Undécimo misterio jocoso: Los gatos de Jesús
Viene de aquí
"Evidentemente, uno de los puntos que mayor desesperación causó entre la comunidad de buscadores de tesoros, o de evidencias, fue el intentar conocer qué contenía la tumba del montículo, evitando en la medida de lo posible dañar su estructura. No en vano se convertía con el paso de los días en un lugar de culto al que acudían centenares de personas, convencidos de que se hallaban ante una reliquia de indudable valor espiritual, y dinerario. Pero como el alma humana en ocasiones es oscura y ambiciosa, a mediados de los años ochenta del pasado siglo un espécimen de difícil catalogación dinamitó la tumba, eliminando así el penúltimo vestigio de una trama sin igual. Y todo, para observar desconsolado cómo del interior únicamente se escapaba el aire, pues al margen del mismo, la sepultura estaba vacía." (Págs. 92-93)
Con estas palabras se refiere el Sr. Fernández Bueno a la conocida erróneamente como "La tumba de Arques" (y digo erróneamente porque estaba situada en el término de Peyrolles) de la que ya vimos imágenes en el artículo anterior. No es ésta la única mención que realiza D. Lorenzo. Dice también:
"Posiblemente, si existió, ya no halla vestigios de la tumba que reflejó en su cuadro." (pág. 137) olvidándose tanto de que ya había dicho con anterioridad que fue dinamitada a mediados de los 80 como de la ortografía y de la diferencia entre halla del verbo hallar y haya del verbo haber. Todavía volverá sobre el mismo tema para asegurar:
"Sí, allí estaba. Rodeada de varios pinos, arbustos a mansalva y un enorme nogal, una superficie de piedra rectangular con una cruz grabada a cincel. Era el último vestigio, la confirmación de que en ese lugar estuvo oculta, protegida de la maldad del hombre, la tumba de alguien muy especial..." (Págs. 138-139) Acompaña al texto una fotografía y junto a ella el siguiente comentario:
"Sobre este basamento se encontraba la tumba que pintó el enigmático Nicolas Poussin, con un paisaje muy singular al fondo." (Pág. 139)
Veamos, ¿no les suena raro que Francia que siempre se ha preocupado por proteger su patrimonio artístico permitiera la destrucción de una tumba antigua y más cuando ésta figuraba en la obra de Poussin? Siempre podemos pensar que la destrucción fue un acto vandálico, pero esto se alejaría de la realidad porque la demolición contó con el visto bueno del ayuntamiento de Peyrolles. ¿Se habían vuelto locos? No, sencillamente conocían la verdadera historia del sepulcro.
Comencemos por el principio. En 1878 Louis Fedié publicó un artículo sobre el folklore y la mitología de Peyrolles. Aunque sí habla de algunos monumentos antiguos que figuran en el folklore local (como un menhir) no dice ni una palabra sobre esta tumba. La razón para esa omisión es tan sencilla como que no existía.
En 1880 Louis Galibert adquiere la propiedad conocida como "Le moulin des Pontils" (El molino de los Pontiles) en la que estaba comprendida el paraje en que se levantaba la tumba de marras que, por ello, también es conocida como "Le tombeau des Pontils" (El sepulcro de los Pontiles). Las razones del Sr. Galibert eran de lo más prosaicas. Aprovechó el antiguo molino para construir una fábrica de entorchados para uso de los sastres militares. La corriente de agua que antes movía las ruedas se empleó para producir energía eléctrica para su uso industrial. El Sr. Galibert se transladó a sus nuevas posesiones en unión de su esposa Elisabeth.
En 1903 el albañil Bourrel de Rennes-les-Bains recibe el encargo de construir una tumba en la propiedad du moulin des Pontils, en la que es sepultada Elisabeth Galibert.
En 1921 la familia Galibert se translada a Limoux y quiere vender la propiedad, pero antes adquiere la parcela nº 647 en el cementerio de la localidad y el 12-XII-1921 hace construir una tumba reaprovechando los materiales del sepulcro de los Pontiles. Allí transladaron los restos mortales de Elisabeth Galibert.
