Decimocuarto misterio jocoso: Templarios destemplados (VI)
Viene de aquí
Habíamos dejado al Sr. Fernández Bueno sumido en el error y sin el menor riesgo de que logre salir de él. Una vez terminado su deplorable repaso a la historia del Temple desde su fundación a la muerte de Jacques de Molay en la hoguera, comienza a preguntarse por el paradero del tesoro del Temple. Entiendan lo del "preguntarse" como un recurso retórico porque D. Lorenzo sabe (faltaría más) qué pasó con el tesoro:
"Cuentan las crónicas que mientras los últimos templarios expiraban en el fuego, un carro con parte del "tesoro", quién sabe si representado en la asustada presencia de un joven de corta edad y varios pergaminos, abandonó París rumbo a las tierras del sexto Gran Maestre de la Orden, Bertrand de Blanchefort, y más concretamente a una de sus encomiendas, la situada en la localidad de Rénnes-le-Château..." (Págs. 240-241)
La sucesión de chorradas es memorable. Veamos, si los Templarios franceses son detenidos el 13 de octubre de 1307 y Jacques de Molay es quemado el 18 de marzo de 1314 (es decir, más de seis años y medio después) ¿dónde había estado el "tesoro" hasta ese momento? ¿En la fortaleza del Temple que es al primer lugar al que se dirigieron las tropas francesas y que desde ese momento estuvo bajo su control? Veamos diversas posibilidades:
Primera posibilidad, los Templarios sabían que iban a ser detenidos y pusieron a salvo su tesoro. Bien, pero no parece que el sitio más adecuado para esconderlo fuera el mismo París ¿no?. Además tampoco eso explica porqué se quedaron esperando el arresto Jacques de Molay y el resto de "mandamases" (y puede olvidarse de ningún espíritu de sacrificio porque los que pudieron huir de las tropas francesas lo hicieron, caso, como ya dijimos, del preceptor de Francia, Gérard de Villiers).
Segunda posibilidad, los Templarios no sabían que iban a ser detenidos, pero no guardaban su tesoro en el Temple y, por tanto, éste no pudo ser capturado por los soldados franceses. Recordemos que todas las propiedades templarias en Francia pasaron a depender de la Corona desde ese momento y hasta (al menos nominalmente) 1312 con lo que volvemos a estar en las mismas. ¿Los franceses tuvieron debajo de sus narices el tesoro durante años y no se enteraron de ello? Pues en el caso de un tesoro en oro y plata todavía podía ser posible pese a que esos lugares fueron registrados, pero no en el caso de que el tesoro fuera un joven. En cualquier caso, resulta poco creíble que objetos de valor fueran guardados en cualquier parte menos en la Torre que se usaba precisamente para tal fin.
Tercera posibilidad, los Templarios no sabían que iban a ser detenidos y guardaban su tesoro en el Temple de París y, por tanto, fue capturado por las tropas francesas. Esto a su vez abre otras dos opciones, la Corona dejó escapar (o devolvió, o cedió...) parte de ese tesoro o, segunda opción, se quedó con él. Lo primero, conociendo la personalidad de Felipe IV, podemos obviarlo. Sin embargo, si las tropas francesas se apoderaron del tesoro del Temple debería quedar alguna prueba de ello ¿no? Pues sí, y después veremos que esta posibilidad es la única que se ajusta a los hechos históricos. Pero antes volvamos a las afirmaciones del Sr. Fernández Bueno arriba reproducidas. Dice que "Cuentan las crónicas..." pero no indica cuáles son éstas. Así las cosas, podemos suponer que eso no es cierto al menos hasta que aclare la identidad de esas fuentes, máxime cuando el contenido de las supuestas crónicas es una colección de chorradas que, además, contradicen lo que dijo anteriormente porque recordemos que la supuesta procedencia de los manuscritos supuestamente encontrados en Rennes era el Montségur cátaro. Ahora resulta que no, que era el tesoro templario de París. ¿Un nuevo y misterioso caso de "incertidumbre cuántica" como el del cuerpo de Jesús en Cachemira y en Rennes o sólo es que D. Lorenzo tiene muy mala memoria?
