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Escritos desde el páramo

Decimotercer misterio jocoso: Heterodoxos de verdad (y XX)

Viene de aquí
Terminadas con más pena que gloria la exposición de las teorías (hoy me siento generoso) de los Sres. Javaloys y Zuckerman, D. Lorenzo vuelve a reunirse con su álter ego, el maestro (¿de ebanistería? porque lo que es de otra cosa...) Geoffrey. Como viene siendo habitual, si el libro siempre es divertido, cuando aparece el magistral Geofredo es para desternillarse.
"Su rostro denotaba la excitación de aquel que después de décadas de soledad, después de batallas en la sombra y trabajo ingrato, se sentía, por fin, recompensado en la presencia de un joven que no solo le escuchaba, sino que además seguía sus "enseñanzas", atisbando los flecos que para otros, en su inmensa grandilocuencia, pasaron totalmente desapercibidos." (Pág. 203)
No me negarán que tiene mucha gracia que el Sr. Fernández Bueno hable de la "inmensa grandilocuencia" ajena ("Dijo la sartén al cazo: Apártate, que me tiznas"). Es aún mejor que Geoffrey se sienta realizado porque su "discípulo" ha entendido, después de arduas "investigaciones", lo mismito que está escrito en "El enigma sagrado". Así que menos décadas de soledad, batallas en la sombra y gaitas galaicas, porque el portentoso secreto está publicado (con éxito para mí incomprensible) desde el año 1982.
Por si acaso los lectores tuvieran el nivel intelectual de Dan Brown, Geoffrey-Fernández Bueno se siente en la necesidad de hacer un resumen de lo dicho hasta el momento así como de lo que va a venir, dos cosas completamente innecesarias porque no hay el menor peligro de que nadie olvide tan divertida sucesión de chorradas y lo que falta por llegar es completamente previsible.
No obstante, como hay que llenar páginas, nos dice lo siguiente:
"...la realidad textual de una historia que jamás debiera haber sido escrita: el matrimonio de Jesús y María Magdalena, reflejado en un episodio bíblico: las Bodas de Caná, y la descendencia que surgió de esa unión. Además los textos referían la marcha de Jesús tras escapar con vida de la crucifixión -si es que fue crucificado- a una región perdida situada al norte de la India, donde pasó sus últimos días, y el desembarco en costas francesas de su esposa María Magdalena con varios miembros del clan, apóstoles de la religión, así como los hijos de ambos." (Pág. 204)
¡Ay, Dios! La única pena, penita, pena, pena de mi corazón... es que todavía no nos ha explicado el extraño caso de la bilocación del cuerpo de Jesús. Ya saben, está sepultado en Cachemira desde que murió allí y también estaba cerca de Rennes-le-Château en el sepulcro de los Pontiles. No importa, como era hijo de Dios esas cosas estaban a su alcance. Si, a fin de cuentas, había al menos dos cabezas de Juan el Bautista ¿por qué no va a haber dos cuerpos de Jesús? Hombre, ya puestos a solucionar dudas, nos gustaría saber las causas de la separación entre Jesús y María Magdalena. ¿Alguna tercera persona? Debe ser eso, porque como Jesús, según Andreas Faber-Kaiser, tuvo hijos en Cachemira... Coñe, ya que ha adoptado las formas del periodismo (pido perdón a los profesionales del periodismo por llamarlo así) rosa de hacer declaraciones sin pruebas (porque ya hemos visto lo que valen las que ha presentado) porque añada un poco de cotilleo no va a pasar nada. ¿Y quién es ella, a qué dedica el tiempo libre...?
"Incluso también es probable, y a ello se refiere el autor que anteriormente has citado, que parte de los manuscritos descubiertos narraran la epopeya de Makhir-Natronai y su llegada al reino de los francos, donde acaudilló el principado de la Septimania como representante del linaje davídico." (Pág. 204)
No, hombre, no. Según me ha revelado el sabio maestro Yogourth, los manuscritos contenían los guiones de la séptima, octava y novena entrega de La Guarra (sic) de las Galaxias. Las pruebas de tan sensacional descubrimiento se harán públicas diez minutos después de que el Sr. Fernández Bueno presenta las que avalen sus propias afirmaciones (algo que no hay el menor peligro de que suceda, claro).
En fin, que después de tanto rollo macabeo, por fin revela la tercera pregunta que le hizo a Saqbel Zos (ya saben, el de la Comuna con pinta de puticlub de todo-a-100):
""¿Qué halló Sauniére?", le pregunté, esperando atisbar parte de la sabiduría oculta que según decían encerraba en su interior, pero que para mí resultaba críptica y exasperante. Mirándome fijamente, sin pestañear, murmuró: "la sangre de Cristo..."." (Pág. 206)
Para ese burro no hacían falta albardas. Que un cura católico encuentre la sangre de Cristo no es ninguna revelación de crípticos-secretos-misteriosos-y-esotéricos-que-no-deben-contarse. Según sus creencias eso es lo que pasa cada vez que consagran el vino (y considerando los miles de misas que cobraba por celebrar el amigo Saunière, eso debía pasar unas 20 veces al día). Vamos, que tener que pillarse un colocón de la leche para que te cuenten esa chorrada...
Bueno, con eso hemos acabado con el capítulo dedicado a los cátaros, pero no se alegren en exceso porque ahora llegan... ¡los Templarios! ¿A que nunca lo hubieran sospechado?
-Continuará-

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