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Escritos desde el páramo

Una buena noticia

 

 

 

 

 

Los lectores habituales (¿existen?) de esta bitácora ya se habrán percatado que el Sr. Rodríguez no es laico (iba a escribir "santo" pero no quedaría nada bien) de mi devoción. No es ningún secreto que le tengo por el Presidente más incompetente del periodo democrático en España, por debajo incluso de los Sres. Calvo-Sotelo y Aznar y a años luz de los Sres. Suárez y González. Su ¿gestión? de la crisis económica (ésa que no existía más que en los delirios calenturientos de los antipatriotas hasta que fue imposible seguir negando su existencia) o su decisión de ampliar la presencia militar española en Afganistán en una guerra que sólo nos va a traer quebraderos de cabeza y más muertos son dos meros ejemplos de su patetismo político acompañado, para más INRI, de un perfil intelectual casi plano en el que sólo destaca su capacidad de crear frases tan bonitas como hueras.

Afortunadamente, hasta los relojes parados dan correctamente la hora dos veces al día y hasta el peor escribano hace una letra sin borrones de vez en cuando. Por una vez, el Sr. Rodríguez ha tomado una decisión que me parece muy acertada en un campo que me interesa y preocupa en grado sumo, el de la Cultura. Nombrar como ministra del ramo a la Sra. Ángeles González-Sinde se me antoja tan valiente como necesario. Valiente porque la Sra. González-Sinde se había convertido en la "bestia negra" de un buen número de internautas por oponerse a las descargas "por la filosa" de películas, canciones... en la red. Necesario porque si se prolonga la actual situación de permitir las copias supuestamente privadas y sin ánimo de lucro, la cultura española morirá a corto plazo.

Antes de que los "piratas" (o sus mamporreros o sus tontos útiles o...) me aborden bajo la bandera de la cultura para todos o cualquier otra soflama políticamente correcta permítanme recordarles un par de cosas tan obvias que me produce un cierto rubor el tener que escribirlas. La Cultura no es algo muerto. No es un corpus ni un canon que repitamos como loros. Es dinámica porque es variable y acumulativa. Ello exige que en cada generación existan creadores que aporten algo (sea mucho o poco) a ese legado de igual forma que el gusto de cada generación borra o minusvalora parte de ese conjunto. En caso contrario sólo habría perdidas lo que conduciría a su desaparición.

No voy a ser yo el que diga por primera vez que "No sólo de pan vive el hombre" pero tampoco voy a descubrir América al señalar que no se puede vivir del aire. Los creadores tienen la mala costumbre de querer comer todos los días (caprichosos que son ellos). Esto deja varias posibilidades. El creador cultural tiene que buscar otro trabajo para vivir y dejar esto como una afición, puede buscar un mecenas que atienda a su subsistencia mientras él crea, puede dedicarse a esto sólo cuando su vida en el aspecto económico esté ya solucionada o puede obtener una remuneración por su trabajo como creador cultural. Veamos a qué nos conducen estas posibilidades.

El amateurismo puede parecer una opción válida y en algún caso lo es, pero si Vd. tuviera que restaurar un mueble malaparatado ¿recurriría a un ebanista o a ese vecino que es muy mañoso? Si no lo ve claro, mire al campo deportivo, cuando se enfrentan un equipo de profesionales y uno de aficionados ¿cuál suele ser el resultado? ¿Que la Cultura no es carpintería ni deporte? En efecto, pero en la creación (como en cualquier otra actividad humana) sí existen componentes de lo que podemos llamar oficio. Piensen en el que, para Vds., sea el mejor pintor que jamás haya habido. Sea cuál sea el nombre que se les haya ocurrido ¿ya de niño ejecutaba obras maestras? Hasta en los casos de sorprendente precocidad (Leonardo, Rafael...) existió un aprendizaje. Para pintar necesitamos conocer los pigmentos, los modos de aplicación, los soportes... qué ventajas tienen y qué inconvenientes. También se precisa comprender elementos de composición, de perspectiva... En esto como en otros muchos campos de la vida, la práctica hace al maestro. Si una persona tiene que estar trabajando ocho horas diarias y, además, llevar una casa ¿cuántas horas puede dedicar a su "afición"? Nos encontraríamos ante una plétora de poetas, pintores, novelistas... cuya calidad como tales sería inexistente (si creen que exagero basta con mirar en Internet las páginas literarias que perpetran estos aficionados a las Letras o darse una vuelta por las exposiciones locales de artistas plásticos amateurs para comprobarlo). Por supuesto, siempre hay excepciones, aficionados con mucho talento que, normalmente, acaban convirtiéndose en profesionales.

