Nada
El pasado siglo fue, todos los sabemos, un periodo convulso. Cualquier época de la historia lo es, pero dos Guerras Mundiales, la Guerra Fría, la descolonización, innumerables conflictos tanto internos como entre dos o más países... supusieron una plusmarca difícil de batir.
Las creencias esotéricas no fueron una excepción. Del S XIX heredamos dos movimientos que alcanzaron un gran desarrollo, el Espiritismo y la Teosofía. Sin embargo, a lo largo del S XX languidecieron aunque, como suele suceder, fueron la fuente de nuevas creencias. En el Espiritismo beben la Ouija y las Psicofonías, en la Teosofía el auge de las filosofías orientales y algunos aspectos de la Ufología (teorías de Charroux, Von Däniken...)
¿Por qué las creencias nacen, crecen, se reproducen y no mueren (en sus aspectos generales aunque sí en sus detalles concretos) ni de coña? Como escéptico me encantaría poder decir que la difusión de la cultura científica, del pensamiento crítico... tienen algo que ver en ello, pero estaría mintiendo. Hay un fuerte componente de moda y cansancio que explican estos vaivenes. Sólo las creencias que llenan una necesidad de la gente pueden tener éxito, pero conforme sus seguidores van hartándose de palabras sin hechos comienzan a buscar nuevas doctrinas que satisfagan su curiosidad, o sus carencias, o...
El caso del Espiritismo es paradigmático. Comienza su difusión a gran escala con la obra de Alan Kardec ("El libro de los espíritus", 18 de abril de 1857). Pronto comienza su crítica en especial por parte de la Iglesia Católica en una escala tal que todavía hoy es fácil encontrar esos textos en librerías de viejo. Obras como "El Espiritismo en el mundo moderno" (Valencia, 1872), "El Satanismo ó sea la cátedra de Satanás combatida desde la cátedra del Espíritu Santo" por Vicente Manterola (Barcelona, 1879), "La magia disfrazada ó sea el Espiritismo" por Juan José Benito y Cantero (Madrid, 1886), "Idea clara del Espiritismo" por Juan José Franco (Barcelona, 1886)... son sólo algunos de esos títulos que se vieron acompañados por acciones más directas como quema de libros, inclusión en el Index de los libros espiritistas... Todo ello fue inútil. No sólo los textos espiritistas se multiplicaban como hongos tanto en traducciones de los autores clásicos como Kardec, Crookes, Lombroso, Alfred R. Wallace (por cierto, estos tres son conocidos científicos), Denis, Flammarion (otro científico más a la nómina espiritista)... como con las aportaciones nacionales del Vizconde de Torres-Solanot, Amalia Domingo Soler, Manuel González Soriano... sino que, además, apareció prensa espiritista como La Revelación (Alicante), Revista Espiritista (Barcelona), El Criterio Espiritista (Madrid), El Espiritismo (Sevilla)... y todo ello pese a que los más conocidos médiums fueran "pillados" cometiendo fraude (Daniel Home, Florence Cook, Eusapia Palladino...)
No importó. En 1888 se celebró el I Congreso Internacional Espiritista en Barcelona. Acudieron representantes de setenta sociedades y de diez publicaciones espiritistas españolas. El auge del Espiritismo parecía imparable y más después de la I Guerra Mundial cuando miles de personas recurrieron a los médiums para contactar con sus seres queridos trágicamente perdidos. Sin embargo, años después el Espiritismo había perdido gran parte de su fuerza. ¿Por qué? Sencillamente, el Espiritismo había hecho de Allan Kardec su Papa y del "Libro de los espíritus" su Biblia. Se había convertido en algo dogmático, su doctrina estaba fijada y ya era conocida. Su fenomenología era repetitiva. Acabó por perder su poder de atracción.
