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Escritos desde el páramo

Decimotercer misterio jocoso: Heterodoxos de verdad (XVI)

Viene de aquí
Después de esta nueva muestra (y van unas cuantas) de "Cómo meter la patita y no morir en el intento" el Sr. Fernández Bueno decide, sin duda agotado por la ímproba labor investigadora realizada (en este caso debería escribir "ínproba" porque no aporta ni una prueba de lo que afirma, aunque considerando el otro significado de ímprobo tampoco está mal el término -esto es un sarcasmo por mi parte-), ceder la palabra a D. Xavier Musquera lo que supone un inmenso alivio para el lector (al menos, para el lector que aún no se hubiera aliviado de risa -esto es otro sarcasmo-).
Aunque esto nos permite descansar de la prosa altisonante y bajosignificante (y van tres sarcasmos, por hoy es suficiente) de D. Lorenzo, y el Sr. Musquera en esta ocasión se limite a un estudio en principio más razonable, el de la búsqueda de petroglifos cátaros en las cavernas y spoulgas (grutas fortificadas) del antiguo condado de Foix, la verdad es que no termina de convencerme y eso que, después de la sucesión de chorradas perpetrada por el Sr. Fernández Bueno, lo de D. Xavier suena a música celestial (en realidad, después de esto, hasta La Terremoto de Alcorcón -vayan al artículo de 25 de noviembre y oirán lo que es caspa- suena a gloria). No obstante, hay algunas cosas que el Sr. Musquera no explica lo que tampoco es motivo para el asombro de los que aún nos acordamos de esto (caramba, ¡qué coincidencia! Un libro de D. Xavier en una colección dirigida por D. Lorenzo...)
Veamos. Las grutas del valle del Ariège han estado muy concurridas desde tiempos prehistóricos (la de Fontanet, sin ir más lejos, tiene pinturas datadas en el periodo magdaleniense). Además fueron refugio de eremitas, de gentes de paso de todo jaez y de perseguidos por causa de la justicia por motivos civiles y religiosos, sin olvidar las guarniciones de las spoulgas. Así que ¿por qué hemos de considerar alguno de los petroglifos como cátaros?
Obviamente, la respuesta debería ser que son cátaros aquellos símbolos que podamos relacionar con su propio corpus de creencias y sólo con él, dado que no podemos tener ninguna certeza de quiénes fueron en cada caso sus autores reales. En un mundo perfecto, debería ser así, pero lo que dice el Sr. Musquera es (y Leibnitz que se jo...robe y se aguante):
"A pesar de todo, a poco que se conozca la simbología cátara, podemos identificar fácilmente dichos símbolos; estrellas de cinco puntas, pentágonos, cruces solares, griegas y antropomorfas." (Pág. 184)
Pues nos quedamos como estábamos porque lo que no dice es lo que tendría que haber aclarado en primer lugar: de dónde se saca que esos signos son albigenses. En realidad, lo que hace D. Xavier es tautología pura y dura. Tenemos unas grutas en las que, dicen, se reunían los cátaros (después hablaremos de esta afirmación). En esas cuevas aparecen unos signos "raros" que, por tanto, consideramos albigenses. Posteriormente podemos comprobar qué petroglifos corresponden o no a una simbología cátara por comparación con la establecida de la manera que antes dijimos. Eso refuerza tanto la idea de que hay unos signos propios de los albigenses como que las cuevas eran lugares de reunión de los herejes. ¡Maravilloso ejemplo de demostración circular que en ningún momento prueba ni que la simbología cátara sea tal ni que las grutas fueran lugares de reunión de los albigenses!
La realidad, claro, es muy otra. Todos los signos supuestamente cátaros que cita ya existían antes de que los albigenses aparecieran en el Languedoc y fueron usados en la Edad Media en lugares que nada tuvieron que ver con los cátaros (la estrella de cinco puntas -que en el cristianismo significa las cinco heridas de Jesús crucificado- en Castrojeriz, por ejemplo, la cruz solar en la iglesia de Sutton en el Bedforshire...). Es más, lo de considerar una cruz (de cualquier tipo) como un signo albigense es de traca (y de las valencianas, que son más gordas) porque, sencillamente, al negar éstos que el sacrificio de Jesús en la cruz fuera real, para ellos no significaba más que un instrumento de ejecución al que despreciaban. Por ejemplo, Pierre Autier se reía de los que se persignaban asegurando que siempre parecía que estaban diciendo: "Aquí está la frente y aquí está la barba y aquí está una oreja y aquí está la otra." [1] (Pág. 330)
Si quieren ver una colección de signos de los que aparecen en estas grutas, pueden encontrarla aquí y, como verán, muchos de ellos son inequívocamente católicos como cruces o crismones (el símbolo formado por la unión de una X y una P -en griego, las iniciales de Jesucristo- rodeado por un círculo y al que en ocasiones se une la alfa y la omega).
