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Escritos desde el páramo

Aprendamos del pasado

 

 

 

Que me apasiona la Historia no es ningún secreto. Tampoco desvelo ningún conocimiento esotérico al afirmar que la Historia no es algo muerto como tampoco consiste en la acumulación de unos conocimientos enciclopédicos absolutamente inútiles. Al contrario, la Historia es la comprensión de algo tan humano y tan vivo como la sociedad. Le debemos a Aristóteles la que posiblemente sea la mejor definición del hombre, somos animales sociales. No somos los únicos pero nuestra sociedad, al contrario de las formadas por otros animales, evoluciona. No obedecemos ciegamente a un instinto gregario sino que intentamos responder en cada momento a los retos con los que nos enfrentamos. En un mundo cambiante, los sociedades no son inmutables. Conocer y comprender esas variaciones es lo que pretendemos al estudiar la Historia.

No obstante, el hablar de la sociedad en su conjunto es algo inabordable. De ahí nace la necesidad de la especialización que puede ser temática, geográfica, temporal... (y no son excluyentes). Nos encontramos así con historiadores del arte, de la ciencia, de la economía... o con historiadores de Castilla y León, de Euskadi... o con historiadores de la América colonial, del siglo XIX... sencillamente para poder profundizar en el objeto de estudio; pero nunca debemos olvidar que esa compartimentación es una entelequia, que, por ejemplo, la España visigoda no surgió de la nada cuando los "bárbaros" aparecieron en la Hispania romana como tampocó acabó en polvo y cenizas cuando los "moros" cruzaron el Estrecho de Gibraltar. A veces el fijarnos en un detalle puede hacer que perdamos de vista el conjunto e, incluso, que olvidemos que el conjunto existe. Ése es el gran peligro de la especialización excesiva que tiene su contrapartida, una generalización abusiva que olvide detalles significativos.

Vamos con un ejemplo. En este país tan políticamente correcto los historiadores militares brillan por su ausencia (excepciones hay, pero pocas). Hemos pasado de una historia concebida como una sucesión de "batallitas" (incluso magnificadas o directamente inventadas) a una historia sin conflictos bélicos. Ya sé que eso es un poco exagerado pero ¿qué significa para Vds. el nombre de Atapuerca? El yacimiento burgalés en el que han aparecido los restos humanos fósiles más antiguos de Europa etc. etc. ¿Qué les dice la batalla de Atapuerca? Sospecho que no sabrían de qué estoy hablando. Tal vez sí reconozcan los nombres de Crécy o Agincourt (o Azincourt) pero ¿sabrían explicar por qué ambos ejércitos tenían una concepción bélica diferente, por qué en ambas ocasiones los ingleses derrotaron a los franceses y qué importantísima repercusión social tuvieron esas batallas? Si son capaces, mi más cordial enhorabuena, en caso contrario ambos ejércitos reflejaban sus propias sociedades, la Francia feudal presentó un ejército basado en la nobleza y, por tanto, en su arma por excelencia, la caballería acorazada mientras que el ejército inglés se basaba en plebeyos que eran particularmente diestros en el manejo del arco largo. El resultado es que la caballería acorazada que se creía prácticamente inmune a todo lo que no fuera otro caballero fue masacrada por los arqueros ingleses y galeses puestos que las flechas arrojadas con el arco largo eran capaces de atravesar no sólo las bardas de las monturas sino también las armaduras de placas de los caballeros franceses. Por supuesto, la derrota de los caballeros a manos de los villanos supuso el inicio del fin de la nobleza como clase social todopoderosa.

Como verán, la historia bélica es algo mucho más importante que "Batalla de las Navas de Tolosa en 1212..." si consideramos que los ejércitos reflejaban la sociedad de la que nacían y que combatían de acuerdo a unos supuestos intelectuales propios de su época. Consciente de todo ello el historiador Geoffrey Regan escribió Historia de la incompetencia militar texto sobre el que debo hacer una advertencia previa, no piensen que para el Sr. Regan incompetencia militar es un pleonasmo. Él habla de militares que demostraron su incompetencia a las claras. Si piensan que estamos ante un planfleto antibelicista o un libelo contra la milicia están muy equivocados. También lo estarán si piensan lo contrario, que es un opúsculo belicista o una oda a la carrera militar. Incompetentes hay en todas partes, pero la incompetencia en un militar en caso de guerra puede suponer millares de muertos algo que no sucede en prácticamente ninguna otra profesión. Por eso sus errores son más visibles y también resultan dignos de la atención del historiador.

