Decimotercer misterio jocoso: Heterodoxos de verdad (III)
Viene de aquí
1143. Evervin, preboste de un establecimiento premonstratense en Steinfeld, acude a un juicio por herejía en Colonia. Dos líderes de una secta, a los que califica como un obispo y su asistente, fueron arrojados por la multitud enfurecida a la hoguera.
En 1150 un monje, Eckbert o Egberto, entró en contacto con unos herejes en Bonn. En 1163 Egberto escribe una serie de trece sermones contra esa herejía a la que identifica como maniquea. Advierte sobre su peligrosidad potencial que se ve incrementada por no depender de ningún líder carismático sino que poseía una ideología propia. Esto la permitiría perdurar en el tiempo y no estar confinada a una zona determinada. Describe así una ceremonia de estos sectarios:
"El infortunado que va a ser bautizado, o catarizado, está de pie en el centro y el archicátaro está junto a él sosteniendo un libro que es usado para este oficio. Pone el libro encima de su cabeza y lo convierte en un hijo de la Gehenna... A esto lo llaman el bautismo por el fuego." [1] (Pág. 42)
Evidentemente, esa herejía es el catarismo y la ceremonia sacramental que describe Egberto es el Consolamentum que convertía al fiel que lo recibía en Perfecto. Hora es ya de que hablemos de las creencias de los cátaros.
Son un movimiento dualista. Es decir, que a la pregunta de ¿por qué existe el mal en el mundo si el Dios creador es bueno? responden afirmando que existen dos principios creadores, uno bueno y otro malo. En el caso del catarismo, el mundo material ha sido creado por Satanás lo que le convierte en impuro mientras que el mundo de los espíritus sí ha sido creado por Dios y es, por tanto, puro. Sobre esta premisa se desarrolla una teología tan sutil como una patada en los cojones (obviamente esto es una opinión personal).
De su rechazo de la materia se deriva una serie de creencias como es el rechazo del matrimonio con fines reproductivos puesto que cada nuevo nacimiento suponía que un alma pura quedaba encarcelada en la materia impura. De ahí se sigue la negativa a consumir alimentos que proceden de la generación como la carne, los huevos y la leche. No así el pescado porque como sabe todo el mundo los peces son un fruto espontáneo del agua...
Niegan los sacramentos católicos en especial el bautismo ya que no sólo empleaba una sustancia material (y por tanto impura), el agua, sino que, además, no había sido instituido por Cristo y sí por Juan Bautista. Por ello, lejos de convertir al bautizado en parte del pueblo de Dios lo convertía en esclavo de Satanás. Sí celebraban una especie de Eucaristía pero con carácter simbólico (ya que no podía haber transubstanciación por la razón que luego veremos) bendiciendo el pan y dándolo a los fieles. Con ello querían representar la palabra divina que había venido a despertar a las almas recordándoles que eran creación suya.
No obstante, eso suponía el problema de cómo Jesús pudo haberse encarnado (según la creencia cristiana) en un cuerpo material y, por tanto, impuro. Solucionaron el problema con una "sutileza" admirable. Sencillamente, Jesús nunca fue un ser humano real. Tan sólo aparentaba serlo (lo que se conoce como docetismo). Por tanto, no existió un verdadero nacimiento como tampoco una pasión ni una resurrección. Por ello tampoco podía haber transubstanciación eucarística ya que el pan era imposible que se convirtiera en el cuerpo de Cristo ya que éste carecía de tal. Todo ello negaba la idea cristiana de que el sacrificio de Jesús supusiera la redención del ser humano (obvio, puesto que no hubo tal sacrificio). La verdadera importancia de Cristo radica en que su predicación logró despertar las almas de los hombres que, aprisionadas en un mundo diabólico, habían olvidado que eran creación divina. Ese recuerdo hace nacer el anhelo de volver a reunirse con Dios algo que era posible gracias a la muerte.
Negaban la Trinidad ya que Cristo y el Espíritu Santo no eran personas distintas si no emanaciones de la divinidad. Tampoco aceptaban la resurrección de los cuerpos.
Después de esto, no es precisamente una muestra de coherencia que aceptasen el Nuevo Testamento (no así el Antiguo que consideraban como una obra de Satanás aunque, en una nueva muestra de incoherencia, tomaban de él las partes que les interesaba como el Éxodo al que consideraban como una especie de metáfora de las almas que querían escapar de la esclavitud del mundo material) al que añadían un texto apócrifo, "La Cena secreta", y un escrito perteneciente al género de la polémica "El libro de los dos principios".