En una curiosa obra, "A.B.C. del Espiritismo" (Madrid, s/f pero poco posterior a 1925) el espiritista B.J. Bautista no deja títere con cabeza:
"Y en efecto, hubo millares de individuos que investigaron por sí mismos y recibieron las noticias que deseaban. Hubo soldados muertos, que aparecieron en sus propias casas y otros que conversaron con sus compañeros en el campo de batalla, haciéndoles advertencias muy útiles para su conservación; fijaron muchos sus imágenes en las placas fotográficas y en la zona de combate se vieron figuras solitarias y fantasmas legendarios...
Todo esto lo dice Sir Arthur Conan Doyle con la mayor ingenuidad. ¡Almas que no tienen inconveniente en hacerse una docena de retratos, no sabemos si con sentidas dedicatorias, y almas, que vienen a hacer una visita de cortesía a sus amistades antes de hacer la travesía de la laguna Estigia en compañía del adusto Caronte!..." (Pág. 49)
"En estos términos y con iguales o parecidas estupideces e incongruencias sigue y termina la profecía salvadora de Inglaterra que achaca Sir Arthur Conan Doyle, en su obra "El Espiritismo" a ese espíritu de guardarropía que se puso al habla en 1885 con los del círculo de Oxley, que dicho sea de paso, nos parecen unos guasones de poca gracia y que no nos explicamos cómo ha tomado en cuenta el ecuánime escritor aludido. A no ser, que como Sir Arthur, es padre de muchas y muy interesantes novelas fantásticas, haya pretendido esta vez seguir la serie..." (Pág. 51)
"No incluímos más relatos de soldados, porque para muestra basta un botón. Todos poco más o menos son iguales y su abundancia es enorme,..." (Pág. 53)
"Hagamos a un lado insensateces y fantasías que sólo sirven, si son de buena voluntad, para pasar el rato y si de mala, para explotar a los ignorantes." (Pág. 56)
Sin embargo, el Espiritismo, al dejar de lado los aspectos más dados al fraude y al ridículo como las manifestaciones mediúmnicas, dio alas a una creencia que ya había sido propuesta para dar explicación "científica" a los fenómenos espiritistas, la Telepatía y, con ella, a los restantes poderes mentales, PES, TK...
Podríamos seguir encadenando unas creencias con otras, pero con lo dicho basta por ahora.
Junto a estas creencias heredadas, el S XX vio surgir dos mitos extraordinarios. El primero es la Ufología que atraviesa un momento similar al de la decadencia del Espiritismo. De los primeros avistamientos de naves, se pasó a los encuentros cercanos con seres extraterrestres (creencia que había sido sostenida por el Espiritismo para el que el sucesivo perfeccionamiento de los espíritus se traducía en reencarnaciones en planetas más avanzados que la Tierra), a la reescritura de la Historia para encontrar ETs hasta en la sopa (con indudable influencia de la Teosofía) y al fenómeno de las abducciones. Sin embargo, al agotarse las novedades su capacidad de atracción parece haber mermado.
El segundo de esos mitos, es el de Rénnes-le-Château con todo lo que ha llevado aparejado y cuya capacidad de metamorfosis parece estar lejos de concluir. En 1967, la editorial René Julliard publicó "L´or de Rennes" de Gérad de Sède. Esta historia sobre un tesoro perdido (cuya identidad la relaciona con los mitos templarios y cátaros) acabó convertida en un revival del mito griálico y en una especulación sobre la descendencia de Jesús. En este cambio, hay una obra fundamental "The Holy Blood and the Holy Grail" (en España, "El enigma sagrado") de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln (1982), al que se añadirían otros como "The Templar Revelation" (en España, "La revelación de los templarios") de Lynn Picknett y Clive Prince (1997) que, de forma conjunta, inspiraron ese reciente engendro que se titula "El Código da Vinci" de Dan Brown.
