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Escritos desde el páramo

En busca del chocolate del loro: Orión y otras hierbas (VII)

Viene de aquí
Si hasta el momento Bauval y su corifeo hispano se habían mantenido en los terrenos de lo plausible, el desbarre se aproxima. La hipótesis de la correspondencia entre las pirámides de Giza y las estrellas del Cinturón de Orión no es ningún disparate aunque yo no pueda compartirla por el error cometido por el Sr. Bauval en su defensa, ignorar sistemáticamente todo aquello que pueda poner en duda su teoría. ¿Que en los TP aparecen mencionadas otras estrellas además de Orión? No importa. ¿Que, además, existen serias dudas acerca de a qué se referían los antiguos egipcios con "Orión"? No importa. ¿Que los canales estelares "apuntan" a otras estrellas aparte de Orión? No importa. ¿Que existen razones orográficas que explican la colocación de las pirámides al margen de cualquier "plan estelar"? No importa. ¿Que Djedefre, hijo y sucesor de Jufu, no construyó su pirámide en Giza? Bueno, extendemos la teoría inicial a pirámides fuera de Giza que corresponderían con otras estrellas de Orión para poder sostener que Djedefre sí continuó con el plan paterno pero como eso conduce a auténticos disparates volvemos a la tesis original... sin haber explicado finalmente nada sobre el "olvido" del supuesto plan estelar por parte de Djedefre.
Ante esa situación, Bauval tenía dos opciones para mantener el debate dentro de los límites admisibles en Historia, responder a esas contra-argumentaciones o abandonar su tesis. Optó por una tercera, la huida con armas y bagajes al campo del esoterismo. Por supuesto esa actitud se tradujo en el rechazo de la teoría Giza-Orión (que no había sido mal recibida en un principio) no por los devaneos de Bauval con la pseudohistoria sino porque ése es el destino de cualquier hipótesis cuyo proponente sea incapaz de dar cumplida respuesta a las críticas que se formulen contra ella.
Sin embargo, la teoría que Bauval se mostró incapaz de defender frente a las críticas tenía un grave defecto para poder triunfar en el mundo esotérico. Ya lo dijimos al comienzo de esta serie de artículos ¿qué habría de sorprendente en que los antiguos egicios hubieran reproducido en la Tierra la imagen del Cinturón de Orión que, supuestamente, estaba muy vinculado con sus creencias religiosas? Prescindan de la aureola mítica que rodea a Egipto en general, a las pirámides de Giza en particular y a la Gran Pirámide en concreto, y la respuesta es "nada".
Los temas tan caros al esoterismo de las supuestas propiedades energéticas de las pirámides, de la imposibilidad de su construcción, de los supuestos grandes conocimientos tecnológicos que, según los gustos de cada cual, procederían de la Atlántida, Lemuria o de Raticulín de Arriba... son inherentes a las pirámides pero ajenas a que éstas se edificaran imitando a un asterismo visible a ojo desnudo, donde al horus de turno le saliera de sus sagrados tegumentos procreativos o bien donde recomendara el sufrido ingeniero de caminos, canales estelares y pirámides.
La hipótesis inicial de Bauval era, por ello, demasiado "sosa" para hacer frente a competidoras tan cualificadas como la teoría que afirma que las pirámides son una especie de señales de lugares que poseen una extraordinaria energía telúrica (ésa que ni Rita la Churrera ha sido capaz de detectar nunca), que las pirámides eran, en realidad, centrales nucleares (supongo que el sarcófago de Jufu sería, en tal caso, el panel de control del Homer Simpson de turno)... y demás afirmaciones igualmente peregrinas que han llegado a formularse al respecto.
Sin embargo ese problema tiene fácil solución, añadir elementos cada vez más disparatados a la tesis inicial:
"Hasta cierto punto era previsible. Si la teoría de la correlación de las pirámides con el cinturón de Orión era tan correcta como parecía a simple vista, ¿por qué no pensar que el resto de monumentos de Giza tuvieran también un significado astronómico para sus constructores? ¿Por qué no iba a tenerlo, sin ir más lejos la propia Esfinge?" (Pág. 32)
Es decir, partimos de una hipótesis no demostrada y la extendemos sin prueba alguna a otras construcciones. Bueno, ya que alguno piensa que la meseta de Giza era algo así como el Planetario de Pamplona (ignoro si con capas rojas o sin ellas) tal vez tenga a bien informarnos del significado de las Pirámides de las Reinas de Jufu y Menkaure, de las Pirámides Subsidiarias de Jufu y Jafra, de los Templos superiores e inferiores, de las mastabas como la del príncipe Hemiunu... y demás monumentos que también existen en Giza. Sin embargo parece que éstos son prescindibles, que sólo tienen importancia astronómica las pirámides principales y la Esfinge. Este "olvido" ¿tendrá algo que ver, por ventura, con el hecho de que cuantos menos elementos tomemos en consideración es más probable que se parezcan, por pura casualidad, a cuerpos celestes?