Le moulin y los terrenos adyacentes fueron adquiridos por Emily Rivarès y su hijo, Louis Bertram Lawrence. Su madre y abuela (respectivamente) Marie Rivarès falleció en 1922 y fue sepultada embalsamada en Le moulin des Pontils. En 1931 murió también Emily Rivarès y fue enterrada junto con los cuerpos momificados de dos gatos. En 1933 Louis Lawrence quiso construir un monumento digno de la memoria de ambas mujeres y ordenó levantar el célebre sepulcro al que transladó los cuerpos de las difuntas y de los gatos. Louis Lawrence falleció en julio de 1954.
En 1988 el propietario du Moulin (que estaba hasta las narices de que su propiedad se viera invadida de continuo por toda clase de gente que iba a ver, a investigar... la tumba), el Sr. Roussett, decidió que "muerto el perro, se acabó la rabia" y demolió la tumba que de antigua no tenía nada (sólo tenía 55 años), como tampoco poseía ningún valor artístico y que, para entonces, estaba vacía (ya en 1972 se hicieron fotografías del interior que lo demuestran) al haberse trasladado los restos humanos y animales que había contenido.
Así pues cuando D. Lorenzo se refiere a que fue la "tumba de alguien muy especial", ¿debemos pensar que se refiere a las Sras. Marie o Elisabeth Rivarès o, tal vez, a los gatos momificados? Porque nadie más fue sepultado en esa tumba y, mucho menos, Jesús de Nazaret, supuesto esposo de María Magdalena.
Una y otra vez volvemos a María Magdalena. Así pues, hora es ya que nos ocupemos de este tema. Por de pronto ¿quién es María Magdalena? Los Evangelios hablan (a veces con cierta confusión) de tres personas distintas:
A) La pecadora anónima que unge los pies de Jesús. (Lucas 7, 36-50)
B) María Magdalena, de la que Jesús había expulsado a siete demonios, que forma parte de sus seguidores (Lucas 8, 1-3)
C) María de Betania, hermana de Lázaro y Marta (Lucas, 10 38-42)
Ahora es cuando viene el lío. Juan (Jn. 12, 1-8) presenta a María de Betania como protagonista de una unción en Betania después de resucitar a su hermano Lázaro. Este mismo episodio (sin nombrar a María por su nombre ni el milagro) aparece en Mateo 26, 6-13 y en Marcos 14, 3-9. ¿Es la misma unción u otra distinta de la que habla Lucas? Parece que son distintas, pero el mismo Juan (11, 1-2) identifica también a María de Betania como la protagonista de la primera unción y que, por tanto, puede ser asimilada a las pecadoras anónimas de Marcos, Mateo y Lucas. Sin embargo ¿María Magdalena y María de Betania son una misma persona? Pues sobre este tema ya hay que alejarse de los escritos evangélicos porque cuando María Magdalena adquiere protagonismo (en la Pasión y como testigo de la resurrección) no hay nada que permita esa identificación. Mateo 27, 55-56 presenta a María Magdalena como testigo de la crucifixión y en 28, 1-2 en el mismo papel en la resurrección (en ambos casos acompañada de la otra María -madre de Santiago y José-). Marcos hace lo propio en 15, 40-41 y en 16, 1-2 (en ambos casos acompañada de María -madre de Santiago el Menor y de José- y de Salomé. Lucas en 23, 49 se limita a decir que las mujeres que le acompañaban vieron la crucifixión desde lejos. En 24, 8-12 concreta un poco más y dice que eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago. Juan termina de liar la madeja y en 19, 25-28 asegura que María la madre de Jesús, María Magdalena y María de Cleofás (hermana de María, la madre de Jesús) se encontraban al pie de la cruz junto con el discípulo predilecto (según la tradición, el propio Juan). En 20,1 María Magdalena (sólo ella) encuentra el sepulcro vacío. Aparte de que esto deja en muy mal lugar cualquier intento de emplear los Evangelios como texto histórico, no permite la identificación entre María de Betania y María Magdalena que se limita a la tradición (y a la tradición latina, porque para la tradición griega son personas distintas).