En lugar de los sacramentos católicos practicaban el consolamentum, el bautismo por el espíritu. Al igual que el bautismo católico tenía el poder de limpiar los pecados pero no se administraba nunca a niños sino sólo a los que lo solicitaran voluntariamente ya que comportaba una serie de renuncias. De lo expuesto hasta este momento, habrán podido entender que el catarismo no era una religión con preceptos cómodos (vegetarianismo casi absoluto, vida ascética, castidad...) Sería incomprensible que hubiera tenido éxito si no advertimos de una "trampa". Esas obligaciones las contraían los Perfectos (es decir, los que habían recibido el consolamentum) pero no así los creyentes que podían casarse, tener hijos, comer carne... Por ello, el consolamentum se recibía muchas veces sólo a las puertas de la muerte. Los que, por el contrario, asumían ese género de vida sin estar a punto de "irse al otro barrio" se convertían en los dirigentes de la iglesia cátara. Sólo ellos podían rezar el Padrenuestro (la única oración que admitían), podían bendecir el pan, de entre ellos se elegía a los obispos cátaros, los creyentes estaban obligados a mantenerlos... y a cambio debían llevar una vida ejemplar llegando incluso al martirio.
Visto lo visto, no puede sorprender que consideraran a la Iglesia católica como una institución diabólica aunque, eso sí, copiaron de ella lo que les vino en gana, desde los predicadores ambulantes que les sirvieron de ejemplo de vida virtuosa con fines propagandísticos (algo de lo que existían antecedentes en la Iglesia. Recuérdese el caso de Pedro el Ermitaño predicando la I Cruzada o de Robert d´Arbrissel en Poitou) o la copia de la organización eclesiástica con obispos al cargo de unas diócesis con unos limites geográficos definidos, con unos obispos ayudantes, el filius major y el filius minor, con un diaconato y con un sacerdocio (los Perfectos).
Se ha hablado mucho (demasiado y mal) de si los cátaros practicaron la igualdad de sexos (algo que se explicaría por el desprecio al cuerpo humano). Aunque sí había Perfectas (algo impensable para la Iglesia católica) no hay ninguna noticia de que existieran diaconisas ni, mucho menos, obispas ni siquiera auxiliares. Debemos considerar, por tanto, que si bien las cátaras tenían mayores oportunidades que las católicas no estaban en un plano de estricta igualdad. Además la inmensa mayoría de las Perfectas pertenecían a familias de la nobleza lo que pone en tela de juicio su supuesto igualitarismo social. Lo siento por los políticamente correctos.
Tampoco es cierto que los cátaros fueran unos pobres hombres (y mujeres) que se dejaran matar como corderitos por unos malvadísimos católicos. Esto ya lo veremos con mayor detenimiento cuando hablemos de la Cruzada contra los Albigenses (es decir, contra los cátaros) pero como muestra de su "tolerancia" y "respeto" a las creencias ajenas (además de su consideración de la Iglesia como una institución diabólica) citaremos sólo un caso, el de un cátaro de Toulouse al que no se le ocurrió otra cosa que entrar en una iglesia tolosana, cagar junto al altar y limpiarse el culo con el paño que cubría el ara.
Por último, todo lo expuesto es un resumen de su doctrina pero eso no debe hacer pensar en que los cátaros tuvieron un credo rígido. Desde el primer punto, el del dualismo, hay diferencias ya que en el catarismo conviven un dualismo absoluto (Satanás crea el mundo material) predominante en Francia y un dualismo mitigado (Dios crea la materia pero ésta es corrompida por el diablo) mayoritario en Italia. Esto que en apariencia es una chorrada sin mayor importancia da lugar a concepciones teológicas diferentes y no siempre bien avenidas (de hecho, uno de los capítulos de "El libro de los dos principios" está dedicado a dar un "repasito" nada amigable a los dualistas mitigados o garatenses).
Hasta el momento nos hemos limitado a hablar de la aparición en Occidente de los cátaros así como de las herejías con puntos comunes que les precedieron (y a las que se denomina por ello como precátaras o protocátaras) así como de su corpus de creencias. En próximos capítulos trataremos de su origen, así como de las razones para su triunfo en algunas regiones y su desaparición en otras.
NOTA:
[1] Citado en La otra historia de los cátaros. Malcolm Lambert. Ed. Martínez Roca S.A. Barcelona, 2001.
BIBLIOGRAFÍA:
Además de las obras señaladas en la anterior historia:
Documentos cátaros. Anónimo. No figura traductor. Ed. Jorge A. Mestas Ediciones, Col. Clásicos esotéricos. Madrid, 2001.
Viaje al país de los cátaros. Jesús Mestre Godes. Traducción de Mª Dollors Gallart Iglesias. Ed. Círculo de Lectores por cesión de Ediciones Península S.A. Barcelona, 2001.
Las grandes herejías de la Europa cristiana. Eduardo Mitre y Cristina Granda. Ed. Istmo, Col. Fundamentos. Madrid, 1999.