"En uno de sus últimos libros, Bauval afirmaba que la Gran Esfinge había sido construida, entre otras cosas, como una especie de gran marcador de los equinoccios. Durante dos días al año (alrededor del 21 de marzo y el 21 de septiembre, al principio de la primavera y el otoño, respectivamente), el día y la noche tienen exactamente la misma duración. Además, a diferencia de los solsticios, el sol durante esos dos momentos, surge exactamente por el este, proporcionando un dato geoastronómico de inestimable valor para la fijación del resto de los puntos cardinales." (Pág. 32)
Vaya, las tres pirámides principales de Giza corresponden a las tres estrellas del Cinturón de Orión, pero la Esfinge de Giza nada tiene que ver con Orión y sí con la salida del sol en los equinoccios. ¡Cuánta variedad!
En fin... ¿los antiguos egipcios emplearon ese supuesto conocimiento astronómico para determinar con precisión los puntos cardinales? Pues no, y no será por falta de interés porque intentaron que las pirámides estuvieran perfectamente orientadas... y nunca lo lograron. En la que más se aproximaron fue en la cara norte de la pirámide de Jufu (curiosamente cuando aún no había sido esculpida la Esfinge) que presenta una desviación de 3´ ("sorprendentemente", la cara este presenta una desviación de 5´). Antes y después esa diferencia aumenta lo que demuestra que emplearon un sistema de orientación menos estable, posiblemente la determinación del norte mediante estrellas.
Por otra parte, la Esfinge no es una escultura que se levantara en un lugar previamente elegido tras arduos cálculos realizados por el Astrónomo Real para la Ubicación de Esfinges sino que, sencillamente, el cuerpo del león se talló en un afloramiento de caliza de pésima calidad y que, por tal motivo, no podía ser empleado en la construcción de las pirámides. Nuevamente es una circunstacia geológica lo que determina la orientación del monumento en este caso en un eje este-oeste.
"Los egipcios dieron su justa importancia a este fenómeno, orientando la Esfinge hacia el lugar equinoccial del horizonte de Giza." (Pág. 32)
Repetimos lo anteriormente dicho, la orientación de la Esfinge viene dada por la del afloramiento en el que se esculpió. Sí, los egipcios podían haber tallado la Esfinge al revés y poner la cabeza en la cola (al oeste) y viceversa, pero una escultura del horus no hubiera quedado muy bien que mostrara el cu... al sol naciente que, a fin de cuentas, es otro de los símbolos de la resurrección del faraón.
Hasta el momento hemos asistido a dos clases de afirmaciones distintas, por un lado las que conciernen a la correspondencia (supuesta) entre las estrellas del Cinturón de Orión y las pirámides de Giza y, por otro lado, las que proponen la supuesta orientación de la Esfinge hacia la salida del sol en los equinoccios. Ahora comienza el pandemónium de la mano de Graham Hancock. ¿De quién?
Por si no les suena el nombre (lo que no tendría nada de extraño dado que Mr. Hancock parece no existir para el escepticismo hispano dado que prácticamente nunca se ha ocupado de la obra de este personaje) diremos que es, posiblemente, el aspirante más cualificado para ocupar el trono del reino de la pseudoarqueología imaginaria, vacante desde que von Däniken perdió el favor popular.
Permítanme que les haga un breve resumen de sus hitos como escritor esotérico. Comenzó a lo Indiana Jones, buscando (y encontrando) el Arca de la Alianza en su libro "Símbolo y señal" (The Sign and the Seal) en 1992, aunque al contrario que el héroe cinematográfico, él lo localizó en una iglesia etíope, concretamente en la de Santa María en Aksum (francamente, me gusta más lo de la tumba egipcia, las serpientes...). Bueno, debería haber dicho que supuestamente localizó porque ni siquiera pudo verla y menos aún presentar prueba alguna de ello, más allá de lo que dice la tradición etíope sobre el Arca y que ya era conocida mucho antes de que el escocés se metiera a escribir su obra.