Sobre el intento de meter en el tinglado a Bertrand de Blanchefort, ya hablamos del tema aquí y ahora nos limitaremos a añadir que en marzo de 1314 no había encomienda templaria en Rennes ni en ningún otro lugar porque la Orden llevaba casi dos años disuelta como dijimos en el artículo anterior. A esas alturas, las propiedades francesas que fueron del Temple o habían pasado a manos de la Corona (o de las personas que ésta hubiera designado) o a la de los Hospitalarios. Salvo que quiera "meter en el ajo" a la Orden del Hospital de San Juan, la pretensión es nuevamente absurda (y el intentar involucrar a los Hospitalarios también porque esa Orden continúa existiendo aunque ahora es conocida popularmente como Caballeros de Malta y su relación con el esoterismo es nula).
"Custodios del Grial, protectores de la Sangre Real, poseedores de manuscritos de transcendencia ilimitada, conocedores de los secretos de Jesús tras la crucifixión, idealistas capaces de orquestar la estructura de un Estado soberano regido por el descendiente del nazareno..." (Pág. 241)
Si se preguntan dónde están las pruebas de todas esas afirmaciones, sepan que yo también lo hago porque las presentadas hasta el momento no valen un pimiento, como hemos ido viendo.
"Lo cierto es que cuando se produjo el asalto a la Casa del Temple en París, esta ya había sido desprovista de las "riquezas" que los agresores perseguían. Varios barcos de la flota partieron de su puerto más importante en La Roselle, algunos de ellos con destino incierto, otros hacia la vecina Portugal, donde con el tiempo unificarían criterios bajo el nombre de Caballeros de la Orden de Cristo, con miembros tan ilustres como Vasco da Gama, que portaría la cruz de ocho puntas en sus velas en los viajes por África." (Pág. 241)
Bueno, pues si eso es "Lo cierto" lo que ha contado más arriba no lo es. Si las "riquezas" ya habían salido de Francia el 13 de octubre de 1307, no pudieron salir de París el 18 de marzo de 1314 salvo que nos quiera "vender la moto" de que salieron, volvieron a entrar, volvieron a salir... y eso parece más el guión de una "peli" porno que otra cosa.
Volvamos al tema. Supongo que cuando habla de La Roselle se refiere en realidad a La Rochelle, la base naval templaria que adquirió importancia por la nada misteriosa razón de que desde allí se exportaba el vino producido en las encomiendas del Poitou a Inglaterra. [1] (Págs. 189-190) Claro que considerar La Rochelle como vecina de Portugal es para ponerle un cero en geografía europea, pero como tampoco los Caballeros de la Orden de Cristo unificaron criterios con nadie... Sencillamente, años después (en 1319) D. Dionís de Portugal obtuvo la autorización papal para crear una nueva Orden militar, la de los Caballeros de Cristo, a la que pasaron los bienes (y en algún caso, los ex-Templarios portugueses pero ni todos ellos ni sólo ellos) expropiados a la Orden del Temple. Esta solución ya había sido adoptada en Aragón con la constitución de la Orden de Montesa (1317). Si se están preguntando que pasó con los bienes Templarios en Castilla, éstos tuvieron distintos fines, unos fueron vendidos a la Orden de Alcántara, otros fueron ocupados por la Corona o por señores feudales y otros donados a las Órdenes de Uclés y Calatrava. Finalmente, la bula del 14 de marzo de 1319 ordenó que pasasen a los Hospitalarios, pero como para entonces ya se había dispuesto de ellos, los Caballeros de San Juan tuvieron que entrar en negociaciones que se prolongaron a lo largo de años. [2] (Pág. 344)
Regresemos a Portugal ¿por qué aparece en esta historia Vasco da Gama? Sencillamente, porque D. Enrique el Navegante fue también Gran Maestre de la Orden de Cristo y desde entonces las naves portuguesas llevaban en sus velas la cruz de la Orden, así de misteriosa es la cuestión...
Aclarado esto, hora es ya de solucionar el supuesto enigma del tesoro del Temple. ¿Partió de La Rochelle? Pues como no se encontraba en el puerto francés, eso es un tanto difícil. Para poder darle la razón al Sr. Fernández Bueno, éste tendría que demostrar en primer lugar que el tesoro había abandonado con anterioridad la Torre del Temple en París porque es allí donde estaba depositado, pero para que eso resultara creíble tendría que probar que los Templarios tenían conocimiento previo (y con mucha antelación) de los planes de Felipe IV. Si éste fuera el caso, de nuevo nos encontraríamos con el mismo problema ya señalado antes: si los Templarios sabían que iban a ser detenidos ¿por qué se quedaron sentados esperando el arresto?