Sin embargo, este follón no nos aclara qué tiene que ver María Magdalena (o María de Betania) con Francia. vamos a seguir en el terreno de la leyenda y aquí tenemos para elegir. Según la tradición oriental María Magdalena se fue a vivir a Éfeso junto a Juan y a María (la madre de Jesús). Murió allí y sus reliquias fueron transportadas a Constantinopla, al monasterio de San Lázaro. La tradición occidental es bien distinta. En el año 45 las persecuciones por parte de los judíos hacia los cristianos (muerte de San Esteban, protomártir) se recrudecieron. Con el ánimo de que murieran, los judíos introdujeron a los hermanos María Magdalena (como ya dijimos, la tradición occidental identifica a María de Betania con María Magdalena), Marta y Lázaro en una barca sin vela ni timón. Junto a ellos embarcaron Máximo, María la de Santiago, María Salomé, José de Arimatea (Grial incluido) y una sirviente, Sara. Es entonces cuando Dios obra el milagro de turno y conduce la barca hasta el delta del Ródano, en el lugar que hoy se llama (por obvios motivos) Saintes-Marie-de-la-Mer (Santas María del mar). Lázaro va a predicar a Marsella donde se establece. Máximo se traslada a Provenza donde funda una iglesia junto a una caverna llamada hoy de la Sainte-Baume (del Santo Bálsamo). A esa gruta se translada María Magdalena y allí vivirá durante treinta años en penitencia hasta su muerte. Fue sepultada en la cripta de la iglesia de San Máximo que fue enterrada en el S VIII para preservarla de la invasión musulmana. En 745 o 749 dos monjes de Vézelay fueron a recuperar las reliquias que condujeron a su localidad. Hoy sus restos se conservan en una de las más bellas iglesias románicas, Ste. Madeleine de Vézelay que durante la Edad Media se convirtió en el cuarto lugar (en cuanto a importancia) de peregrinación para la cristiandad (después de Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela). "Curiosamente" fue entonces cuando hizo su aparición esta leyenda que, evidentemente, no es más que el típico mito piadoso que intenta dar una coartada histórica a la aparición de unas "reliquias" más fraudulentas que una moneda de tres euros (como en el caso de la Sábana Santa o de la tumba de Santiago), como ya demostró Monseñor Louis Duchesne, con una actitud crítica que le valió que alguna de sus obras apareciese en el Index.
A esa leyenda (antigua pero mucho menos de lo que pretenden los autores actuales porque hablamos del S XII) ha venido a ser la panacea de todas las afirmaciones esotéricas actuales, desde que la Magdalena fue la mujer de Jesús (y eso que no dice nada que se le parezca) a que la criada Sara era la hija de Jesús y la Magdalena (aunque tampoco aparezca ese elemento en el mito para nada). Como dato curioso, esta Sara es especialmente venerada por el pueblo gitano que realiza una peregrinación anual (24 y 25 de mayo) al santuario de Saintes-Marie-de-la-Mer para sacar en procesión la escultura de Sara la Negra.
¿Comprenden ahora porqué el personaje de la Magdalena es omnipresente en toda esta zona? Pues no hay forma de que los escritores esotéricos lo entiendan. Claro que después de ver cómo la supuesta tumba de Jesús no ha contenido más que dos mujeres y dos gatos, todo lo demás parece un pecadillo venial.