¿Al menos los cátaros anduvieron por estas cuevas? Pues sí hay menciones a ello en las declaraciones ante la Inquisición (ya lo vimos en el caso del tesoro cátaro, y también hay declaraciones de que acudieron cátaros a la spoulga d´Ornolac) citándolas como sitios de paso o de ocultación pero nunca como un lugar de establecimiento permanente. No fueron algo semejante a Montségur o a Montaillou. La razón para ello es fácil de entender. Como refugio eran perfectas porque son grutas que poseen kilómetros y kilómetros de galerías aun hoy no exploradas en profundidad (de hecho, la galería con las pinturas rupestres de Fontanet sólo se encontró en la década de los 70). Sin embargo, para la religión cátara el tener un acceso rápido a los Perfectos era fundamental. Ya dijimos que el Consolamentum era recibido por muchos creyentes sólo a las puertas de la muerte y que era preciso para su salvación. Pueden imaginarse la angustia de la familia de un moribundo que tuviera que buscar a unos Perfectos que impartieran el sacramento si éstos estuvieran escondidos en "el quinto pino a mano izquierda". Tal vez la mayor tragedia del catarismo es ésa, que ni siquiera en el periodo de mayor persecución los Perfectos pudieron pasar a la clandestinidad absoluta. La Inquisición lo sabía y se aprovechó de ello. Por ejemplo, Jacques Autier y Prades Tavernier en septiembre de 1305 fueron requeridos para el Consolamentum de una mujer en Limoux sin saber que el que solicitaba sus servicios era un traidor. Si los Perfectos se ponían a salvo se convertían en inútiles para sus fieles, si no lo hacían, quedaban a merced de los delatores cada vez más abundantes pese al asesinato o el soborno de alguno de ellos como Guillaume Dejean. Resultado, que la mayoría acabaron en la hoguera.
Pese a todo ello, D. Xavier convierte estas grutas en unos lugares iniciáticos:
"Posteriormente, y después de aceptar la regla interior de los creyentes, el adepto penetraba en el segundo recinto. Allí sería preparado para entrar a la oquedad en la cual realizaba la iniciación completa, convirtiéndose en perfecto." (Pág. 184)
¿Cómorrrrr...? Menos mal que conservamos dos versiones de cómo se realizaba el Consolamentum (los llamados Ritual Occitano y Ritual Latino) porque si no a saber qué diría. La Consolación no era un sacramento iniciático ni esotérico. Al contrario, como era el día más importante de la vida de un cátaro era público (en los Rituales hay numerosas referencias a los asistentes y en las declaraciones ante la Inquisición numerosos testigos reconocen haber estado presentes en el Consolamentum de alguien -incluso gente que no era cátara sino familiar del creyente que recibía la ordenación-). Nadie dice nada de estas cuevas ni los Rituales señalan ninguna regla ni cartabón interior. ¿Cómo se desarrollaba la ceremonia? En el caso de que el receptor del Consolamentum no fuera un moribundo (en ese caso, se hacía una celebración abreviada) constaba de dos partes. Primero tenía lugar la Recepción de la Oración: El Anciano se dirigía a la asamblea reconociendo y pidiendo perdón por sus faltas. A continuación, los asistentes se lavaban las manos y el segundo Perfecto en dignidad tras el Anciano tenía que preparar una mesa, colocar un mantel sobre ella y un libro (los Evangelios) sobre el mantel haciendo series de tres reverencias al Anciano antes de cada uno de esos actos. Después, el creyente hacía el Melioramentum (es decir, se arrodillaba y con las palmas de las manos apoyadas en el suelo inclinaba tres veces la cabeza hasta besar las manos mientras solicitaba en las dos primeras ocasiones la bendición del Perfecto y que éste rezara por él, y en la tercera que rezara a Dios para que le concediera una buena muerte). A continuación se le entregaba el libro por mano del Anciano y éste predicaba al creyente. Después el Anciano rezaba el Padrenuestro siendo seguido por el creyente. A partir de ese momento el creyente tenía poder para recitar el Padrenuestro. A continuación repetía el Melioramentum y daba las gracias. Los asistentes realizaban dos peticiones de gracia y perdón y el creyente hacía lo mismo a continuación. Con esto concluía la primera parte.
La Consolación propiamente dicha podía tener lugar a continuación u otro día cualquiera. El creyente hacía el Melioramentum y recibía el libro de los evangelios de manos del Anciano. Éste le preguntaba si deseaba recibir el bautismo espiritual, le explicaba en qué consistía y cómo debía ser su vida a partir de ese momento. El creyente respondía que tenía la voluntad de recibirlo y rogaba a Dios que le diera fuerzas para cumplir con sus obligaciones. Después el Perfecto de mayor dignidad tras el Anciano y el creyente hacían un nuevo Melioramentum dirigido al Anciano y el Perfecto pedía que se le concediera el don solicitado. El creyente pedía perdón a Dios, a la iglesia y a los asistentes y éstos lo concedían. Entonces el Anciano tomaba el libro y se lo ponía al creyente sobre la cabeza. Después, todos los Perfectos colocaban su mano derecha sobre la cabeza del creyente. A continuación comenzaba una serie de letanías que concluían con el rezo del Padrenuestro y la lectura del Evangelio de San Juan. Después de una nueva serie de letanías, se besaban hombres con hombres y mujeres con mujeres como forma de darse la paz y con una nueva serie de oraciones terminaba la ceremonia.