Sin embargo, no es sólo que esto resulte ilógico, es que además tropieza con un grave problema de orden práctico, el de transladar una inmensa cantidad de monedas, metales preciosos... sin que nadie se diera cuenta y desde un lugar en el que había funcionarios reales (lógicamente, al estar también depositado el tesoro francés en el Temple su control estaba supervisado por las personas designadas por el monarca. Estos funcionarios, que no eran Templarios, eran Les clercs du Temple y el el Tesorero) [1] (Págs. 75-76)
¿De qué cantidad estamos hablando? Pues hagamos una sencilla regla de tres, si en el Temple de Londres se guardaban los beneficios acumulados por unas 60 casas y éstos ascendían en julio de 1307 al equivalente a 50.000 libras esterlinas (es decir, 18.375 kilogramos de plata) porque ésa es la cantidad que robó el príncipe de Gales, en París, que guardaba los beneficios acumulados de unas 660 casas, la cantidad podría ascender a ¡más de 200 toneladas de plata! [1] (Pág. 279) (Obviamente, esto es meramente aproximativo porque las cantidades desembolsadas por el Temple de París eran también superiores a las de su sede en Londres. La cantidad real, no obstante, posiblemente superaba las 100 toneladas de plata). La verdad, transladar ese peso con los medios de la época no era ninguna broma, máxime cuando los transportes tenían que ir bien protegidos por obvias razones de seguridad.
Sin embargo, de momento nos hemos limitado a señalar los puntos débiles de las distintas posibilidades sobre el destino del tesoro del Temple. Ahora tenemos que demostrar que las tropas francesas se apoderaron de él el 13 de octubre de 1307. Para ello aportaremos dos claras pruebas, una indirecta y otra directa.
Vamos con la primera. Partimos de un Felipe IV que estaba deseoso de apoderarse del tesoro del Temple por las razones ya señaladas (no hay más que ver las instrucciones que dispuso sobre los bienes del Temple que debían ser inmediatamente inventariados y que él mismo se personó a primeras horas de la mañana del 13 de octubre en el Temple de París para supervisar la operación). En las preguntas que se formularon a los Templarios detenidos en Francia figuran cuestiones sobre los ídolos a los que supuestamente adoraban, sobre besos en el culo, sobre gatos negros, sobre mear o escupir sobre un crucifijo... sobre los temas más peregrinos, pero ni una sola sobre el paradero del tesoro supuestamente volatilizado. Esto es inconcebible salvo que estas preguntas fueran innecesarias porque Felipe sabía perfectamente dónde estaba el tesoro. Considerando que los Templarios cantaron Aída, Tosca, Carmen y hasta el Tractor Amarillo, si el monarca francés se hubiera encontrado con un montón de cofres vacíos no hubiera dejado que la cosa se quedara ahí.
La segunda prueba es definitiva. Ya vimos cómo durante el reinado de Felipe IV se había procedido a continuas reacuñaciones de la libra tornesa hasta que el gros tornés llegó a contener casi 2/3 de plata menos que en un principio (1,36 gramos en 1303 frente a 3,95 gramos en 1285). También dijimos que para revertir el desastre económico producido por esa práctica se hacía necesario una reacuñación al alza que exigía una cantidad aproximada de ciento seis toneladas de plata que Felipe IV ni tenía ni pudo conseguir con la expropiación a los judíos de la que "sólo" obtuvo dieciséis toneladas de plata. Pues bien, de forma "misteriosa", en 1308 el gros tornés se cambia por 3,7 gramos de plata, casi su valor de 1285 que era de 3,95 gramos de plata. [1] (Pág. 347)
¿Dónde encontró Felipe IV noventa toneladas de plata, una cantidad que triplicaba los ingresos anuales de Francia y multiplicaba por 180 el superávit anual? [1] (Pág. 272)
Pues salvo que crean en el milagro económico de la multiplicación de las libras y los sólidos, la única respuesta posible es en el Temple de París.