Y con esto termina la crítica de la parte dedicada a Rennes-le-Château aunque no la del libro porque todavía tendremos que hablas de cátaros, templarios, Vírgenes Negras... No obstante, antes de seguir esos caminos hay un par de cosas que me gustaría hacer, la primera hablar de cómo se suprimen y añaden líneas a una traducción y, la segunda, del deplorable papel del escepticismo en español en este caso. Así que, para desgracia de todos Vds.,
-Continuará-
"Evidentemente, uno de los puntos que mayor desesperación causó entre la comunidad de buscadores de tesoros, o de evidencias, fue el intentar conocer qué contenía la tumba del montículo, evitando en la medida de lo posible dañar su estructura. No en vano se convertía con el paso de los días en un lugar de culto al que acudían centenares de personas, convencidos de que se hallaban ante una reliquia de indudable valor espiritual, y dinerario. Pero como el alma humana en ocasiones es oscura y ambiciosa, a mediados de los años ochenta del pasado siglo un espécimen de difícil catalogación dinamitó la tumba, eliminando así el penúltimo vestigio de una trama sin igual. Y todo, para observar desconsolado cómo del interior únicamente se escapaba el aire, pues al margen del mismo, la sepultura estaba vacía." (Págs. 92-93)
Con estas palabras se refiere el Sr. Fernández Bueno a la conocida erróneamente como "La tumba de Arques" (y digo erróneamente porque estaba situada en el término de Peyrolles) de la que ya vimos imágenes en el artículo anterior. No es ésta la única mención que realiza D. Lorenzo. Dice también:
"Posiblemente, si existió, ya no halla vestigios de la tumba que reflejó en su cuadro." (pág. 137) olvidándose tanto de que ya había dicho con anterioridad que fue dinamitada a mediados de los 80 como de la ortografía y de la diferencia entre halla del verbo hallar y haya del verbo haber. Todavía volverá sobre el mismo tema para asegurar:
"Sí, allí estaba. Rodeada de varios pinos, arbustos a mansalva y un enorme nogal, una superficie de piedra rectangular con una cruz grabada a cincel. Era el último vestigio, la confirmación de que en ese lugar estuvo oculta, protegida de la maldad del hombre, la tumba de alguien muy especial..." (Págs. 138-139) Acompaña al texto una fotografía y junto a ella el siguiente comentario:
"Sobre este basamento se encontraba la tumba que pintó el enigmático Nicolas Poussin, con un paisaje muy singular al fondo." (Pág. 139)
Veamos, ¿no les suena raro que Francia que siempre se ha preocupado por proteger su patrimonio artístico permitiera la destrucción de una tumba antigua y más cuando ésta figuraba en la obra de Poussin? Siempre podemos pensar que la destrucción fue un acto vandálico, pero esto se alejaría de la realidad porque la demolición contó con el visto bueno del ayuntamiento de Peyrolles. ¿Se habían vuelto locos? No, sencillamente conocían la verdadera historia del sepulcro.
Comencemos por el principio. En 1878 Louis Fedié publicó un artículo sobre el folklore y la mitología de Peyrolles. Aunque sí habla de algunos monumentos antiguos que figuran en el folklore local (como un menhir) no dice ni una palabra sobre esta tumba. La razón para esa omisión es tan sencilla como que no existía.
En 1880 Louis Galibert adquiere la propiedad conocida como "Le moulin des Pontils" (El molino de los Pontiles) en la que estaba comprendida el paraje en que se levantaba la tumba de marras que, por ello, también es conocida como "Le tombeau des Pontils" (El sepulcro de los Pontiles). Las razones del Sr. Galibert eran de lo más prosaicas. Aprovechó el antiguo molino para construir una fábrica de entorchados para uso de los sastres militares. La corriente de agua que antes movía las ruedas se empleó para producir energía eléctrica para su uso industrial. El Sr. Galibert se transladó a sus nuevas posesiones en unión de su esposa Elisabeth.
En 1903 el albañil Bourrel de Rennes-les-Bains recibe el encargo de construir una tumba en la propiedad du moulin des Pontils, en la que es sepultada Elisabeth Galibert.
En 1921 la familia Galibert se translada a Limoux y quiere vender la propiedad, pero antes adquiere la parcela nº 647 en el cementerio de la localidad y el 12-XII-1921 hace construir una tumba reaprovechando los materiales del sepulcro de los Pontiles. Allí transladaron los restos mortales de Elisabeth Galibert.
