Haciendo enemigos (IV)
Todo lo visto hasta el momento constituye el planteamiento del problema, pero ¿hay alguna solución? Me permitirán que conteste con una pregunta, ¿a qué hay que buscar solución?
Somos individuos que en muchas ocasiones estamos incomunicados por el lenguaje. Esto puede parecer una paradoja, pero es muy frecuente que distintas personas empleen las mismas palabras con sentidos diferentes. El resultado es una Babel en la que ni siquiera hacen falta distintos idiomas para no entenderse. Por ejemplo, ya hemos dicho que hay gente que entiende la difusión del pensamiento crítico como eliminación de los pensamientos mítico y esotérico. En ese caso, no hay ninguna solución. Van a obtener tanto de esa pretensión como de machacársela entre dos piedras, mucho dolor y ninguna satisfacción. Los tres pensamientos van a estar con nosotros mientras los seres humanos lo seamos y, además, es positivo que sea así.
Como supongo que esta última afirmación les parecerá rara (eso si no se están preguntando qué demonios estoy fumando) vamos a poner un ejemplo:
Imaginemos una sala llena de esas tiernas criaturas todo bondad e inocencia (de niños, para entendernos) en la que entra una persona revestida de la autoridad del docente (un maestro, vamos). El profesor saluda con un cariñoso "Hola, dilectos discípulos" que queda sin respuesta porque la clase permanece atenta a Jaimito que está contando con todo lujo de detalles como Caperucita se convirtió en la Sra. de Feroz. Un nuevo intento del maestro logra atraer la respuesta de Manolín que le espeta un "¡Multiplícate por cero!", señal inequívoca de que se sabe de memoria la serie de los Simpson. Por aquello de que a la tercera va a la vencida, el sufrido funcionario logra que se percaten de su nada grata presencia, lo que no deja de resultar una lástima por cuanto Jaimito estaba a punto de llegar al punto en el que el trío de hecho formado por Caperucita, el Lobo y el Leñador participan en una orgía sadomasoquista con los siete "individuos de estatura muy inferior a la media estadística" de Blancanieves que, por su parte, no puede acudir por estar ocupada comiendo el higo a su señora madrastra. Después de estos prolegómenos por fin puede empezar a impartir la lección ante la mirada atenta de un gorrión que se ha posado en el alféizar, porque sus alumnos están más interesados en Kevincín, Vanessita, Letizita y Udito que han decidido organizar una timba de streep poker en vez de pedir responsabilidades a sus padres por esos nombrecitos. Restablecido el orden, el profesor va a comenzar a hablar cuando suena el teléfono móvil polifónico de Borja María Deogracias Esquivel de las Altas Torres y Pérez, futuro conde de las Marismas de Doñana, marqués de Tierrasalva, barón de Dolores y príncipe de las Tinieblas (como la melodía es el último éxito del grupo heavy-heavy Tímpanos a la mierda, el escándalo es considerable).
Después de la requisa de móviles, de esposar al radiador a media docena de encantadoras criaturas y de amordazar a otra tantas, por fin el profesor puede empezar:
"Como la luz viaja a una velocidad de aproximadamente 300.000 kilómetros por segundo, llamamos año-luz...
En ese momento se levanta la mano de Vicente Incrédulez más conocido como Pitagorín o como el repelente niño Vicente.
"Un momento, tío, antes debes explicarnos qué es la luz, qué es un kilómetro, qué es un segundo, que es un año... y demostrarlo de forma práctica porque no creerás que vamos a aceptar lo que nos digas basándote en un argumento de autoridad que es filosóficamente inaceptable. Verás, tengo aquí una propuesta de actividades que comienzan por la medición de un cuadrante del meridiano terrestre entre Dunkerke y Barcelona, continúan con la estimación de los períodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado base del átomo de cesio 133... ah, y considero inaceptable el redondeo a 300.000 kilómetros por segundo en vez de los 299.792.458 metros por segundo reales. Daré parte de esto a la dirección."
El maestro musita un: "Dáselo entero, capullo", abandona el aula y se cuelga de una tubería después de haber ingerido treinta gramos de cianuro potásico (por si acaso).