Si son Vds. de las personas a las que les gusta estar informados, la lectura de cualquiera de las revistas esotéricas que se publican es España les mostrará numerosos contenidos vinculados en mayor o menor medida a estas tesis. Si otros mitos heredados del S XX están en horas bajas, estas lecturas pseudohistóricas, por el contrario, están en pleno auge.
Sin embargo, nada de todo ello se ha reflejado en la actividad de los escépticos. Con muy pocas excepciones, el mutismo sobre este tema es casi absoluto. ¿Por qué? Desde luego, no podemos argüir como excusa que esta creencia no está difundida o no tiene importancia porque, como ya vimos, su éxito actual está fuera de toda duda. Tampoco se puede aducir una falta de tiempo para preparar una respuesta adecuada dado que las publicaciones en español de las obras citadas se produjeron en 1970, 1985 y 1998 respectivamente (vamos, que de novedad no tienen nada). Es increíble, de igual forma, una falta de capacidad porque, lo hemos visto en los artículos precedentes, el asunto Berénger tiene más agujeros que una manta apolillada. Por último, tampoco parece que podamos ampararnos en una falta de información porque muchos de los documentos necesarios para desmontar esas lecturas esotéricas está accesible en Internet a través de una simple búsqueda (y, además, Rennes está muy cerca de España).
¿Por qué, entonces, esa falta de respuesta? La única explicación que encuentro es la falta de voluntad. Sin embargo, esa justificación encierra en sí misma una grave acusación. Puesto que el escepticismo español ha sido capaz de tratar otros temas (Ufología, Astrología, Homeopatía...) ¿por qué falta la voluntad en este caso concreto? Tienen varias respuestas para elegir, es un tema que no interesa, es un tema del que se evaluó mal su verdadera importancia, es un tema desconocido. Cada una de ellas, sin embargo, nos conduce a callejones sin salida.
Si el tema no es interesante para el escepticismo hispano ¿qué pretende éste? Porque el escepticismo, según todas las proclamas de asociaciones y particulares, pretende ser útil a la sociedad. Si ésta consume este tipo de escritos por centenares de millares (contando "El Código da Vinci" por millones) y nadie brinda la otra cara de la moneda ¿qué utilidad pública estamos desarrollando?
Si se evaluó mal su verdadera importancia, más vale que nos dediquemos a otra cosa porque eso significaría que estamos desvinculados de la realidad de una forma total y absoluta (algo que, por cierto, está más cerca de la verdad de lo que me gusta admitir, pero cuando el esoterismo está en la calle y el escepticismo se recluye en los claustros universitarios pasan estas cosas).
Si es un tema desconocido, nuevamente más vale que nos dediquemos a otra cosa. Las clases de "rennología" no se imparten en ninguna universidad. Para saber de este tema basta con preocuparse de buscar información (que, reitero, es fácilmente accesible) luego, si hay desconocimiento es, nuevamente, por una falta de interés con lo que entraríamos en una justificación de tipo circular.
Éste es el triste balance del asunto Rennes. El escepticismo español está totalmente falto de norte. Sólo funciona por impulsos personales que, como tal, no responden a las demandas sociales (por mucho que se pretenda lo contrario) sino al interés particular y, por desgracia, éste no suele corresponder a temas históricos dado que el escepticismo se considera como algo indisolublemente ligado al método científico (una chorrada impresionante, pero así es).
¿Y el futuro? Pues más negro que los cojones de un grillo. Lo siento, pero si alguien esperaba un final feliz no lo va a tener. Es más, todo lo que han leído hasta este momento sobre Rennes está anticuado y no sirve para nada como contestación a las actuales teorías sobre Rennes-le-Château. El Sr. Fernández Bueno va con quince años de retraso así que la contestación a sus afirmaciones también, pero hoy en día nadie (bueno, casi que algún nostálgico siempre queda) va diciendo cosas como que Jesús estuvo enterrado en "le tombeau des Pontils", que el contenido de los pergaminos es auténtico... No, las actuales investigaciones esotéricas sobre Rennes se encaminan por investigaciones sobre la relación de los diversos personajes (por ejemplo, de Alfred Saunière, el hermano de nuestro párroco) con movimientos masónicos y/o ocultistas. Ya les advertí que la capacidad de mutación de este asunto es asombrosa.