¿Y dónde se celebraba? En los tiempos en que la persecución no había existido o no fue concienzuda, normalmente en las casas de los Perfectos a las que acudían incluso los moribundos que quedaban a su cuidado hasta que morían con lo que se evitaba que pudieran faltar incluso inadvertidamente (a los cátaros les daba igual la voluntariedad de los actos) a las obligaciones de su nuevo estado (si las vulneraban el Consolamentum quedaba sin efecto y tenían que ser reconsolados o no podían salvarse). Sin embargo, en tiempos de persecución eran los Perfectos los que acudían junto a los enfermos, bien es su propia casa o, si no era posible porque algún miembro de la familia fuera sospechoso de anticatarismo, en cualquier sitio incluso en el campo. Las dificultades para vigilar a los moribundos y que éstos no pudieran cometer falta alguna llegaron a tal extremo que acabó por imponerse la práctica de la endura, el ayuno hasta la muerte, a veces por voluntad del enfermo, a veces por orden del Perfecto contra el parecer del moribundo y, según parece en el caso del Languedoc y sin duda en Italia, en ocasiones llegando incluso al asesinato del nuevo Perfecto. No obstante ¿los Consolamenta de los no moribundos pudieron tener lugar en estas cuevas? Pues ni en el periodo de mayor persecución y de menores apoyos, ya en el S XIV, se hizo así. Por ejemplo, Jacques Autier fue consolado en casa de Arnaud Issaurat en Larnat (y no fue la única ceremonia de este tipo que se celebró en ese lugar) y, en otros casos, se envió a los creyentes (caso de Phillipe d´Alayrac) a Sicilia para recibir el Consolamentum. Vamos, que lo de las cuevas iniciáticas queda muy divertido, pero nada más.
Como no hay nada peor que ponerse a fabular sobre lo que uno imagina, D. Xavier dice:
"...el dibujo simplificado y de fácil interpretación del famoso ritual cátaro del consolamentum. Dicha representación está formada por la figura de pie efectúa el gesto de imposición de manos a otra figura, esta arrodillada, ambas enmarcadas por lo que pareec ser la entrada de una cueva. Después de algunas discusiones, llegamos a la conclusión de que, tratándose de pictogramas esquemáticos, no era lógico realizar distintos trazos inconexos para representar una gruta que obviamente se trata de un espacio cóncavo. Lo correcto hubiera sido efectuar un solo trazo en forma de semicírculo. Días después y algunos kilómetros al noroeste descubrimos un dolmen algo especial. Su altura no se corresponde con las medidas tradicionales que poseen dichos monumentos pues es muy superior a la media. Si sabemos que el hombre ha evolucionado en todos los aspectos, y si uno de ellos es el que hoy posee mayor estatura, comprobaremos que en pleno siglo XII podían permanecer de pie perfectamente bajo dicho dolmen." (Págs. 185-186)
Antes que nada, me encantaría que el Sr. Musquera me aclarase qué son "las medidas tradicionales" de un dolmen. Después, un dolmen en el que alguien hoy en día (no hay ninguna necesidad de irse al S XII) quepa de pie no es algo especial. Por ejemplo, los de Axeitos y Larrazpil tienen una altura de 2 m., el de Las Tapias de 2,5 m. y el Zafra IV tiene una altura máxima de 3,10 m. Dejemos esto de lado y vayamos al fondo del asunto. Ahora resulta que después de habernos contado que los Consolamenta tenían lugar en las grutas, ahora resulta que no, que eran en un dolmen pero que en las cuevas hacían grabados de su Consolación en el dolmen. Todo ello muy claro y muy racional, sí señor. Obviamente y como ya vimos que las Consolaciones tenían lugar en domicilios, si aceptáramos que este grabado representa esa ceremonia, las líneas rectas representarían las paredes y el techo de una habitación. Fin del misterio.
No obstante ¿representa un Consolamentum? Pues como D. Xavier habla mucho de este grabado pero no lo reproduce (sí aparecen unos con unos monigotes perfectamente prescindibles) sólo tenemos su descripción. En cualquier caso es raro que si es realmente una Consolación no aparezca el libro. Sin elementos definitorios, la escena se queda en una imposición de manos que puede representar tanto la Confirmación católica como la cura de un enfermo por parte del rey de Francia.
Y con esto concluye la participación (muy poco afortunada) del Sr. Musquera así que vuelve a primer plano D. Lorenzo, pero esto ya para mañana.
NOTAS:
[1] Citado en La otra historia de los Cátaros. Malcolm Lambert. Traducción de Albert Solé. Ed. Martínez Roca. Barcelona, 2001.
BIBLIOGRAFÍA:
Para la descripción del Consolamentum, véanse el Ritual Occitano y el Ritual Latino en Documentos Cátaros. No figura traductor. Ed. Jorge Antonio Mestas Ediciones. Madrid, 2001.
-Continuará-

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