Por si faltaba algo más para remachar las leyendas del tesoro templario puesto a salvo en paradero desconocido, añadiremos que cuando, más tarde y ya sabiendo lo sucedido en Francia, se incautaron los bienes del Temple en Europa se encontraron sendos tesoros en Miravet (70.000 escudos) y en Chipre (120.000 besantes). [1] (Pág. 347)
Los Templarios no supieron dónde ponerlos a salvo ni siquiera cuando ya sabían lo que iba a suceder.
Ajenos a todo ello, los "misteriólogos" siguen empeñados en buscar el tesoro del Temple. Gisors, Chinon, Rennes-le-Château... son los lugares habituales, pero ante los "problemillas" surgidos (las excavaciones estuvieron a punto de provocar el derrumbe de la torre del castillo de Gisors y el ayuntamiento de Rennes tuvo que prohibir el cavar hoyos en su término municipal que iba camino de parecer un inmenso queso de Gruyère) últimamente están cambiando de aires, aunque pocos lugares resultan más improbables (aunque hubiera algo de cierto en la leyenda del ocultamiento del tesoro del Temple) que el propuesto por el Sr. Fernández Bueno, Oak Island (Canadá).
Supongo que en este momento habrán comenzado a pensar algo así como: "Pero ¿cómo demonios iban a esconder los Templarios en 1307 -o 1314- su tesoro en Canadá si desde que los vikingos dejaron de aparecer por allí y hasta que fue D. Cristóbal en 1492, los europeos no hicieron acto de presencia en América?" No se preocupen, que D. Lorenzo tiene respuesta para todo (otra cosa es que ésta sea una patochada de impresión) y, en esta ocasión, vamos a divertirnos con una capilla escocesa y un cuento veneciano.
NOTAS:
[1] Véase Los Templarios y el origen de la banca. Ignacio de la Torre Muñoz de Morales. Ed. Editorial Dilema. Madrid, 2004.
[2] Véase El juicio de los Templarios. Malcolm Barber. Trad. Teresa Garín Sanz de Bromond. Ed. Editorial Complutense S.A. Madrid, 1999.
-Continuará-
Habíamos dejado al Sr. Fernández Bueno sumido en el error y sin el menor riesgo de que logre salir de él. Una vez terminado su deplorable repaso a la historia del Temple desde su fundación a la muerte de Jacques de Molay en la hoguera, comienza a preguntarse por el paradero del tesoro del Temple. Entiendan lo del "preguntarse" como un recurso retórico porque D. Lorenzo sabe (faltaría más) qué pasó con el tesoro:
"Cuentan las crónicas que mientras los últimos templarios expiraban en el fuego, un carro con parte del "tesoro", quién sabe si representado en la asustada presencia de un joven de corta edad y varios pergaminos, abandonó París rumbo a las tierras del sexto Gran Maestre de la Orden, Bertrand de Blanchefort, y más concretamente a una de sus encomiendas, la situada en la localidad de Rénnes-le-Château..." (Págs. 240-241)
La sucesión de chorradas es memorable. Veamos, si los Templarios franceses son detenidos el 13 de octubre de 1307 y Jacques de Molay es quemado el 18 de marzo de 1314 (es decir, más de seis años y medio después) ¿dónde había estado el "tesoro" hasta ese momento? ¿En la fortaleza del Temple que es al primer lugar al que se dirigieron las tropas francesas y que desde ese momento estuvo bajo su control? Veamos diversas posibilidades:
Primera posibilidad, los Templarios sabían que iban a ser detenidos y pusieron a salvo su tesoro. Bien, pero no parece que el sitio más adecuado para esconderlo fuera el mismo París ¿no?. Además tampoco eso explica porqué se quedaron esperando el arresto Jacques de Molay y el resto de "mandamases" (y puede olvidarse de ningún espíritu de sacrificio porque los que pudieron huir de las tropas francesas lo hicieron, caso, como ya dijimos, del preceptor de Francia, Gérard de Villiers).