¿Moraleja? Pues que el escepticismo español queda muy bonito, organiza cursos universitarios para convencer a los que ya están convencidos, edita publicaciones para convencer a los que ya están convencidos y escribe blogs para convencer a los que ya están convencidos. Es decir, es un monumento al absurdo. En cualquier otro caso tampoco serviría para nada (lo de convencer de algo a quién no quiere ser convencido no suele dar buen resultado), pero al menos, y como dicen en "Zorba el griego": "Si ha de ser una derrota, que sea al menos una derrota grandiosa." Ahora, estamos abocados a una derrota de chiste (y como tome el relevo de las actuales generaciones de escritores esotéricos, alguien que sepa de qué habla nos deja a todos en pelotas en 5 minutos y le sobrarían 4) ¿Pueden cambiar las cosas? Pueden, y deben hacerlo. Ante un escepticismo elitista, faltón e ignorante tiene que surgir un escepticismo que baje a la calle, dialogante porque los escritores esotéricos y los escépticos nos necesitamos mutuamente, y que se preocupe por comprender (que no implica compartir) aquello de lo que hablemos con una postura crítica pero cercana a disciplinas como la Sociología y la Etnología más que a las Ciencias puras. Ése es el reto, y algunos estamos dispuestos a aceptarlo aunque eso implique convertirnos en blanco para unos y para otros.
Dicen que en Waterloo, cuando la batalla estaba perdida, los ingleses ofrecieron la rendición a lo que quedaba de la guardia mandada por Cambronne. Según las versiones puristas, éste respondió: "La guardia muere, pero no se rinde." Según otros, lo que realmente dijo fue: "¡Mierda! La guardia muere, pero no se rinde." Así que imito a Cambronne (que, por cierto, sobrevivió a la batalla aunque tan malherido que le dieron por muerto en un principio) y grito ¡Mierda!
Las creencias esotéricas no fueron una excepción. Del S XIX heredamos dos movimientos que alcanzaron un gran desarrollo, el Espiritismo y la Teosofía. Sin embargo, a lo largo del S XX languidecieron aunque, como suele suceder, fueron la fuente de nuevas creencias. En el Espiritismo beben la Ouija y las Psicofonías, en la Teosofía el auge de las filosofías orientales y algunos aspectos de la Ufología (teorías de Charroux, Von Däniken...)
¿Por qué las creencias nacen, crecen, se reproducen y no mueren (en sus aspectos generales aunque sí en sus detalles concretos) ni de coña? Como escéptico me encantaría poder decir que la difusión de la cultura científica, del pensamiento crítico... tienen algo que ver en ello, pero estaría mintiendo. Hay un fuerte componente de moda y cansancio que explican estos vaivenes. Sólo las creencias que llenan una necesidad de la gente pueden tener éxito, pero conforme sus seguidores van hartándose de palabras sin hechos comienzan a buscar nuevas doctrinas que satisfagan su curiosidad, o sus carencias, o...