-Continuará-
1143. Evervin, preboste de un establecimiento premonstratense en Steinfeld, acude a un juicio por herejía en Colonia. Dos líderes de una secta, a los que califica como un obispo y su asistente, fueron arrojados por la multitud enfurecida a la hoguera.
En 1150 un monje, Eckbert o Egberto, entró en contacto con unos herejes en Bonn. En 1163 Egberto escribe una serie de trece sermones contra esa herejía a la que identifica como maniquea. Advierte sobre su peligrosidad potencial que se ve incrementada por no depender de ningún líder carismático sino que poseía una ideología propia. Esto la permitiría perdurar en el tiempo y no estar confinada a una zona determinada. Describe así una ceremonia de estos sectarios:
"El infortunado que va a ser bautizado, o catarizado, está de pie en el centro y el archicátaro está junto a él sosteniendo un libro que es usado para este oficio. Pone el libro encima de su cabeza y lo convierte en un hijo de la Gehenna... A esto lo llaman el bautismo por el fuego." [1] (Pág. 42)
Evidentemente, esa herejía es el catarismo y la ceremonia sacramental que describe Egberto es el Consolamentum que convertía al fiel que lo recibía en Perfecto. Hora es ya de que hablemos de las creencias de los cátaros.
Son un movimiento dualista. Es decir, que a la pregunta de ¿por qué existe el mal en el mundo si el Dios creador es bueno? responden afirmando que existen dos principios creadores, uno bueno y otro malo. En el caso del catarismo, el mundo material ha sido creado por Satanás lo que le convierte en impuro mientras que el mundo de los espíritus sí ha sido creado por Dios y es, por tanto, puro. Sobre esta premisa se desarrolla una teología tan sutil como una patada en los cojones (obviamente esto es una opinión personal).
De su rechazo de la materia se deriva una serie de creencias como es el rechazo del matrimonio con fines reproductivos puesto que cada nuevo nacimiento suponía que un alma pura quedaba encarcelada en la materia impura. De ahí se sigue la negativa a consumir alimentos que proceden de la generación como la carne, los huevos y la leche. No así el pescado porque como sabe todo el mundo los peces son un fruto espontáneo del agua...
Niegan los sacramentos católicos en especial el bautismo ya que no sólo empleaba una sustancia material (y por tanto impura), el agua, sino que, además, no había sido instituido por Cristo y sí por Juan Bautista. Por ello, lejos de convertir al bautizado en parte del pueblo de Dios lo convertía en esclavo de Satanás. Sí celebraban una especie de Eucaristía pero con carácter simbólico (ya que no podía haber transubstanciación por la razón que luego veremos) bendiciendo el pan y dándolo a los fieles. Con ello querían representar la palabra divina que había venido a despertar a las almas recordándoles que eran creación suya.
No obstante, eso suponía el problema de cómo Jesús pudo haberse encarnado (según la creencia cristiana) en un cuerpo material y, por tanto, impuro. Solucionaron el problema con una "sutileza" admirable. Sencillamente, Jesús nunca fue un ser humano real. Tan sólo aparentaba serlo (lo que se conoce como docetismo). Por tanto, no existió un verdadero nacimiento como tampoco una pasión ni una resurrección. Por ello tampoco podía haber transubstanciación eucarística ya que el pan era imposible que se convirtiera en el cuerpo de Cristo ya que éste carecía de tal. Todo ello negaba la idea cristiana de que el sacrificio de Jesús supusiera la redención del ser humano (obvio, puesto que no hubo tal sacrificio). La verdadera importancia de Cristo radica en que su predicación logró despertar las almas de los hombres que, aprisionadas en un mundo diabólico, habían olvidado que eran creación divina. Ese recuerdo hace nacer el anhelo de volver a reunirse con Dios algo que era posible gracias a la muerte.
Negaban la Trinidad ya que Cristo y el Espíritu Santo no eran personas distintas si no emanaciones de la divinidad. Tampoco aceptaban la resurrección de los cuerpos.
Después de esto, no es precisamente una muestra de coherencia que aceptasen el Nuevo Testamento (no así el Antiguo que consideraban como una obra de Satanás aunque, en una nueva muestra de incoherencia, tomaban de él las partes que les interesaba como el Éxodo al que consideraban como una especie de metáfora de las almas que querían escapar de la esclavitud del mundo material) al que añadían un texto apócrifo, "La Cena secreta", y un escrito perteneciente al género de la polémica "El libro de los dos principios".