Le moulin y los terrenos adyacentes fueron adquiridos por Emily Rivarès y su hijo, Louis Bertram Lawrence. Su madre y abuela (respectivamente) Marie Rivarès falleció en 1922 y fue sepultada embalsamada en Le moulin des Pontils. En 1931 murió también Emily Rivarès y fue enterrada junto con los cuerpos momificados de dos gatos. En 1933 Louis Lawrence quiso construir un monumento digno de la memoria de ambas mujeres y ordenó levantar el célebre sepulcro al que transladó los cuerpos de las difuntas y de los gatos. Louis Lawrence falleció en julio de 1954.
En 1988 el propietario du Moulin (que estaba hasta las narices de que su propiedad se viera invadida de continuo por toda clase de gente que iba a ver, a investigar... la tumba), el Sr. Roussett, decidió que "muerto el perro, se acabó la rabia" y demolió la tumba que de antigua no tenía nada (sólo tenía 55 años), como tampoco poseía ningún valor artístico y que, para entonces, estaba vacía (ya en 1972 se hicieron fotografías del interior que lo demuestran) al haberse trasladado los restos humanos y animales que había contenido.
Así pues cuando D. Lorenzo se refiere a que fue la "tumba de alguien muy especial", ¿debemos pensar que se refiere a las Sras. Marie o Elisabeth Rivarès o, tal vez, a los gatos momificados? Porque nadie más fue sepultado en esa tumba y, mucho menos, Jesús de Nazaret, supuesto esposo de María Magdalena.
Una y otra vez volvemos a María Magdalena. Así pues, hora es ya que nos ocupemos de este tema. Por de pronto ¿quién es María Magdalena? Los Evangelios hablan (a veces con cierta confusión) de tres personas distintas:
A) La pecadora anónima que unge los pies de Jesús. (Lucas 7, 36-50)
B) María Magdalena, de la que Jesús había expulsado a siete demonios, que forma parte de sus seguidores (Lucas 8, 1-3)
C) María de Betania, hermana de Lázaro y Marta (Lucas, 10 38-42)
Ahora es cuando viene el lío. Juan (Jn. 12, 1-8) presenta a María de Betania como protagonista de una unción en Betania después de resucitar a su hermano Lázaro. Este mismo episodio (sin nombrar a María por su nombre ni el milagro) aparece en Mateo 26, 6-13 y en Marcos 14, 3-9. ¿Es la misma unción u otra distinta de la que habla Lucas? Parece que son distintas, pero el mismo Juan (11, 1-2) identifica también a María de Betania como la protagonista de la primera unción y que, por tanto, puede ser asimilada a las pecadoras anónimas de Marcos, Mateo y Lucas. Sin embargo ¿María Magdalena y María de Betania son una misma persona? Pues sobre este tema ya hay que alejarse de los escritos evangélicos porque cuando María Magdalena adquiere protagonismo (en la Pasión y como testigo de la resurrección) no hay nada que permita esa identificación. Mateo 27, 55-56 presenta a María Magdalena como testigo de la crucifixión y en 28, 1-2 en el mismo papel en la resurrección (en ambos casos acompañada de la otra María -madre de Santiago y José-). Marcos hace lo propio en 15, 40-41 y en 16, 1-2 (en ambos casos acompañada de María -madre de Santiago el Menor y de José- y de Salomé. Lucas en 23, 49 se limita a decir que las mujeres que le acompañaban vieron la crucifixión desde lejos. En 24, 8-12 concreta un poco más y dice que eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago. Juan termina de liar la madeja y en 19, 25-28 asegura que María la madre de Jesús, María Magdalena y María de Cleofás (hermana de María, la madre de Jesús) se encontraban al pie de la cruz junto con el discípulo predilecto (según la tradición, el propio Juan). En 20,1 María Magdalena (sólo ella) encuentra el sepulcro vacío. Aparte de que esto deja en muy mal lugar cualquier intento de emplear los Evangelios como texto histórico, no permite la identificación entre María de Betania y María Magdalena que se limita a la tradición (y a la tradición latina, porque para la tradición griega son personas distintas).