El caso del Espiritismo es paradigmático. Comienza su difusión a gran escala con la obra de Alan Kardec ("El libro de los espíritus", 18 de abril de 1857). Pronto comienza su crítica en especial por parte de la Iglesia Católica en una escala tal que todavía hoy es fácil encontrar esos textos en librerías de viejo. Obras como "El Espiritismo en el mundo moderno" (Valencia, 1872), "El Satanismo ó sea la cátedra de Satanás combatida desde la cátedra del Espíritu Santo" por Vicente Manterola (Barcelona, 1879), "La magia disfrazada ó sea el Espiritismo" por Juan José Benito y Cantero (Madrid, 1886), "Idea clara del Espiritismo" por Juan José Franco (Barcelona, 1886)... son sólo algunos de esos títulos que se vieron acompañados por acciones más directas como quema de libros, inclusión en el Index de los libros espiritistas... Todo ello fue inútil. No sólo los textos espiritistas se multiplicaban como hongos tanto en traducciones de los autores clásicos como Kardec, Crookes, Lombroso, Alfred R. Wallace (por cierto, estos tres son conocidos científicos), Denis, Flammarion (otro científico más a la nómina espiritista)... como con las aportaciones nacionales del Vizconde de Torres-Solanot, Amalia Domingo Soler, Manuel González Soriano... sino que, además, apareció prensa espiritista como La Revelación (Alicante), Revista Espiritista (Barcelona), El Criterio Espiritista (Madrid), El Espiritismo (Sevilla)... y todo ello pese a que los más conocidos médiums fueran "pillados" cometiendo fraude (Daniel Home, Florence Cook, Eusapia Palladino...)
No importó. En 1888 se celebró el I Congreso Internacional Espiritista en Barcelona. Acudieron representantes de setenta sociedades y de diez publicaciones espiritistas españolas. El auge del Espiritismo parecía imparable y más después de la I Guerra Mundial cuando miles de personas recurrieron a los médiums para contactar con sus seres queridos trágicamente perdidos. Sin embargo, años después el Espiritismo había perdido gran parte de su fuerza. ¿Por qué? Sencillamente, el Espiritismo había hecho de Allan Kardec su Papa y del "Libro de los espíritus" su Biblia. Se había convertido en algo dogmático, su doctrina estaba fijada y ya era conocida. Su fenomenología era repetitiva. Acabó por perder su poder de atracción.
En una curiosa obra, "A.B.C. del Espiritismo" (Madrid, s/f pero poco posterior a 1925) el espiritista B.J. Bautista no deja títere con cabeza:
"Y en efecto, hubo millares de individuos que investigaron por sí mismos y recibieron las noticias que deseaban. Hubo soldados muertos, que aparecieron en sus propias casas y otros que conversaron con sus compañeros en el campo de batalla, haciéndoles advertencias muy útiles para su conservación; fijaron muchos sus imágenes en las placas fotográficas y en la zona de combate se vieron figuras solitarias y fantasmas legendarios...
Todo esto lo dice Sir Arthur Conan Doyle con la mayor ingenuidad. ¡Almas que no tienen inconveniente en hacerse una docena de retratos, no sabemos si con sentidas dedicatorias, y almas, que vienen a hacer una visita de cortesía a sus amistades antes de hacer la travesía de la laguna Estigia en compañía del adusto Caronte!..." (Pág. 49)
"En estos términos y con iguales o parecidas estupideces e incongruencias sigue y termina la profecía salvadora de Inglaterra que achaca Sir Arthur Conan Doyle, en su obra "El Espiritismo" a ese espíritu de guardarropía que se puso al habla en 1885 con los del círculo de Oxley, que dicho sea de paso, nos parecen unos guasones de poca gracia y que no nos explicamos cómo ha tomado en cuenta el ecuánime escritor aludido. A no ser, que como Sir Arthur, es padre de muchas y muy interesantes novelas fantásticas, haya pretendido esta vez seguir la serie..." (Pág. 51)
"No incluímos más relatos de soldados, porque para muestra basta un botón. Todos poco más o menos son iguales y su abundancia es enorme,..." (Pág. 53)
"Hagamos a un lado insensateces y fantasías que sólo sirven, si son de buena voluntad, para pasar el rato y si de mala, para explotar a los ignorantes." (Pág. 56)
Sin embargo, el Espiritismo, al dejar de lado los aspectos más dados al fraude y al ridículo como las manifestaciones mediúmnicas, dio alas a una creencia que ya había sido propuesta para dar explicación "científica" a los fenómenos espiritistas, la Telepatía y, con ella, a los restantes poderes mentales, PES, TK...