En lugar de los sacramentos católicos practicaban el consolamentum, el bautismo por el espíritu. Al igual que el bautismo católico tenía el poder de limpiar los pecados pero no se administraba nunca a niños sino sólo a los que lo solicitaran voluntariamente ya que comportaba una serie de renuncias. De lo expuesto hasta este momento, habrán podido entender que el catarismo no era una religión con preceptos cómodos (vegetarianismo casi absoluto, vida ascética, castidad...) Sería incomprensible que hubiera tenido éxito si no advertimos de una "trampa". Esas obligaciones las contraían los Perfectos (es decir, los que habían recibido el consolamentum) pero no así los creyentes que podían casarse, tener hijos, comer carne... Por ello, el consolamentum se recibía muchas veces sólo a las puertas de la muerte. Los que, por el contrario, asumían ese género de vida sin estar a punto de "irse al otro barrio" se convertían en los dirigentes de la iglesia cátara. Sólo ellos podían rezar el Padrenuestro (la única oración que admitían), podían bendecir el pan, de entre ellos se elegía a los obispos cátaros, los creyentes estaban obligados a mantenerlos... y a cambio debían llevar una vida ejemplar llegando incluso al martirio.
Visto lo visto, no puede sorprender que consideraran a la Iglesia católica como una institución diabólica aunque, eso sí, copiaron de ella lo que les vino en gana, desde los predicadores ambulantes que les sirvieron de ejemplo de vida virtuosa con fines propagandísticos (algo de lo que existían antecedentes en la Iglesia. Recuérdese el caso de Pedro el Ermitaño predicando la I Cruzada o de Robert d´Arbrissel en Poitou) o la copia de la organización eclesiástica con obispos al cargo de unas diócesis con unos limites geográficos definidos, con unos obispos ayudantes, el filius major y el filius minor, con un diaconato y con un sacerdocio (los Perfectos).
Se ha hablado mucho (demasiado y mal) de si los cátaros practicaron la igualdad de sexos (algo que se explicaría por el desprecio al cuerpo humano). Aunque sí había Perfectas (algo impensable para la Iglesia católica) no hay ninguna noticia de que existieran diaconisas ni, mucho menos, obispas ni siquiera auxiliares. Debemos considerar, por tanto, que si bien las cátaras tenían mayores oportunidades que las católicas no estaban en un plano de estricta igualdad. Además la inmensa mayoría de las Perfectas pertenecían a familias de la nobleza lo que pone en tela de juicio su supuesto igualitarismo social. Lo siento por los políticamente correctos.
Tampoco es cierto que los cátaros fueran unos pobres hombres (y mujeres) que se dejaran matar como corderitos por unos malvadísimos católicos. Esto ya lo veremos con mayor detenimiento cuando hablemos de la Cruzada contra los Albigenses (es decir, contra los cátaros) pero como muestra de su "tolerancia" y "respeto" a las creencias ajenas (además de su consideración de la Iglesia como una institución diabólica) citaremos sólo un caso, el de un cátaro de Toulouse al que no se le ocurrió otra cosa que entrar en una iglesia tolosana, cagar junto al altar y limpiarse el culo con el paño que cubría el ara.
Por último, todo lo expuesto es un resumen de su doctrina pero eso no debe hacer pensar en que los cátaros tuvieron un credo rígido. Desde el primer punto, el del dualismo, hay diferencias ya que en el catarismo conviven un dualismo absoluto (Satanás crea el mundo material) predominante en Francia y un dualismo mitigado (Dios crea la materia pero ésta es corrompida por el diablo) mayoritario en Italia. Esto que en apariencia es una chorrada sin mayor importancia da lugar a concepciones teológicas diferentes y no siempre bien avenidas (de hecho, uno de los capítulos de "El libro de los dos principios" está dedicado a dar un "repasito" nada amigable a los dualistas mitigados o garatenses).
Hasta el momento nos hemos limitado a hablar de la aparición en Occidente de los cátaros así como de las herejías con puntos comunes que les precedieron (y a las que se denomina por ello como precátaras o protocátaras) así como de su corpus de creencias. En próximos capítulos trataremos de su origen, así como de las razones para su triunfo en algunas regiones y su desaparición en otras.
NOTA:
[1] Citado en La otra historia de los cátaros. Malcolm Lambert. Ed. Martínez Roca S.A. Barcelona, 2001.
BIBLIOGRAFÍA:
Además de las obras señaladas en la anterior historia:
Documentos cátaros. Anónimo. No figura traductor. Ed. Jorge A. Mestas Ediciones, Col. Clásicos esotéricos. Madrid, 2001.
Viaje al país de los cátaros. Jesús Mestre Godes. Traducción de Mª Dollors Gallart Iglesias. Ed. Círculo de Lectores por cesión de Ediciones Península S.A. Barcelona, 2001.
Las grandes herejías de la Europa cristiana. Eduardo Mitre y Cristina Granda. Ed. Istmo, Col. Fundamentos. Madrid, 1999.
-Continuará-
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