La obra del Sr. Regan está dividida en dos partes, en al primera teoriza sobre los errores militares, en la segunda narra los errores que se cometieron en batallas reales. Para el Sr. Regan los errores pueden dividirse en tres categorías, los errores de los mandos (cobardía, temeridad, desconocimiento...), los errores de planificación y estrategia (mala información, equipamiento inadecuado...) y los errores políticos (confusión entre objetivos políticos y militares...) que, por supuesto, pueden aparecer solos o en compañía de otros.

En la segunda parte repasa los errores cometidos en guerras varias de las que tres tienen relación con nuestro país, la expedición inglesa contra Cádiz (una narración tan absurda que de no ser por las referencias que atestiguan la realidad de los hechos estaría tentado de considerarla como una muestra de humor británico), la batalla de las Lomas de San Juan (o de cómo españoles y estadounidenses rivalizaron en cometer despropósitos) y el desastre de Annual (o de cómo la corrupción de los altos mandos acabó afectando a todo el ejército). Todo ello supone un adecuado contrapunto a cierta glorificación de la milicia que puede resultar muy peligrosa por lo que supone de enmascaramiento de una realidad brutal. Pongamos un ejemplo. Supongo que han visto Vds. la película Glory sobre la historia del Regimiento nº 54 de Voluntarios de Massachusetts (formado por soldados de color... negro) al mando del coronel Robert Gould Shaw (de color... blanco) y de cómo unos y otro murieron heroicamente al intentar tomar el Fuerte Wagner. Sospecho que nunca verán una película sobre la Batalla del Cráter (bueno, si he de ser sincero, sí aparece en Cold Mountain) y sobre cómo las USCT fueron enviadas por el general Edward Ferrero a una muerte absurda (por cierto, mientras él y el general James H. Ledlie tomaban unas copitas en lugar seguro).

Las descripciones del Sr. Regan son realistas lo que hace que sean, con frecuencia, desagradables (si conocen a alguien que piense que la guerra es algo glorioso aléjense de él por si la estupidez pudiera ser contagiosa) pero el Sr. Regan tampoco quiere caer en la utopía del pacifismo a cualquier precio porque otro de los grandes errores de los que habla en su libro fue la falta de preparación del ejército británico en las vísperas de la II Guerra Mundial, consecuencia de la política de apaciguamiento de Neville Chamberlain con la Alemania de Hitler, una política tan absurda que casi consiguió la ironía de que las teorías militares del capitán Liddell Hart sobre la guerra basada en la movilidad de los carros de combate modernos derrotaran a su propio país que no las hizo ni puñetero caso, error que no cometió un tal Heinz Guderian que tradujo sus trabajos (y los de J. F. C. Fuller) al alemán.

Sin embargo, todo esto es Historia. Ya ha pasado, pero ¿no va a volver a repetirse? En mi opinión (siéntase en libertad de discrepar) ya se está repitiendo en Afganistán. Uno de los posible errores de los que habla el Sr. Regan es la confusión entre objetivos políticos y militares. Impedir que los talibán reconquisten el poder en ese país asiático no es un objetivo militar sino político. Reconstruir un país destrozado después de años de guerra no es un objetivo militar. Crear un estado donde hoy sólo existen tribus enfrentadas no es un objetivo militar. Las fuerzas armadas tendrán que procurar protección a los que desarrollen los trabajos para lograr esos fines, pero pretender que sean los militares los que lo hagan es tan absurdo como pretender que sean las ONGs las que porporcionen apoyo armado. Ya, ya sé que en este país alguno cree que el Ejército es una ONG, pero también hay alguno que cree que El Código da Vinci es una gran novela y eso no lo convierte en una realidad.

¿Qué salida hay para el problema afgano? No lo sé, pero sí creo que seguir como hasta el momento, con todo reducido a una cuestión militar, es persistir en un monumental error, el de pretender que las Fuerzas Armadas desarrollen trabajos que escapan a sus conocimientos y experiencia.

Post Sciptum: Por una de las trágicas coincidencias de la vida, pocas horas después de escribir este artículo conocimos esta noticia. Eso me reafirma en mi convencimiento de que la presencia militar española en Afganistán en la situación actual es un inmenso error al que habría que poner fin inmediatamente. Me duele que militares de mi país estén muriendo. Me indigna que lo hagan en vano. Pido, pues, el inmediato regreso de las tropas españolas o que, en caso contrario, nos aclaren a todos nosotros qué objetivos militares son los que tienen encomendados y si éstos se reducen a sostener un gobierno corrupto como el de Karzai.

 

 

 

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