Ayuntamiento de Adeje acabaron en cinco minutos con los misterios originales (o eso creo) del Sr. Fernández Bueno. En ese momento podía sostener no que hubiera alguna información errónea en el libro de D. Lorenzo sino que todo él era una monumental equivocación de principio a fin. Sin embargo, no estaba decidido a poner por escrito los argumentos que han podido leer. ¿Por qué? Sencillamente, porque me iba a ocupar muchísimo tiempo (han sido casi cinco meses) y no veía la utilidad de hacerlo.
Una cosa es tener las ideas claras en nuestra propia mente y otra muy distinta plasmarlas por escrito de forma que no sólo resulten inteligibles sino también atractivas.
Por otra parte ¿por qué tenía que ser yo el que hiciera ese trabajo? "Los guardianes del secreto" es erróneo, pero no es socialmente peligroso. No puede contagiar nada a la sociedad porque, por el contrario, es la sociedad la que ha infectado a la obra. El relativismo intelectual en el que medraron los escritos esotéricos de los que deriva este libro ni lo creó el Sr. Fernández Bueno ni tuvo nada que ver con el ocultismo y sí con el onanismo neuronal en que se sumió la intelectualidad europea después de la II Guerra Mundial y que alcanzó su cumbre en los "creativos" años 60 con la crisis de la sociedad tradicional. La guerra de Vietnam (y la descolonización de Argelia), la revolución sexual, el Mayo francés de 1968... supusieron la ruptura con valores que, en muchos casos, estaban obsoletos pero también con otros que merecían seguir existiendo.
Además, si alguien se podía sentir molesto, insultado... por las "teorías" de D. Lorenzo no era yo. Ni mi vida ni mi trabajo se ven afectados en modo alguno porque haya gente que crea que los templariso adoraban Bafomets, que los cátaros eran unas buenísimas personas que se dejaron matar dócilmente por una Iglesia sedienta de sangre, que Colón usaba la Guía del Viajero del Temple... Comprendo que haya profesores de Historia que tiemblen al pensar lo que pueden llegar a creer sus futuros alumnos, católicos a los que no les guste que Jesús se convierta en un personaje de crónica rosa (que si su mujer -o mujeres-, que si sus hijos...), descendientes de D. Cristóbal a los que indigne el trato dado a su ilustre antepasado... pero yo no soy profesor (ni siquiera historiador), no soy católico (ni siquiera creyente) y no desciendo de Colón (ni siquiera de Dixán).
Se supone que existen organizaciones escépticas que permanecen atentas a las afirmaciones esotéricas para responderlas (tal vez esto sea una leyenda urbana dada la falta de confirmación), pero tampoco pertenecía a ninguna en el momento de iniciar la crítica.
Si ni historiadores, ni católicos, ni escépticos organizados... que tenían, al menos, un motivo para haberse dado por enterados lo hicieron ¿por qué demonios tenía yo que meterme en camisa de once varas? Y, sin embargo, ¿por qué no iba a hacerlo? El texto era tan rematadamente malo que no me suponía ningún esfuerzo el proceder a su crítica (algunas horas robadas al sueño todo lo más) y, por otra parte, prometía ser muy divertido. Ya sé que lo que quedaría "fardón" es que les dijera: "No saben lo que me ha costado, horas pasadas en archivos de medio mundo peleándome con funcionarios que querían obstaculizar mi tarea, soportando bajas temperaturas o un sol abrasador, visitando los lugares citando en unas condiciones penosas... un esfuerzo que hace que los Trabajos de Hércules sean una filfa y todo lo hice por Vds. porque se merecen eso y más." El único problema es que les estaría mintiendo porque no he salido de mi despacho. Con la excepción de Oak Island (que no tengo el gusto de haber visitado) ya conocía todos esos lugares. El resto de la "investigación" ha consistido en revisar libros y artículos que ya poseía y en buscar en Internet lo que no tenía a mano. Es decir, que no he levantado el culo del asiento más que para ir de una estantería a otra. Las penalidades sufridas se reducen a un manchurrón de tinta negra (soy incapaz de escribir directamente en un ordenador así que tengo que tomar apuntes para después redactar estas historias) procedente de un puñetero bolígrafo, y a inoportunos fallos del servidor con pérdidas de trabajo incorporadas. Y, por supuesto, me lo he pasado como un "enano". Espero que, al menos, haya sido capaz de transmitirles parte de ese sentimiento.
Ah, y si sospechan que hay algún otro motivo para que me haya pasado cerca de siete meses (contando los trabajos previos) dando vueltas a este tema tendrán razón. Sencillamente, me encanta llevar la contraria. Si la sociedad no ve con buenos ojos la crítica, eso es una razón suficiente para ejercerla (y que se jodan los políticamente correctos).

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