Sin embargo, este follón no nos aclara qué tiene que ver María Magdalena (o María de Betania) con Francia. vamos a seguir en el terreno de la leyenda y aquí tenemos para elegir. Según la tradición oriental María Magdalena se fue a vivir a Éfeso junto a Juan y a María (la madre de Jesús). Murió allí y sus reliquias fueron transportadas a Constantinopla, al monasterio de San Lázaro. La tradición occidental es bien distinta. En el año 45 las persecuciones por parte de los judíos hacia los cristianos (muerte de San Esteban, protomártir) se recrudecieron. Con el ánimo de que murieran, los judíos introdujeron a los hermanos María Magdalena (como ya dijimos, la tradición occidental identifica a María de Betania con María Magdalena), Marta y Lázaro en una barca sin vela ni timón. Junto a ellos embarcaron Máximo, María la de Santiago, María Salomé, José de Arimatea (Grial incluido) y una sirviente, Sara. Es entonces cuando Dios obra el milagro de turno y conduce la barca hasta el delta del Ródano, en el lugar que hoy se llama (por obvios motivos) Saintes-Marie-de-la-Mer (Santas María del mar). Lázaro va a predicar a Marsella donde se establece. Máximo se traslada a Provenza donde funda una iglesia junto a una caverna llamada hoy de la Sainte-Baume (del Santo Bálsamo). A esa gruta se translada María Magdalena y allí vivirá durante treinta años en penitencia hasta su muerte. Fue sepultada en la cripta de la iglesia de San Máximo que fue enterrada en el S VIII para preservarla de la invasión musulmana. En 745 o 749 dos monjes de Vézelay fueron a recuperar las reliquias que condujeron a su localidad. Hoy sus restos se conservan en una de las más bellas iglesias románicas, Ste. Madeleine de Vézelay que durante la Edad Media se convirtió en el cuarto lugar (en cuanto a importancia) de peregrinación para la cristiandad (después de Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela). "Curiosamente" fue entonces cuando hizo su aparición esta leyenda que, evidentemente, no es más que el típico mito piadoso que intenta dar una coartada histórica a la aparición de unas "reliquias" más fraudulentas que una moneda de tres euros (como en el caso de la Sábana Santa o de la tumba de Santiago), como ya demostró Monseñor Louis Duchesne, con una actitud crítica que le valió que alguna de sus obras apareciese en el Index.
A esa leyenda (antigua pero mucho menos de lo que pretenden los autores actuales porque hablamos del S XII) ha venido a ser la panacea de todas las afirmaciones esotéricas actuales, desde que la Magdalena fue la mujer de Jesús (y eso que no dice nada que se le parezca) a que la criada Sara era la hija de Jesús y la Magdalena (aunque tampoco aparezca ese elemento en el mito para nada). Como dato curioso, esta Sara es especialmente venerada por el pueblo gitano que realiza una peregrinación anual (24 y 25 de mayo) al santuario de Saintes-Marie-de-la-Mer para sacar en procesión la escultura de Sara la Negra.
¿Comprenden ahora porqué el personaje de la Magdalena es omnipresente en toda esta zona? Pues no hay forma de que los escritores esotéricos lo entiendan. Claro que después de ver cómo la supuesta tumba de Jesús no ha contenido más que dos mujeres y dos gatos, todo lo demás parece un pecadillo venial.
Y con esto termina la crítica de la parte dedicada a Rennes-le-Château aunque no la del libro porque todavía tendremos que hablas de cátaros, templarios, Vírgenes Negras... No obstante, antes de seguir esos caminos hay un par de cosas que me gustaría hacer, la primera hablar de cómo se suprimen y añaden líneas a una traducción y, la segunda, del deplorable papel del escepticismo en español en este caso. Así que, para desgracia de todos Vds.,
-Continuará-
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