A continuación perpetró "Las huellas de los dioses" (Fingerprints of the Gods) en 1995, libro del que no me resisto a copiar el resumen de su temática que realiza el Sr. Sierra, defiende "la existencia de una avanzada civilización que vivió antes de la última era glacial en la Antártida," (Pág. 33) Por cierto, si el título le suena conocido, como si tuviera reminiscencias dänikenianas, pues sepan que van muy bien encaminados. Así pues, nuestro "admirado escritor" pasó de émulo de Indiana Jones (aunque más lo parezca de su hermano Queco) a serlo de Arthur Gordon Pyme.
Tres añitos después, nuevo éxito al canto, "El misterio de Marte" (The Mars Mystery) en 1998 en el que, entre otras cosas, trata el tema de la Cara de Marte. Su referente de ficción parece, es esta ocasión, el barón de Munchaussen.
En ese mismo año (sin duda, no acabó herniado con las chorradas marcianas) dio a luz "El espejo del paraíso" (Heaven´s Mirror) un título desternillante en el que, entre otras cosas, podrán encontrarse con la evocación de los moais de la isla de Pascua levitando o andando por el poder mágico de los sacerdotes. Después de esto, la única comparación que se me ocurre con un personaje de ficción es con el príncipe Myshkin.
No crean, sin embargo, que el escritor escocés agotó todo su tiempo en ir en busca del arca perdida (¿otro más? Que se ponga a la cola y espere su turno), de civilizaciones antárticas (¿los hombres-pingüino?), del careto de Bel... perdón, de Marte (¿en que estaría yo pensando?) y de moais con carnet de piloto aéreo. Entre unos y otros títulos inmarcesibles, Mr. Hancock colaboró con Robert Bauval. Fruto de esa unión de hecho nació "Guardián del Génesis" (Keeper of Genesis -en América se tituló The Message of the Sphinx-) en 1996, uno de esos textos que logran producir en el lector la sensación de que está siendo objeto de una tomadura de pelo semejante a la que protagonizó Custer en Little Big Horn. No obstante, es perfectamente posible que ambos autores se crean realmente lo que escriben. A fin de cuentas si alguien es capaz de ponerse a buscar en serio las pruebas de la existencia de una civilización en la Antártida cuando en este continente hay placas de hielo con más de un millón de años de antigüedad, es capaz de aceptar cualquier cosa incluso que los burros vuelen y los moais leviten.
Así pues, ya tenemos juntos y revueltos a nuestros "idolatrados" escritores por aquello de que "Dios los cría y Tom Weldon (el agente literario de ambos) los junta". ¿Qué afirmaciones surgieron de su asociación? Veámoslo:
"Un año después no sólo habían demostrado que la situación de las estrellas Al Nitak, Al Nilam y Mintaka -las tres que conforman el cinturón de Orión- fueron la fuente de inspiración para la disposición de las tres grandes pirámides de Giza, sino que éstas se construyeron para marcar una determinada posición de la constelación de Orión en los cielos: exactamente su situación más baja sobre el horizonte egipcio, en el equinoccio de primavera de 10500 a. C." (Pág. 36)
Han leído Vds. bien.
A lo largo de esta serie de artículos hemos ido viendo cómo las pruebas aducidas por Bauval no eran tales. Vamos a ahondar en la herida un poco más.
El avance de la tecnología ha pillado a nuestros dilectos investigadores de temas esotérico con el paso cambiado en más de una ocasión. Sucedió con la supuesta tridimensionalidad de la imagen de la Sábana Santa, pero ¿ocurre lo mismo en este caso?
Comprobarlo hoy cuando casi cualquier persona tiene acceso a un ordenador y a programas informáticos que dibujan mapas estelares es sencillo. Puesto que es gratuito y, además, dispone de versión en español, podemos bajarnos de la red el Cartes du ciel con el añadido de una actualización que permite visualizar la Vía Láctea (después veremos el porqué).
Hecho esto podemos comenzar a jugar. Seleccionamos el lugar El-Gizeh (Giza), la fecha de 21 de marzo de 10500 A. de C. y observamos el resultado. Por si no estuvieran Vds. familiarizados con la observación astronómica, al Oeste de la línea Sur aparece una constelación que semeja un reloj de arena torcido. Es Orión (las tres estrellas muy próximas que forman el "estrechamiento" del reloj de arena son el asterismo del Cinturón). Al Este hay dos líneas sinuosas discontinuas que representan la Vía Láctea. Sobre la línea del Este verán una estrella marcada con una Beta que forma parte de otra constelación, la de Leo. Hechas las presentaciones, podemos pasar a una simulación de cómo vería el cielo una persona que en ese lugar y esa fecha estuviera mirando hacia el sur. Ya tenemos localizados a Orión y a la Vía Láctea y a la izquierda de la imagen se ve parte de Leo (son las estrellas que forman un dibujo semejante a la hoja de una hoz).