Segunda posibilidad, los Templarios no sabían que iban a ser detenidos, pero no guardaban su tesoro en el Temple y, por tanto, éste no pudo ser capturado por los soldados franceses. Recordemos que todas las propiedades templarias en Francia pasaron a depender de la Corona desde ese momento y hasta (al menos nominalmente) 1312 con lo que volvemos a estar en las mismas. ¿Los franceses tuvieron debajo de sus narices el tesoro durante años y no se enteraron de ello? Pues en el caso de un tesoro en oro y plata todavía podía ser posible pese a que esos lugares fueron registrados, pero no en el caso de que el tesoro fuera un joven. En cualquier caso, resulta poco creíble que objetos de valor fueran guardados en cualquier parte menos en la Torre que se usaba precisamente para tal fin.
Tercera posibilidad, los Templarios no sabían que iban a ser detenidos y guardaban su tesoro en el Temple de París y, por tanto, fue capturado por las tropas francesas. Esto a su vez abre otras dos opciones, la Corona dejó escapar (o devolvió, o cedió...) parte de ese tesoro o, segunda opción, se quedó con él. Lo primero, conociendo la personalidad de Felipe IV, podemos obviarlo. Sin embargo, si las tropas francesas se apoderaron del tesoro del Temple debería quedar alguna prueba de ello ¿no? Pues sí, y después veremos que esta posibilidad es la única que se ajusta a los hechos históricos. Pero antes volvamos a las afirmaciones del Sr. Fernández Bueno arriba reproducidas. Dice que "Cuentan las crónicas..." pero no indica cuáles son éstas. Así las cosas, podemos suponer que eso no es cierto al menos hasta que aclare la identidad de esas fuentes, máxime cuando el contenido de las supuestas crónicas es una colección de chorradas que, además, contradicen lo que dijo anteriormente porque recordemos que la supuesta procedencia de los manuscritos supuestamente encontrados en Rennes era el Montségur cátaro. Ahora resulta que no, que era el tesoro templario de París. ¿Un nuevo y misterioso caso de "incertidumbre cuántica" como el del cuerpo de Jesús en Cachemira y en Rennes o sólo es que D. Lorenzo tiene muy mala memoria?
Sobre el intento de meter en el tinglado a Bertrand de Blanchefort, ya hablamos del tema aquí y ahora nos limitaremos a añadir que en marzo de 1314 no había encomienda templaria en Rennes ni en ningún otro lugar porque la Orden llevaba casi dos años disuelta como dijimos en el artículo anterior. A esas alturas, las propiedades francesas que fueron del Temple o habían pasado a manos de la Corona (o de las personas que ésta hubiera designado) o a la de los Hospitalarios. Salvo que quiera "meter en el ajo" a la Orden del Hospital de San Juan, la pretensión es nuevamente absurda (y el intentar involucrar a los Hospitalarios también porque esa Orden continúa existiendo aunque ahora es conocida popularmente como Caballeros de Malta y su relación con el esoterismo es nula).
"Custodios del Grial, protectores de la Sangre Real, poseedores de manuscritos de transcendencia ilimitada, conocedores de los secretos de Jesús tras la crucifixión, idealistas capaces de orquestar la estructura de un Estado soberano regido por el descendiente del nazareno..." (Pág. 241)
Si se preguntan dónde están las pruebas de todas esas afirmaciones, sepan que yo también lo hago porque las presentadas hasta el momento no valen un pimiento, como hemos ido viendo.
"Lo cierto es que cuando se produjo el asalto a la Casa del Temple en París, esta ya había sido desprovista de las "riquezas" que los agresores perseguían. Varios barcos de la flota partieron de su puerto más importante en La Roselle, algunos de ellos con destino incierto, otros hacia la vecina Portugal, donde con el tiempo unificarían criterios bajo el nombre de Caballeros de la Orden de Cristo, con miembros tan ilustres como Vasco da Gama, que portaría la cruz de ocho puntas en sus velas en los viajes por África." (Pág. 241)
Bueno, pues si eso es "Lo cierto" lo que ha contado más arriba no lo es. Si las "riquezas" ya habían salido de Francia el 13 de octubre de 1307, no pudieron salir de París el 18 de marzo de 1314 salvo que nos quiera "vender la moto" de que salieron, volvieron a entrar, volvieron a salir... y eso parece más el guión de una "peli" porno que otra cosa.