El creador, por muy creador que sea, tiene que pagar las facturas. El abono a la compañía eléctrica (o de gas o telefónica o...) a base de sonetos, paisajes, poemas épicos... no está contemplado. Si el artista (o el filósofo, el historiador...) no tiene otro trabajo ni obtiene remuneración alguna por sus creaciones sólo le queda el recurso a buscarse un mecenas o a dedicarse a esas actividades cuando su vida ya esté solucionada (y sólo si lo logra, claro). El mecenazgo (actividad muy respetable, por cierto) tiene una larga tradición a cuestas, tanto que Cayo Cilnio Mecenas (el nombre propio del que proviene el sustantivo mecenas) era amigo de Octavio Augusto. En esa larga tradición no faltan ejemplos de manipulaciones de la creación cultural. Siempre ha habido personas de gran fortuna que han protegido a artistas, filósofos, científicos... de forma absolutamente desinteresada, pero también ha habido quién, de forma consciente o inconsciente, pretendió lograr favores a cambio. Pongamos un ejemplo, Jean-Baptiste Poquelin (más conocido como Molière) fue protegido del rey Luis XIV. Una de sus comedias más conocidas es El ricachón en la corte o El burgués gentilhombre. No hay que ser ningún lince para ver en ella una sátira dirigida contra la clase social emergente, la burguesía, que acabaría por destruir para siempre el viejo régimen. En lo ideológico estamos ante una obra absolutamente reaccionaria, ante la ridiculización de la nueva (bueno, no lo era tanto) y cada vez más poderosa clase social en beneficio de la aristocracia cada vez más caduca. Lo más gracioso (o lo más trágico) es que el propio Molière era un burgués sin ninguna nobleza de nacimiento y que había conseguido sus logros en base a su inmenso mérito personal. Además, no era ningún partidario de la carcunda, se rio de los meapilas en Tartufo y se preocupó de la condición femenina en La escuela de las mujeres. La lista de esas "manipulaciones" sería interminable, desde Horacio que escribió como poeta Dulce et decorum est pro patria mori cuando como soldado en la batalla de Filipos había huido del combate tan rápidamente como pudo (bien por él, pero la coherencia entre los actos y el discurso es muy de agradecer), hasta Leni Riefensthal, la gran documentalista del nazismo que acabó su vida descubriendo la belleza del cuerpo (negro) de los Nuba sudaneses en fotografías tan hermosos como las que podrán encontrar en esta dirección.

Aunque al hablar de mecenazgo cultural pensemos en personas particulares o en empresas privadas, lo mismo podemos decir del mecenazgo institucional, vulgo subvenciones. En un inexistente mundo perfecto, éstas se concederían sólo atendiendo al mérito. En la realidad premian frecuentemente a aquellos creadores bienquistos por el partido político en el poder (y de esto no se libra ninguno). Casos como el reciente escándalo de los payasos vascos sin pizca de gracia no por extremos son infrecuentes. Así, la pretensión de que el mecenazgo (privado o público) sea la solución nos podría abocar a una Cultura dirigida por el capital o por la conveniencia y connivencia política. El mecenazgo es importantísimo, debe ser incentivado por los poderes públicos... pero no puede ser la única salida existente a este dilema de cómo conciliar la creación artística con las necesidades vitales.