¿Se imaginan escenas similares? Pues eso es lo que sucedería (sarcasmo aparte) si desaparecieran los pensamientos míticos y esotéricos. Si hubiera que poner en duda todas, absolutamente todas, las afirmaciones, habría que demostrar cada aseveración independientemente de que ésta esté bien fundada o no lo esté en absoluto. Eso supondría la práctica paralización de toda nuestra sociedad.
Si nos dejamos de pretensiones ridículas y vamos a algo mucho más pragmático como es que la difusión del pensamiento crítico, nos encontramos con una serie de problemas que habría que solucionar antes de soñar con alcanzar ningún fin.
Los que hoy nos denominamos harto impropiamente como escépticos nos dedicamos a criticar frecuentemente las afirmaciones esotéricas, ocasionalmente las religiosas y muy raramente las propias. La autocrítica está muy bien... en un plano meramente teórico porque cuando se plasma en el mundo real es tan mal recibida en el campo escéptico como en todas partes. Uno puede comenzar como moscón cojonero, ascender a "rata que abandona el barco" y acabar como "traidor" a los sacrosantos ideales de Dios, la Patria y la navaja de Occam. Deberíamos comenzar por abandonar la complacencia ante nuestras aseveraciones y dejar de atender a quién dice algo en vez de qué es lo que dice.
Decíamos que el escepticismo actual presta mucha atención a las afirmaciones esotéricas. Hay una razón histórica para ello. Al pretender el esoterismo ser una superación (lograda mediante síntesis) del pensamiento mítico y crítico, eso conduce a enfrentamientos continuos con uno y otro. No obstante, hay algo que debería hacernos reflexionar. Aunque el ocultismo esté convencido de lo contrario, no es el ombligo del mundo. Al contrario, el común de los mortales no pierde el sueño por el número de zapato que no calza el bigfoot, por si Nessie es un plesiosaurio o un castor gigante, por si en Bélmez hay uno, dos o más caras... Así nos encontramos prestando una atención preferente a temas minoritarios. Además eso supone que se identifique pensamiento crítico con la refutación de las afirmaciones esotéricas lo que es un inmenso disparate.
El pensamiento crítico es una herramienta que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Puede aplicarse para evaluar las aseveraciones ocultistas, pero también las políticas, las religiosas... y las científicas. El restringir el uso de la duda metódica a un único campo de acción no supone su difusión sino su destrucción. Por otra parte, se ha querido confundir el escepticismo con la divulgación científica (otro disparate más a la lista). Parece, así, que para ejercerlo hay que tener unos conocimientos siquiera mínimos en física, astronomía, filatelia, colombofilia... algo que no es cierto. Por supuesto que cuanto más se sepa de cualquier campo del conocimiento es mejor, pero no es necesario para plantearse dudas. El escepticismo es, por encima de cualquier otra cosa, puro sentido común. Puesto que todos tenemos la capacidad de dudar, para emplearla sólo hace falta la voluntad de hacerlo. El escepticismo no es debería ser elitista. Una frase popular es, tal vez, el mejor resumen del pensamiento escéptico que pueda imaginarse: "La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero." Esto implica que la verdad está tanto al alcance de Agamenón como de su porquero.
¿Qué pretende el pensamiento crítico? Comencemos por lo que no debiera ser su objetivo, vencer o convencer a alguien. El escepticismo es duda metódica y racional, no es dudar porque sí ni dudar cuando no tiene ningún sentido el hacerlo pero tampoco es pretender convencer a nadie de nada. Muchas veces basta mostrar la otra cara de la moneda para lograr que una persona comience a preguntarse si no le estarán intentando vender gato por liebre. Así pues, debe informar y, para ello, en una sociedad como la actual (si alguien prefiere vivir en "los mundos de Yupi" y defenderse numantinamente en las universidades es cosa suya) hay que acceder a los medios de comunicación. No, no es que haya que intentar salir en cualquier programa y con cualquier excusa aunque eso implique disfrazarse de payaso o ejercer de tal incluso sin traje ad hoc. Lo que significa es que hay que procurar que los medios conozcan que hay otros puntos de vista, que cuando quieran hablar en serio de los caretos de Sierra Brágima, de los fantasmas de Baskerville o del monstruo del Lega Nes hay quiénes pensamos de otra forma y que sería interesante tanto para la audiencia como para el programa el permitir exponer esas diferencias.