Volvamos al tema. Supongo que cuando habla de La Roselle se refiere en realidad a La Rochelle, la base naval templaria que adquirió importancia por la nada misteriosa razón de que desde allí se exportaba el vino producido en las encomiendas del Poitou a Inglaterra. [1] (Págs. 189-190) Claro que considerar La Rochelle como vecina de Portugal es para ponerle un cero en geografía europea, pero como tampoco los Caballeros de la Orden de Cristo unificaron criterios con nadie... Sencillamente, años después (en 1319) D. Dionís de Portugal obtuvo la autorización papal para crear una nueva Orden militar, la de los Caballeros de Cristo, a la que pasaron los bienes (y en algún caso, los ex-Templarios portugueses pero ni todos ellos ni sólo ellos) expropiados a la Orden del Temple. Esta solución ya había sido adoptada en Aragón con la constitución de la Orden de Montesa (1317). Si se están preguntando que pasó con los bienes Templarios en Castilla, éstos tuvieron distintos fines, unos fueron vendidos a la Orden de Alcántara, otros fueron ocupados por la Corona o por señores feudales y otros donados a las Órdenes de Uclés y Calatrava. Finalmente, la bula del 14 de marzo de 1319 ordenó que pasasen a los Hospitalarios, pero como para entonces ya se había dispuesto de ellos, los Caballeros de San Juan tuvieron que entrar en negociaciones que se prolongaron a lo largo de años. [2] (Pág. 344)
Regresemos a Portugal ¿por qué aparece en esta historia Vasco da Gama? Sencillamente, porque D. Enrique el Navegante fue también Gran Maestre de la Orden de Cristo y desde entonces las naves portuguesas llevaban en sus velas la cruz de la Orden, así de misteriosa es la cuestión...
Aclarado esto, hora es ya de solucionar el supuesto enigma del tesoro del Temple. ¿Partió de La Rochelle? Pues como no se encontraba en el puerto francés, eso es un tanto difícil. Para poder darle la razón al Sr. Fernández Bueno, éste tendría que demostrar en primer lugar que el tesoro había abandonado con anterioridad la Torre del Temple en París porque es allí donde estaba depositado, pero para que eso resultara creíble tendría que probar que los Templarios tenían conocimiento previo (y con mucha antelación) de los planes de Felipe IV. Si éste fuera el caso, de nuevo nos encontraríamos con el mismo problema ya señalado antes: si los Templarios sabían que iban a ser detenidos ¿por qué se quedaron sentados esperando el arresto?
Sin embargo, no es sólo que esto resulte ilógico, es que además tropieza con un grave problema de orden práctico, el de transladar una inmensa cantidad de monedas, metales preciosos... sin que nadie se diera cuenta y desde un lugar en el que había funcionarios reales (lógicamente, al estar también depositado el tesoro francés en el Temple su control estaba supervisado por las personas designadas por el monarca. Estos funcionarios, que no eran Templarios, eran Les clercs du Temple y el el Tesorero) [1] (Págs. 75-76)
¿De qué cantidad estamos hablando? Pues hagamos una sencilla regla de tres, si en el Temple de Londres se guardaban los beneficios acumulados por unas 60 casas y éstos ascendían en julio de 1307 al equivalente a 50.000 libras esterlinas (es decir, 18.375 kilogramos de plata) porque ésa es la cantidad que robó el príncipe de Gales, en París, que guardaba los beneficios acumulados de unas 660 casas, la cantidad podría ascender a ¡más de 200 toneladas de plata! [1] (Pág. 279) (Obviamente, esto es meramente aproximativo porque las cantidades desembolsadas por el Temple de París eran también superiores a las de su sede en Londres. La cantidad real, no obstante, posiblemente superaba las 100 toneladas de plata). La verdad, transladar ese peso con los medios de la época no era ninguna broma, máxime cuando los transportes tenían que ir bien protegidos por obvias razones de seguridad.
Sin embargo, de momento nos hemos limitado a señalar los puntos débiles de las distintas posibilidades sobre el destino del tesoro del Temple. Ahora tenemos que demostrar que las tropas francesas se apoderaron de él el 13 de octubre de 1307. Para ello aportaremos dos claras pruebas, una indirecta y otra directa.