La pretensión de que sólo se puedan dedicar a la creación cultural aquellas personas que hayan logrado tener solucionadas sus necesidades vitales por haber sido capaces de amasar una fortuna personal (o por haberla heredado) tampoco me convence. No, no es que un servidor de ustedes (mileurista para más señas) tenga ningún prejuicio contra los millonarios, categoría a la me encantaría pertenecer (la sinceridad ante todo). Sencillamente, la realidad en la que viven esas personas no es la misma en la que moramos el resto de los mortales. Si la creación cultural se convirtiera en una exclusiva de una élite económica, podríamos encontrarnos con una cultura inconexa con la mayoría de la sociedad.

¿Qué nos queda? Pues la situación que hasta la fecha venía funcionando razonablemente bien, la de la venta al público de la obra fruto del trabajo de los creadores culturales. Si les molesta que la cultura se venda como si fuera una cubertería, sean bienvenidos al mundo real porque esa situación es, precisamente, a la que aspiraron los autores. Para lograrlo formaron asociaciones como lo que hoy es la SGAE, no como un medio de tocar los cataplines al personal sino como una defensa necesaria ante los "piratas" tan presentes antaño como hogaño, editores que hacían tiradas de libros ilegales de los que el autor no veía ni un duro, imprentas que falseaban el número de ejemplares emitidos... eran entonces moneda corriente pero, al menos, la legislación protegió a los autores y persiguió a los infractores. ¿Cuál es la situación hoy?

Supongamos que Vd. se ha quedado prendado de la obra del "cantaor" Tomatito de Potes acompañado por la orquesta andalusí de Osaka (sobre gustos no hay nada escrito salvo unos cuantos millones de libros). Compra su ultimo CD titulado Estos jipíos me salen así de bien porque me han almidonado los gayumbos y se ponen a hacer copias para regalárselas a su novio, novia o novi@, al vecino de al lado, al perrito de la esquina y hasta al Sursum corda. Vale. Vd. no ha ganado ni un duro (al contrario, se ha gastado los materiales, el tiempo y la energía precisos para ello), su intención era magnífica... pero ha conseguido machacar al pobre Tomatito hasta convertirlo en Gazpachito porque todas esas copias significan, al menos en parte, ejemplares que no va a vender su discográfica lo que supone que nuestro imaginario "cantaor" no va a ver ni un p..o duro (o un euro).

Si, además, Vd. conserva en su PC el archivo de sonido generado y forma parte de la comunidad de internautas que permite el libre acceso a su disco duro, puede ser descargado lo que ocasionará el incremento del contrasentido de que nunca hemos vivido tan rodeados de música y nunca se han vendido menos discos.

Habrá quien piense (Hay gente pá tó que dijo el insigne filósofo) que los seres humanos somos bondadosos por naturaleza pero mi experiencia me dice que somos una panda de cabritos y eso sólo si nos quitamos años. Poca gente va a pagar 18 Euros por un CD que puede conseguir casi gratis por no causar un perjuicio al autor, pero si la situación actual se prolonga, al final el creador tendrá que dedicarse a escardar cebollinos para poder vivir al grito de ¡Qué inventen ellos!.

De momento la Música ha sido la gran perjudicada en este aspecto, pero la espada de Damocles pende sobre todos los campos de la Cultura. Cada vez se pueden hacer copias caseras de mayor calidad de material audiovisual como películas o series de TV lo que hace pensar que la Cinematografía sea la siguiente en sufrir esta situación y no podemos olvidar hechos tan curiosos como el sucedido con el último título de Harry Potter, traducido a algo que decían era castellano y colgado en la red meses antes de que se publicara en España por no hablar de videojuegos copiados hasta la saciedad, libros fotocopiados...

Podemos pretender que todo ello es legal mientras paguemos el célebre canon (el de Pachelbel no, el otro) y estaremos, desgraciadamente, en lo cierto. El problema es que eso es un disparate legislativo que está consiguiendo hundir la Cultura española (que no se lo merece, por más palos que tenga que darla por sus manifiestos defectos). La Sra. González-Sinde (Sindescargas, como ya se la conoce en la Red) se ha mostrado contraria a esta situación. Veremos si consigue llevar a cabo una penalización de esos comportamientos o si su nombramiento es un mero brindis al sol al que tan aficionado es el Sr. Rodríguez.

Ya pueden empezar la lapidación virtual.

 

 

 

 

 

 

 

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