Sólo entonces podremos alcanzar algo, porque hasta entonces el campo escéptico se parecerá demasiado al camposanto.
-Continuará-
Somos individuos que en muchas ocasiones estamos incomunicados por el lenguaje. Esto puede parecer una paradoja, pero es muy frecuente que distintas personas empleen las mismas palabras con sentidos diferentes. El resultado es una Babel en la que ni siquiera hacen falta distintos idiomas para no entenderse. Por ejemplo, ya hemos dicho que hay gente que entiende la difusión del pensamiento crítico como eliminación de los pensamientos mítico y esotérico. En ese caso, no hay ninguna solución. Van a obtener tanto de esa pretensión como de machacársela entre dos piedras, mucho dolor y ninguna satisfacción. Los tres pensamientos van a estar con nosotros mientras los seres humanos lo seamos y, además, es positivo que sea así.
Como supongo que esta última afirmación les parecerá rara (eso si no se están preguntando qué demonios estoy fumando) vamos a poner un ejemplo:
Imaginemos una sala llena de esas tiernas criaturas todo bondad e inocencia (de niños, para entendernos) en la que entra una persona revestida de la autoridad del docente (un maestro, vamos). El profesor saluda con un cariñoso "Hola, dilectos discípulos" que queda sin respuesta porque la clase permanece atenta a Jaimito que está contando con todo lujo de detalles como Caperucita se convirtió en la Sra. de Feroz. Un nuevo intento del maestro logra atraer la respuesta de Manolín que le espeta un "¡Multiplícate por cero!", señal inequívoca de que se sabe de memoria la serie de los Simpson. Por aquello de que a la tercera va a la vencida, el sufrido funcionario logra que se percaten de su nada grata presencia, lo que no deja de resultar una lástima por cuanto Jaimito estaba a punto de llegar al punto en el que el trío de hecho formado por Caperucita, el Lobo y el Leñador participan en una orgía sadomasoquista con los siete "individuos de estatura muy inferior a la media estadística" de Blancanieves que, por su parte, no puede acudir por estar ocupada comiendo el higo a su señora madrastra. Después de estos prolegómenos por fin puede empezar a impartir la lección ante la mirada atenta de un gorrión que se ha posado en el alféizar, porque sus alumnos están más interesados en Kevincín, Vanessita, Letizita y Udito que han decidido organizar una timba de streep poker en vez de pedir responsabilidades a sus padres por esos nombrecitos. Restablecido el orden, el profesor va a comenzar a hablar cuando suena el teléfono móvil polifónico de Borja María Deogracias Esquivel de las Altas Torres y Pérez, futuro conde de las Marismas de Doñana, marqués de Tierrasalva, barón de Dolores y príncipe de las Tinieblas (como la melodía es el último éxito del grupo heavy-heavy Tímpanos a la mierda, el escándalo es considerable).
Después de la requisa de móviles, de esposar al radiador a media docena de encantadoras criaturas y de amordazar a otra tantas, por fin el profesor puede empezar:
"Como la luz viaja a una velocidad de aproximadamente 300.000 kilómetros por segundo, llamamos año-luz...
En ese momento se levanta la mano de Vicente Incrédulez más conocido como Pitagorín o como el repelente niño Vicente.
"Un momento, tío, antes debes explicarnos qué es la luz, qué es un kilómetro, qué es un segundo, que es un año... y demostrarlo de forma práctica porque no creerás que vamos a aceptar lo que nos digas basándote en un argumento de autoridad que es filosóficamente inaceptable. Verás, tengo aquí una propuesta de actividades que comienzan por la medición de un cuadrante del meridiano terrestre entre Dunkerke y Barcelona, continúan con la estimación de los períodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado base del átomo de cesio 133... ah, y considero inaceptable el redondeo a 300.000 kilómetros por segundo en vez de los 299.792.458 metros por segundo reales. Daré parte de esto a la dirección."
El maestro musita un: "Dáselo entero, capullo", abandona el aula y se cuelga de una tubería después de haber ingerido treinta gramos de cianuro potásico (por si acaso).
¿Se imaginan escenas similares? Pues eso es lo que sucedería (sarcasmo aparte) si desaparecieran los pensamientos míticos y esotéricos. Si hubiera que poner en duda todas, absolutamente todas, las afirmaciones, habría que demostrar cada aseveración independientemente de que ésta esté bien fundada o no lo esté en absoluto. Eso supondría la práctica paralización de toda nuestra sociedad.