Podríamos seguir encadenando unas creencias con otras, pero con lo dicho basta por ahora.
Junto a estas creencias heredadas, el S XX vio surgir dos mitos extraordinarios. El primero es la Ufología que atraviesa un momento similar al de la decadencia del Espiritismo. De los primeros avistamientos de naves, se pasó a los encuentros cercanos con seres extraterrestres (creencia que había sido sostenida por el Espiritismo para el que el sucesivo perfeccionamiento de los espíritus se traducía en reencarnaciones en planetas más avanzados que la Tierra), a la reescritura de la Historia para encontrar ETs hasta en la sopa (con indudable influencia de la Teosofía) y al fenómeno de las abducciones. Sin embargo, al agotarse las novedades su capacidad de atracción parece haber mermado.
El segundo de esos mitos, es el de Rénnes-le-Château con todo lo que ha llevado aparejado y cuya capacidad de metamorfosis parece estar lejos de concluir. En 1967, la editorial René Julliard publicó "L´or de Rennes" de Gérad de Sède. Esta historia sobre un tesoro perdido (cuya identidad la relaciona con los mitos templarios y cátaros) acabó convertida en un revival del mito griálico y en una especulación sobre la descendencia de Jesús. En este cambio, hay una obra fundamental "The Holy Blood and the Holy Grail" (en España, "El enigma sagrado") de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln (1982), al que se añadirían otros como "The Templar Revelation" (en España, "La revelación de los templarios") de Lynn Picknett y Clive Prince (1997) que, de forma conjunta, inspiraron ese reciente engendro que se titula "El Código da Vinci" de Dan Brown.
Si son Vds. de las personas a las que les gusta estar informados, la lectura de cualquiera de las revistas esotéricas que se publican es España les mostrará numerosos contenidos vinculados en mayor o menor medida a estas tesis. Si otros mitos heredados del S XX están en horas bajas, estas lecturas pseudohistóricas, por el contrario, están en pleno auge.
Sin embargo, nada de todo ello se ha reflejado en la actividad de los escépticos. Con muy pocas excepciones, el mutismo sobre este tema es casi absoluto. ¿Por qué? Desde luego, no podemos argüir como excusa que esta creencia no está difundida o no tiene importancia porque, como ya vimos, su éxito actual está fuera de toda duda. Tampoco se puede aducir una falta de tiempo para preparar una respuesta adecuada dado que las publicaciones en español de las obras citadas se produjeron en 1970, 1985 y 1998 respectivamente (vamos, que de novedad no tienen nada). Es increíble, de igual forma, una falta de capacidad porque, lo hemos visto en los artículos precedentes, el asunto Berénger tiene más agujeros que una manta apolillada. Por último, tampoco parece que podamos ampararnos en una falta de información porque muchos de los documentos necesarios para desmontar esas lecturas esotéricas está accesible en Internet a través de una simple búsqueda (y, además, Rennes está muy cerca de España).
¿Por qué, entonces, esa falta de respuesta? La única explicación que encuentro es la falta de voluntad. Sin embargo, esa justificación encierra en sí misma una grave acusación. Puesto que el escepticismo español ha sido capaz de tratar otros temas (Ufología, Astrología, Homeopatía...) ¿por qué falta la voluntad en este caso concreto? Tienen varias respuestas para elegir, es un tema que no interesa, es un tema del que se evaluó mal su verdadera importancia, es un tema desconocido. Cada una de ellas, sin embargo, nos conduce a callejones sin salida.
Si el tema no es interesante para el escepticismo hispano ¿qué pretende éste? Porque el escepticismo, según todas las proclamas de asociaciones y particulares, pretende ser útil a la sociedad. Si ésta consume este tipo de escritos por centenares de millares (contando "El Código da Vinci" por millones) y nadie brinda la otra cara de la moneda ¿qué utilidad pública estamos desarrollando?