Vamos con la primera. Partimos de un Felipe IV que estaba deseoso de apoderarse del tesoro del Temple por las razones ya señaladas (no hay más que ver las instrucciones que dispuso sobre los bienes del Temple que debían ser inmediatamente inventariados y que él mismo se personó a primeras horas de la mañana del 13 de octubre en el Temple de París para supervisar la operación). En las preguntas que se formularon a los Templarios detenidos en Francia figuran cuestiones sobre los ídolos a los que supuestamente adoraban, sobre besos en el culo, sobre gatos negros, sobre mear o escupir sobre un crucifijo... sobre los temas más peregrinos, pero ni una sola sobre el paradero del tesoro supuestamente volatilizado. Esto es inconcebible salvo que estas preguntas fueran innecesarias porque Felipe sabía perfectamente dónde estaba el tesoro. Considerando que los Templarios cantaron Aída, Tosca, Carmen y hasta el Tractor Amarillo, si el monarca francés se hubiera encontrado con un montón de cofres vacíos no hubiera dejado que la cosa se quedara ahí.
La segunda prueba es definitiva. Ya vimos cómo durante el reinado de Felipe IV se había procedido a continuas reacuñaciones de la libra tornesa hasta que el gros tornés llegó a contener casi 2/3 de plata menos que en un principio (1,36 gramos en 1303 frente a 3,95 gramos en 1285). También dijimos que para revertir el desastre económico producido por esa práctica se hacía necesario una reacuñación al alza que exigía una cantidad aproximada de ciento seis toneladas de plata que Felipe IV ni tenía ni pudo conseguir con la expropiación a los judíos de la que "sólo" obtuvo dieciséis toneladas de plata. Pues bien, de forma "misteriosa", en 1308 el gros tornés se cambia por 3,7 gramos de plata, casi su valor de 1285 que era de 3,95 gramos de plata. [1] (Pág. 347)
¿Dónde encontró Felipe IV noventa toneladas de plata, una cantidad que triplicaba los ingresos anuales de Francia y multiplicaba por 180 el superávit anual? [1] (Pág. 272)
Pues salvo que crean en el milagro económico de la multiplicación de las libras y los sólidos, la única respuesta posible es en el Temple de París.
Por si faltaba algo más para remachar las leyendas del tesoro templario puesto a salvo en paradero desconocido, añadiremos que cuando, más tarde y ya sabiendo lo sucedido en Francia, se incautaron los bienes del Temple en Europa se encontraron sendos tesoros en Miravet (70.000 escudos) y en Chipre (120.000 besantes). [1] (Pág. 347)
Los Templarios no supieron dónde ponerlos a salvo ni siquiera cuando ya sabían lo que iba a suceder.
Ajenos a todo ello, los "misteriólogos" siguen empeñados en buscar el tesoro del Temple. Gisors, Chinon, Rennes-le-Château... son los lugares habituales, pero ante los "problemillas" surgidos (las excavaciones estuvieron a punto de provocar el derrumbe de la torre del castillo de Gisors y el ayuntamiento de Rennes tuvo que prohibir el cavar hoyos en su término municipal que iba camino de parecer un inmenso queso de Gruyère) últimamente están cambiando de aires, aunque pocos lugares resultan más improbables (aunque hubiera algo de cierto en la leyenda del ocultamiento del tesoro del Temple) que el propuesto por el Sr. Fernández Bueno, Oak Island (Canadá).
Supongo que en este momento habrán comenzado a pensar algo así como: "Pero ¿cómo demonios iban a esconder los Templarios en 1307 -o 1314- su tesoro en Canadá si desde que los vikingos dejaron de aparecer por allí y hasta que fue D. Cristóbal en 1492, los europeos no hicieron acto de presencia en América?" No se preocupen, que D. Lorenzo tiene respuesta para todo (otra cosa es que ésta sea una patochada de impresión) y, en esta ocasión, vamos a divertirnos con una capilla escocesa y un cuento veneciano.
NOTAS:
[1] Véase Los Templarios y el origen de la banca. Ignacio de la Torre Muñoz de Morales. Ed. Editorial Dilema. Madrid, 2004.
[2] Véase El juicio de los Templarios. Malcolm Barber. Trad. Teresa Garín Sanz de Bromond. Ed. Editorial Complutense S.A. Madrid, 1999.
-Continuará-
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