Si nos dejamos de pretensiones ridículas y vamos a algo mucho más pragmático como es que la difusión del pensamiento crítico, nos encontramos con una serie de problemas que habría que solucionar antes de soñar con alcanzar ningún fin.
Los que hoy nos denominamos harto impropiamente como escépticos nos dedicamos a criticar frecuentemente las afirmaciones esotéricas, ocasionalmente las religiosas y muy raramente las propias. La autocrítica está muy bien... en un plano meramente teórico porque cuando se plasma en el mundo real es tan mal recibida en el campo escéptico como en todas partes. Uno puede comenzar como moscón cojonero, ascender a "rata que abandona el barco" y acabar como "traidor" a los sacrosantos ideales de Dios, la Patria y la navaja de Occam. Deberíamos comenzar por abandonar la complacencia ante nuestras aseveraciones y dejar de atender a quién dice algo en vez de qué es lo que dice.
Decíamos que el escepticismo actual presta mucha atención a las afirmaciones esotéricas. Hay una razón histórica para ello. Al pretender el esoterismo ser una superación (lograda mediante síntesis) del pensamiento mítico y crítico, eso conduce a enfrentamientos continuos con uno y otro. No obstante, hay algo que debería hacernos reflexionar. Aunque el ocultismo esté convencido de lo contrario, no es el ombligo del mundo. Al contrario, el común de los mortales no pierde el sueño por el número de zapato que no calza el bigfoot, por si Nessie es un plesiosaurio o un castor gigante, por si en Bélmez hay uno, dos o más caras... Así nos encontramos prestando una atención preferente a temas minoritarios. Además eso supone que se identifique pensamiento crítico con la refutación de las afirmaciones esotéricas lo que es un inmenso disparate.
El pensamiento crítico es una herramienta que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Puede aplicarse para evaluar las aseveraciones ocultistas, pero también las políticas, las religiosas... y las científicas. El restringir el uso de la duda metódica a un único campo de acción no supone su difusión sino su destrucción. Por otra parte, se ha querido confundir el escepticismo con la divulgación científica (otro disparate más a la lista). Parece, así, que para ejercerlo hay que tener unos conocimientos siquiera mínimos en física, astronomía, filatelia, colombofilia... algo que no es cierto. Por supuesto que cuanto más se sepa de cualquier campo del conocimiento es mejor, pero no es necesario para plantearse dudas. El escepticismo es, por encima de cualquier otra cosa, puro sentido común. Puesto que todos tenemos la capacidad de dudar, para emplearla sólo hace falta la voluntad de hacerlo. El escepticismo no es debería ser elitista. Una frase popular es, tal vez, el mejor resumen del pensamiento escéptico que pueda imaginarse: "La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero." Esto implica que la verdad está tanto al alcance de Agamenón como de su porquero.
¿Qué pretende el pensamiento crítico? Comencemos por lo que no debiera ser su objetivo, vencer o convencer a alguien. El escepticismo es duda metódica y racional, no es dudar porque sí ni dudar cuando no tiene ningún sentido el hacerlo pero tampoco es pretender convencer a nadie de nada. Muchas veces basta mostrar la otra cara de la moneda para lograr que una persona comience a preguntarse si no le estarán intentando vender gato por liebre. Así pues, debe informar y, para ello, en una sociedad como la actual (si alguien prefiere vivir en "los mundos de Yupi" y defenderse numantinamente en las universidades es cosa suya) hay que acceder a los medios de comunicación. No, no es que haya que intentar salir en cualquier programa y con cualquier excusa aunque eso implique disfrazarse de payaso o ejercer de tal incluso sin traje ad hoc. Lo que significa es que hay que procurar que los medios conozcan que hay otros puntos de vista, que cuando quieran hablar en serio de los caretos de Sierra Brágima, de los fantasmas de Baskerville o del monstruo del Lega Nes hay quiénes pensamos de otra forma y que sería interesante tanto para la audiencia como para el programa el permitir exponer esas diferencias.
Sólo entonces podremos alcanzar algo, porque hasta entonces el campo escéptico se parecerá demasiado al camposanto.
-Continuará-
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