Si se evaluó mal su verdadera importancia, más vale que nos dediquemos a otra cosa porque eso significaría que estamos desvinculados de la realidad de una forma total y absoluta (algo que, por cierto, está más cerca de la verdad de lo que me gusta admitir, pero cuando el esoterismo está en la calle y el escepticismo se recluye en los claustros universitarios pasan estas cosas).
Si es un tema desconocido, nuevamente más vale que nos dediquemos a otra cosa. Las clases de "rennología" no se imparten en ninguna universidad. Para saber de este tema basta con preocuparse de buscar información (que, reitero, es fácilmente accesible) luego, si hay desconocimiento es, nuevamente, por una falta de interés con lo que entraríamos en una justificación de tipo circular.
Éste es el triste balance del asunto Rennes. El escepticismo español está totalmente falto de norte. Sólo funciona por impulsos personales que, como tal, no responden a las demandas sociales (por mucho que se pretenda lo contrario) sino al interés particular y, por desgracia, éste no suele corresponder a temas históricos dado que el escepticismo se considera como algo indisolublemente ligado al método científico (una chorrada impresionante, pero así es).
¿Y el futuro? Pues más negro que los cojones de un grillo. Lo siento, pero si alguien esperaba un final feliz no lo va a tener. Es más, todo lo que han leído hasta este momento sobre Rennes está anticuado y no sirve para nada como contestación a las actuales teorías sobre Rennes-le-Château. El Sr. Fernández Bueno va con quince años de retraso así que la contestación a sus afirmaciones también, pero hoy en día nadie (bueno, casi que algún nostálgico siempre queda) va diciendo cosas como que Jesús estuvo enterrado en "le tombeau des Pontils", que el contenido de los pergaminos es auténtico... No, las actuales investigaciones esotéricas sobre Rennes se encaminan por investigaciones sobre la relación de los diversos personajes (por ejemplo, de Alfred Saunière, el hermano de nuestro párroco) con movimientos masónicos y/o ocultistas. Ya les advertí que la capacidad de mutación de este asunto es asombrosa.
¿Moraleja? Pues que el escepticismo español queda muy bonito, organiza cursos universitarios para convencer a los que ya están convencidos, edita publicaciones para convencer a los que ya están convencidos y escribe blogs para convencer a los que ya están convencidos. Es decir, es un monumento al absurdo. En cualquier otro caso tampoco serviría para nada (lo de convencer de algo a quién no quiere ser convencido no suele dar buen resultado), pero al menos, y como dicen en "Zorba el griego": "Si ha de ser una derrota, que sea al menos una derrota grandiosa." Ahora, estamos abocados a una derrota de chiste (y como tome el relevo de las actuales generaciones de escritores esotéricos, alguien que sepa de qué habla nos deja a todos en pelotas en 5 minutos y le sobrarían 4) ¿Pueden cambiar las cosas? Pueden, y deben hacerlo. Ante un escepticismo elitista, faltón e ignorante tiene que surgir un escepticismo que baje a la calle, dialogante porque los escritores esotéricos y los escépticos nos necesitamos mutuamente, y que se preocupe por comprender (que no implica compartir) aquello de lo que hablemos con una postura crítica pero cercana a disciplinas como la Sociología y la Etnología más que a las Ciencias puras. Ése es el reto, y algunos estamos dispuestos a aceptarlo aunque eso implique convertirnos en blanco para unos y para otros.
Dicen que en Waterloo, cuando la batalla estaba perdida, los ingleses ofrecieron la rendición a lo que quedaba de la guardia mandada por Cambronne. Según las versiones puristas, éste respondió: "La guardia muere, pero no se rinde." Según otros, lo que realmente dijo fue: "¡Mierda! La guardia muere, pero no se rinde." Así que imito a Cambronne (que, por cierto, sobrevivió a la batalla aunque tan malherido que le dieron por muerto en un principio) y grito ¡Mierda!
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