Recordemos estas imágenes porque después tendremos que referirnos a ellas. Ahora veamos un plano de las construcciones de Giza (si, el escaneado es penoso).
Volvamos con Hancock, Bauval y el Sr. Sierra:
"Y, por lógica, surgió su último hallazgo: que en esa fecha remota, en el horizonte del sur de Giza, exactamente por el mismo lugar donde se perdía el Nilo, emergía allí mismo el brazo blanco de la Vía Láctea el "Nilo celestial" de los habitantes de aquella región." (Pág. 37)
Dejemos de lado el que, como acabamos de ver, en realidad la Vía Láctea "emerge" en dirección S-SE porque hay algo mucho más divertido. Aceptemos como mera hipótesis que la Vía Láctea representa el Nilo. Bien. Si ése fuera el caso y si Orión-las Pirámides están al Oeste de la Vía Láctea-el Nilo y Leo está al Este de la Vía Láctea-el Nilo ¿en qué orillas tendrían que encontrarse esos monumentos? Obviamente, las pirámides tendrían que estar en la ribera Occidental (lo están) y la Esfinge en la Oriental (ni de coña, también está en la Occidental). Acaba de irse a tomar vientos esa maravillosa "demostración".
Supongamos, no obstante, que no importa la posición de Leo sino sólo el que esté en un lugar destacado en el cielo aunque éste nada tenga que ver con la posición que ocupa su "contrapartida" terrenal en relación con las Pirámides. Si ése fuera el caso ¿por qué el año 10500? Veamos, por ejemplo, esta imagen que corresponde al 31 de diciembre de 2648 A. de C. En ella tenemos a Orión con las estrellas del Cinturón en una posición semejante a la de las Pirámides, la Vía Láctea "emergiendo" por el S-SE y con Leo en el cénit del cielo. ¿Por qué entonces sí vale el 10500 y no el 2648 (por ejemplo, porque si se ponen a "jugar" con el programa antes indicado podrán encontrar centenares de fechas en las que aparezcan estos tres elementos)? La respuesta es que el 2648 A. de C. no tiene potencial de venta esotérico, el 10500 A. de C. sí. Vamos a verlo.
"Bauval y Hancock se quedaron perplejos. ¿Qué ocurrió en el año 10500 a. C. que mereciera la pena "recordarse" así en piedra? Al principio se desesperaron. En ese momento de la historia no existía aún la civilización egipcia según la arqueología ortodoxa. Entonces, ¿por qué los constructores de las pirámides "marcaron" esa fecha con tanta exactitud?" (Pág. 37)
Lo de la "exactitud" acabamos de verlo. Si prescindimos del "pequeño" detalle de que Leo estaba, en realidad, a 90º de separación de Orión... La fecha de 10500 es muy divertida porque no sólo es que no existiera la civilización egipcia, es que ni siquiera podemos hablar de culturas neolíticas en el Valle del Nilo en esa época. Entre el 14000 y el 9000 A. de C. lo que encontramos principalmente son restos de dos industrias, una sobre lascas tipo levallois Sebiliense que se subdivide en tres periodos, el Sebiliense I (14000-12000) que se caracteriza por el empleo de la diorita, el gres y el cuarzo para realizar el utillaje lítico; el Sebiliense II (12000-10000) etapa en la que comienza a emplearse el sílex y se produce un avance hacia el microlitismo; el Sebiliense III (10000-9000) periodo en el que prácticamente sólo se usa el sílex con el auge del microlitismo; la segunda industria se realiza sobre hojas, es la industria Silsillianense o Silsiliense (en torno al 13000 A. de C.).
Así pues, ¿qué sucedió en el año 10500 A. de C. en el valle del Nilo? Pues lo que no hubo fue ningún avance tecnológico sustancial. Antes había industrias propias del Paleolítico Superior y después más de lo mismo durante mucho tiempo porque el Mesolítico no aparece en el Valle del Nilo hasta mediados del IX Milenio A. de C. con el llamado Mesolítico de Jartum que durará hasta circa el 5000 A. de C. En torno a esa fecha aparece el Neolítico de Jartum y más o menos contemporáneo es, también, el Neolítico de El Fayum A.
Pero todo esto es "sólo" arqueología ortodoxa, la que se basa en yacimientos arqueológicos, en dataciones absolutas obtenidas por C-14 y termoluminiscencia... "minucias" al lado de las pruebas (o algo así) presentadas por Bauval y Hancock y repetidas por el Sr. Sierra, pero esto lo dejaremos para una nueva entrada.

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